Turquía: La primavera árabe cruzó el Mediterráneo

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«Taksim rompió el muro de silencio»; «Taksim nos ha cambiado», decían dos jóvenes de los nuevos indignados de Turquía que hace 16 días ocupan la plaza de ese nombre en el parque más importante de Estambul y que ha conmocionando a ese país. La represión, que ya se ha cobrado cinco vidas y más de cinco mil heridos, no ha detenido a la nueva primavera de Turquía que amenaza al régimen islamista autoritario de Erdogan.
Las manifestaciones llegaron a extenderse desde Estambul a importantes ciudades del país provocando auténticas batallas campales de cañones de agua y granadas de gases lacrimógenos contra piedras y barricadas. Una encuesta hecha entre los indignados de Taksim muestra que unos dos tercios tienen entre 19 y 30 años y se declaran laicos. Lo que más los une es el rechazo al autoritarismo de Erdogan; expresan una ruptura con su régimen islámico.
Si este nuevo movimiento empalma con los trabajadores (que no han dejado de protagonizar luchas en todas esta década) y con el reanimamiento del fuerte movimiento independen-tista kurdo, puede ser el inicio del despeñadero político de Erdogan.Ya aparecieron fisuras en su monolítico partido; su vice primer ministro intento negociar mientras Erdogan estaba de gira. Los comentaristas pronostican que perderá la mayoría absoluta en las próximas elecciones, y que su sueño de reforma constitucional para ser presidente y seguir en el poder hasta 2023 parece desvanecerse.
Pero no solo debemos pensar en las consecuencias que va a tener en el país. Hay que mirar el cruce de la primavera árabe por el oriente del mar Mediterráneo desde una perspectiva internacional. El resultado es que se provoca un nuevo desajuste en la zona de más inestabilidad mundial; donde están las revoluciones árabes, la lucha del pueblo palestino contra el estado de Israel, y también Irán. La Turquía de Ergodan -con su islamismo moderado-, apareció como una pieza muy importante de la política de los EEUU (después de la caída de Mubarak) para contener los gobiernos islámicos de Egipto y Túnez y evitar que la revolución avance en toda la zona. Tal es la importancia geopolítica de Turquía que la Unión Europea está haciendo de su ingreso su prioridad, para intentar inyectar oxígeno a su asfixia política, económica, y frenar el avance de India y China. Pero los indignados turcos han pateado este complejo tablero entre Occidente y Oriente.
La primavera turca es un nuevo desmentido para aquellos que piensan que lo que está sucediendo en el mundo árabe son meras revueltas, que terminan siendo aprovechadas por el imperialismo para debilitar al régimen de Irán, que es su enemigo principal. Es verdad que hay contradicciones importantes con Irán, pero lo esencial que está ocurriendo, y que golpea y debilita la dominación imperialista, es un nuevo proceso cada vez más mundial. Son las rebeliones con jóvenes que ocupan plazas, que en algunos países se convierten en revoluciones, y que así comience en este caso con la defensa de una plaza, llevan en sí mismo un enfrentamiento a los regímenes políticos y al capitalismo decadente.
Turquía muestra la rebelión juvenil contra un capitalismo senil que avanza vorazmente en las grandes ciudades terminando con los espacios públicos para hacer grandes emprendimientos especulativos y rentistas. También muestra que las mega ciudades son un epicentro de la lucha de clases y que los jóvenes son un batallón de vanguardia. Basta ver en estos días como la juventud está tomando las calles en varias las ciudades de Brasil por el aumento de los pasajes. Los indignados aparecen en todos lados y están jugando su papel para cambiar este mundo.

Pedro Fuentes

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