Elecciones en Venezuela. El 6D y después

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Las elecciones del 6D en Venezuela representan una encrucijada perfecta. Mientras las encuestas hablan por primera vez en 17 años de un triunfo más o menos contundente de la oposición representada en la Esa de Unidad Democrática (MUD), desde el gobierno y el Partido Socialista unido de Venezuela (PSUV), despliegan y ponen a punto una maquinaria construida por una militancia administrada y a sueldo, aceitada con enormes cantidades de recursos del Estado, privilegios discriminatorios y un discurso de naufragio.
Este telón de fondo no puede ocultar el más brutal desquicio económico que recuerde el país. Una situación que ha adquirido dinámica propia y que acerca, paso a paso, una crisis política de características terminales, alimentada por el creciente mal humor del pueblo que vive de su trabajo.
A menos de un mes de realizarse, las elecciones son un punto de llegada pero también de partida para una nueva situación. El mapa político que dejará dibujado el 6D abre la puerta a distintos escenarios, ninguno de ellos auspician la resolución inmediata de la crisis. Por el contrario todos apuntan a su profundización y por esa vía a una activación de la iniciativa independiente de las masas.
El sistema electoral venezolano, tiene muy poco de proporcional, por lo que puede suceder que ganando la oposición por un margen cercano al 10% de diferencia, el PSUV se quede con la mayoría simple de los diputados electos. Este sistema también impedirá que se puedan expresar en toda su dimensión las terceras fuerzas que se presentan.
Como nunca antes, el órgano rector de las elecciones, el Consejo Nacional Electoral (CNE), ha manipulado, e impedido con un ventajismo descarado, la posibilidad de presentación de nuevas fuerzas como Marea Socialista, o de antiguos partidos que buscaban negociar en mejores condiciones o deslindarse del Gran Polo Patriótico (GPP). Y promovido la presentación de otros, que confunden con símbolos, nombres y lemas, a los votantes. La obsesión del gobierno está centrada en la conquista del diputado 84 que le daría una mayoría simple, aunque esto significaría perder cerca de 15 diputados, una meta que hoy en el oficialismo nadie se plantea.
Atribulada por el vértigo que le provocan las encuestas, la MUD repite una campaña anodina y sin ideas. Centra su argumentación en que la única manera de que no ganen es porque habrá fraude y abren, de esta forma, el camino para que se repitan choques violentos el mismo 6 de diciembre o luego.
Estos choques favorecerán las tendencias totalitarias que hoy existen y que pueden modificar todo el tablero institucional del país. Apuestan al voto castigo que, de expresarse, también pondría en aprietos a una dirección de derecha que tiene un récord Guinness de derrotas. Que está unida sólo por su antichavismo visceral. Y que junto a las cúpulas del oficialismo son vistos como cómplices en la actual situación por importantes franjas de la población cercanos al 40%, que aún hoy se presentan como “independientes”, según esas mismas encuestas.
En este contexto es que Marea Socialista despliega su campaña. Limitada por no poder concurrir con nombre propio, y disminuida por la exclusión del 70% de sus candidatas y candidatos, es la única expresión del chavismo que crece. La pelea por conquistar, aunque sea un diputado que levante la voz por un plan de emergencia a favor del pueblo que vive de su trabajo, tiene también una contracara: con este esfuerzo descomunal Marea Socialista está dejando instalada una clara referencia autónoma de la burocracia y el capital. Una clave fundamental para lo que viene del 7 de diciembre en adelante.

Carlos Carcione

ARAGUA


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