A diez años del NO al ALCA. ¿A dónde va América Latina?

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Los gobiernos «progresistas» de la región se derechizan y pierden terreno ante opciones más conservadoras. Pero mientras las direcciones viran hacia la derecha, las masas enfrentan sus medidas de ajuste.

El décimo aniversario de la derrota del ALCA se da en un marco de cambios políticos en América Latina que han abierto un debate sobre todo un ciclo político en el continente y las perspectivas actuales.
No es casual que esto sea así. La derrota del ALCA fue uno de los hitos más importantes del ascenso antiimperialista del movimiento de masas que se expresó en el argentinazo de 2001, las guerras del agua y del gas en Bolivia en 2000 y 2003, la derrota del golpe en Venezuela en 2003, etc.
Estos procesos abrieron un nuevo escenario en el continente y marcaron una oportunidad histórica de avanzar hacia necesarias transformaciones estructurales. Lamentablemente esa oportunidad no fue aprovechada. Un balance de este período es fundamental para encarar los desafíos que vienen.

Los gobiernos «progresistas»

Un primer debate es el papel de los gobiernos llamados progresistas. Una visión tiende a englobar bajo esta categoría a los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y Argentina, a los cuales se les asigna, además, un papel central en la derrota del ALCA y un claro contenido antiimperialista. No compartimos esta visión.
En primer lugar, porque agrupa procesos disímiles. Mientras los gobiernos «bolivarianos», tanto en Venezuela como en Bolivia y Ecuador, realizaron asambleas constituyentes que marcaron el fin de los viejos regímenes e implementaron algunos cambios estructurales, los gobiernos más conservadores de Brasil y Argentina gobernaron dentro de los marcos institucionales del régimen y se limitaron a la aplicación de políticas redistributivas galopando sobre los elevados precios de las exportaciones primarias.
En segundo lugar, porque entendemos que quienes han marcado el ritmo del ciclo son los pueblos y no los gobiernos.

Entre crisis y límites

La crisis internacional y su entrada en América Latina implicó un brusco cambio en el contexto en el cual se desarrollan estos procesos, haciendo emerger sus límites estructurales. Si el contexto de la derrota del ALCA abrió el camino a la posibilidad de avanzar en transformaciones profundas, la crisis internacional mostró las contradicciones de no haberla aprovechado.
Lejos de avanzar, los gobiernos «progresistas» se adaptaron, con distintos ritmos, a la inserción subordinada del continente al mercado mundial. Esto se expresó en un fuerte avance de la matriz extractivista de exportación de bienes primarios, que, en algunos casos, vino de la mano de acuerdos con grandes corporaciones multinacionales, como el acuerdo YPF-Chevron y la relación privilegiada con Monsanto en el caso argentino.
Lejos de producir transformaciones estructurales, como rezaba el mito neodesarrollista, la matriz extractivista profundizó los llamados «límites externos» (en realidad internos) de los modelos, incrementando su dependencia con respecto al mercado mundial, los precios internacionales de las materias primas y el dólar.
Esto explica la vulnerabilidad de las economías de la región ante la crisis internacional que hoy las golpea. Sin excepción, los gobiernos «progresistas» han sacrificado políticas «redistributivas» para aplicar fuertes ajustes al pueblo. Un caso paradigmático son los recortes en educación y otras áreas sociales que lleva adelante el gobierno de Dilma en Brasil. En la misma tónica opera la política devaluacionista de Maduro en Venezuela y el giro a derecha del último período kirchnerista.

Un período de grandes disputas

La consecuencia ha sido el desilusionamiento de sectores populares con estos gobiernos y el fortalecimiento de expresiones políticas más conservadoras y preferidas por el imperialismo.
Sin embargo, el combustible que alimenta la posibilidad de grandes cambios en nuestro continente es el ascenso del movimiento de masas. Los gobiernos «progresistas» derechizados, o bien los gobiernos conservadores que los reemplacen, intentan avanzar contra las conquistas del pueblo. Pero aún resta ver cuál será la respuesta del movimiento de masas ante este nuevo escenario.
Las movilizaciones en Brasil contra el ajuste muestran que el pueblo latinoamericano aún no ha dicho la última palabra y permiten pronosticar un periodo de grandes disputas en nuestro continente.

Luis Meiners

AL


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