A 40 años: Los lápices siguen escribiendo

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Pablo Díaz, de 19 años; Gustavo Calotti, María Clara Ciocchini y Daniel Racero, de 18 años; Claudio Acha, Patricia Miranda, Emilce Moler y Horacio Ungaro, de 17 años; y Claudia Falcone y Francisco López Montaner, de 16 años. Eran estudiantes secundarios y militantes de izquierda en La Plata cuando fueron secuestrados en septiembre -la mayoría de ellos en la noche del 16- de 1976. Pablo, Patricia y Emilce sobrevivieron para contar los horrores de la tortura a la que fueron sometidos. Los demás siguen desaparecidos.
Las órdenes de detención salieron del Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y fueron ejecutadas por la policía de la provincia de Buenos Aires, dirigida por el general Ramón Camps y su mano derecha, el comisario Miguel Etchecolatz. El mismo a quién hoy la justicia intenta conceder la prisión domiciliaria.
Los jóvenes secuestrados fueron arrancados de sus casas y llevados inicialmente a la “División cuatrerismo” de la policía bonaerense, donde funcionaba el centro clandestino de detención conocido como “Arana”.
Emilce Moler recuerda: “Lo que se puede contar de esos momentos es el horror, la situación límite, la degradación como ser humano, como mujer. Es indescriptible. Después de una semana en Arana me trasladan. A los chicos que hoy están desaparecidos los hacen bajar en otro lugar, los que sobrevivimos continuamos.”

¿Por qué se los llevaron?

Como ilustra la película que masificó el conocimiento de los hechos de la Noche de los lápices, varios de los jóvenes secuestrados habían sido referentes de la lucha por el boleto estudiantil que se había desarrollado el año anterior. Sin embargo, las razones por las cuales la dictadura los persiguió son más profundas.
Pablo Díaz, explica que “hay un documento de la Jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que hablaba de que luego de desarticulados política e ideológicamente los sectores “subversivos” como universitarios, barriales, trabajadores, la piedra angular eran los “potenciales subversivos”, que eran los estudiantes secundarios que eran líderes en sus escuelas.”

Los lápices siguen escribiendo

Los estudiantes secuestrados en la Noche de los lápices fueron considerados una amenaza por la dictadura porque eran militantes revolucionarios que cuestionaban de conjunto el modelo capitalista y luchaban por otra sociedad.
Moler afirma: “No creo que a mí me detuvieran por el boleto secundario. Detuvieron a un grupo que militaba en una agrupación política. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la UES, es decir que había un proyecto político, con escasa edad, pero proyecto político al fin.”
Hoy que el gobierno macrista pretende avasallar a la juventud, atacar la educación pública y revivir las teorías de los “dos demonios” y la “guerra sucia”, es fundamental rescatar este aspecto rebelde y revolucionario de los mártires y los sobrevivientes de la Noche de los lápices.

Federico Moreno

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