Polémica con el FIT-PO ¿Los transgénicos no son dañinos?

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En la web del FIT-PO del 16 de agosto aparece publicado un artículo de opinión titulado “Sobre Monsanto y los transgénicos”. 

En medio de una dura polémica con todo el conglomerado capitalista del agronegocio y la política tradicional que hace lobby por una nueva Ley de Semillas, y en medio de la ida de Monsanto de Malvinas, esta organización del FIT difunde un artículo ensayando una categórica defensa de los transgénicos. Increíble, pero cierto.
Los argumentos centrales que se expresan en ese artículo son:

  • No hay que confundir agrotóxicos con transgénicos.
  • Los transgénicos son dañinos en manos de los capitalistas.
  • Los transgénicos son un avance de la ciencia y la salida es el control obrero de la producción transgénica.

La tesis central del productivismo de izquierda, parte de la apreciación de que “toda tecnología es neutra, es un avance social de la ciencia aplicada, pero manipulada por empresarios tiene una finalidad distorsiva”. Según este esquema el capitalismo desarrolla fuerzas productivas con la contradicción de que los medios de producción son propiedad privada y por lo tanto, el desafío revolucionario de la clase obrera sería expropiar a los capitalistas y administrar ese “desarrollo” de fuerzas productivas pero socializando sus resultados. Este enfoque aplicado mecánicamente y sin integrar además, las distorsiones del desarrollo depredatorio del capitalismo en el siglo XXI, termina abonando una visión unilineal y dogmática que plantea “la estatización y control obrero de la megaminería” como defiende el propio FIT-PO. Si todo lo resuelve la expropiación y el control obrero, entonces significa que todo el desarrollo capitalista hasta aquí es positivo y no hay nada para cuestionar, salvo la propiedad privada y la explotación. Nosotros no nos oponemos a la ciencia y su aplicación técnica, pero siempre desde una lógica que contemple los intereses de la mayoría que trabaja y la sustentabilidad socioambiental.

¿Fuerzas productivas o destructivas?

Hace 100 años Lenin escribió un texto de esencial vigencia: Imperialismo, etapa superior y decadente del capitalismo. Lo central del enfoque de Lenin era que el capitalismo transitaba un período de “sobrevida” y que como sistema de clases, como régimen de propiedad privada de la producción social, se había transformado en algo así como un “chaleco de fuerza” para el progreso general de la fuerzas de producción. Es bueno aclarar que tanto en el Marx original -no en su distorsionada versión estalinista- como en Lenin, fuerzas productivas designa como categoría y proceso, a la relación dialéctica de “naturaleza, medios de producción y trabajo humano”, implicando que la primera y el tercero son lo fundamental. Es decir: avance científico-técnico, sin deriva en bienestar social de las personas y con impacto ecológico negativo, no es desarrollo de fuerzas productivas. En el último siglo el sistema capitalista se volvió totalmente regresivo históricamente. Ocurre que al utilizar avances de la ciencia y la técnica para beneficio privado de una minoría cada vez más concentrada transformó las consecuencias socioambientales en meros fenómenos contingentes, secundarios, no planificados. En las últimas décadas la versión extractivista del capitalismo en América Latina, aplica enormes avances de la ciencia, prodigios de la técnica al servicio de la rentabilidad empresaria con consecuencias ecocidas. De esta forma, multiplica la minería a cielo abierto, que dinamita cordillera, cianura el agua y consume volúmenes de energía eléctrica increíbles. ¿Qué necesidad social justifica esa industria? Ninguna, salvo la rentabilidad de las megamineras, ya que el 85 % del oro y la plata extraídos se utiliza para barras de oro-para reserva especulativa- y el resto para joyas, como adorno fetichista de las clases pudientes. Entonces, ¿la salida es poner bajo control obrero esa industria o prohibirla por anti-social? Lo mismo podríamos decir del fracking como técnica de extracción de petróleo. En síntesis: hay modalidades productivas desarrolladas bajo la subordinación del capital que hay que abolir revolucionariamente, no administrar con criterio reformista y productivista.

El caso de los transgénicos

El artículo del FIT-PO dice que “los transgénicos bajo control de los trabajadores” pueden ser útiles, por eso condenarlos hoy es equivocado. Hay una afirmación peligrosa del artículo que es la delimitación de agrotóxicos por un lado y transgénicos por otro. Como si la modificación genética de semillas no tuviera como objetivo resistir el impacto mortal de los agrotóxicos. Pero lo más cuestionable, incluso proviniendo de una organización de izquierda, es que despacha de un plumazo todo el patrimonio experimental que cuestiona los transgénicos por su impacto en la salud, por la derivación no controlada de sus consecuencias, tal como por ejemplo lo demuestran los muy serios y pacientes estudios del Dr. Séralini. Esta organización parece desconocer el principio precautorio del derecho socioambiental de los pueblos que indica que toda presunción de impacto sociosanitario de una actividad productiva, debe llevar a la suspensión de la misma, habilitar estudios exhaustivos e independientes y junto con eso, abrir un proceso de deliberación social que tenga como desenlace una decisión democrática vinculante de la población. Con los transgénicos hoy ocurre lo opuesto. Hay presunción, denuncias, impugnaciones y sin embargo, se los valida a escala planetaria, se los utiliza como modelo hegemónico. Hoy la situación es esta, y la izquierda tiene que ser categórica.

Romper los tabúes del productivismo: anticapitalismo consecuente, ecosocialismo inevitable

La mayoría de la izquierda es productivista. Le tiene terror a determinadas hipótesis políticas, a determinados planteos. Por ejemplo, a decir que hay que arrebatarles el poder a los contaminadores, empoderar a lxs trabajadorxs, la juventud y el pueblo, y prohibir determinadas industrias, porque no tienen sentido social mayoritario, porque contaminan y eso no significa ninguno beneficio socal. Si mañana nos tocara influenciar con nuestra decisión política el rumbo del modelo productivo ¿qué haríamos con transgénicos, glifosato, megaminería, fracking? Nosotrxs someteríamos todo a deliberación popular democrática, pero seríamos -como somos ahora- militantes de prohibir toda lógica productiva que despoje, saquee y contamine. Por la sencilla razón de que además, hay alternativas: agroecología, energías renovables y limpias, planificación urbana con suficiente espacio público y verde, por dar solo algunos ejemplos. Somos anticapitalistas, porque este sistema es incompatible con la vida de la mayoría que trabaja. Pero somos ecosocialistas, porque el modelo que imaginamos como alternativa integra de forma esencial, el principio marxista de la “interacción metabólica con la naturaleza” y la “gestión racional” de los bienes comunes. Esa es nuestra estrategia.

Mariano Rosa

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