Habla de pobreza pero frena las luchas. No a la injerencia del Papa

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El Vaticano viene jugando un rol protagónico en pos de contener el malestar social y garantizar la gobernabilidad para que Macri pueda avanzar con el ajuste que necesita el capitalismo. Urge la separación del Estado y la Iglesia.

El malestar social que ha generado el primer año de ajuste macrista preocupa a la burguesía, al gobierno, a la burocracia sindical y al Papa Francisco, que no dudó en postularse de capitán para unificar las fuerzas necesarias para frenar la lucha social.
Esta iniciativa papal no es exclusiva a la tierra natal de Francisco. De hecho, el perfil “progre” de su papado es una respuesta directa a las dificultades del imperialismo para contener a las masas en el mundo entero a partir del estallido de su crisis sistémica. Por eso el Papa argentino se la pasa recorriendo el mundo interviniendo en los procesos políticos, siempre en el mismo sentido, el de apaciguar a las masas y facilitar los intereses capitalistas.
La actividad política de la Iglesia ha sido particularmente intensa en Argentina desde que asumió Macri. La primera y más descarada intervención fue sobre la CGT para garantizar que no parara contra el ajuste. Los dirigentes de la CGT, con tradición en ser feligreses obedientes, acataron gustosos. Después vino la mesa de “diálogo social” con los sindicalistas y empresarios, también pedida por el vaticano. Y lo más reciente es el “apadrinamiento” de movimientos sociales, con un encuentro en Roma para adoctrinarlos en ayudar a contener el malestar social en vez de salir a luchar.
La Iglesia Católica es la encarnación del “cambiar algo para que no cambie nada”. Creerle su pose de progre es mucho más que pecar de ingenuo.
La cúpula de la Iglesia en Argentina actuó contra los trabajadores, los sectores populares, las mujeres y la diversidad desde siempre. Desde comienzos del siglo pasado enfrentó al movimiento obrero, impulsando la Liga Patriótica para romper huelgas. Bendijo el genocidio de la última dictadura. En los 90 trabajó con la burocracia sindical para “mediar” en las luchas contra las privatizaciones del menemismo. La mesa de “diálogo social” que impulsó en el 2001 tuvo el mismo motivo que la actual, frenar la lucha social de los trabajadores. La Iglesia, el sindicalismo peronista y los gobiernos burgueses tuvieron siempre un acuerdo fundamental, sostener al capitalismo contra viento y marea, convenciendo al movimiento obrero de la colaboración de clases y la resignación a luchar por “lo que se puede”.

Hoy como ayer, siempre para atrás

Más recientemente llamó a hacer una “guerra santa” para impedir el matrimonio igualitario. Y por supuesto está al frente de impedir el derecho al aborto legal, la Ley de Educación Sexual Integral y la anticoncepción gratuita.
La Influencia de la Iglesia ha sido y es fundamental para sostener la desigualdad, la pobreza y la exclusión, se ponga la túnica que se ponga. Por eso tenemos que rechazar su injerencia en la política y luchar por la separación absoluta del Estado y la Iglesia, empezando por dejar de subsidiar los sueldos de los curas y seminaristas y la educación privada y religiosa.

Victoria Marro

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