La economía argentina en tiempos de Trump

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Que el triunfo de Trump en las elecciones de EE.UU. fue inesperado para el stablishment económico no caben dudas. Tampoco parece haber discusión sobre que necesariamente el presidente yanqui electo tendrá que moderar en sus actos lo que dijo en campaña. La discusión entonces es hasta dónde sus premisas (ya que plan no ha presentado aún) económicas afectarán al mundo entero y a nuestro país en particular.
Para comenzar digamos que los mercados bursátiles se derrumbaron ante un presidente que amenazaba con proteccionismo y cancelar los tratados de libre comercio. Aunque las acciones más tradicionales del Dow Jones no cayeron o subieron un puntito. Fue un comienzo malo pero previsible, que afectó hasta Brasil y Argentina que son economías muy dependientes.
Si Trump cumpliera con la mitad de lo que esbozó en campaña, la economía mundo y la propia estadounidense, estarían en serios problemas. Por eso algunos prefieren creer que no lo hará, pero no es una cuestión de fe, fácticamente Trump no puede, cumplir con lo que prometió a sus votantes. Por ejemplo repatriar las empresas norteamericanas que hoy producen en China o Corea es un imposible, porque esas empresas se fueron allá precisamente para obtener más plusvalía y mantener la tasa de ganancia porque los salarios asiáticos son tres veces menor que los estadounidenses. Convencer a Nike, Ford, Nabisco o Honeywell que vuelvan a producir en suelo yanqui es una tarea que le queda grande a Trump. Además, la división internacional del trabajo consolidó en los últimos 40 años que EE.UU. produzca tecnología de punta, que sí deja plusvalía extraordinaria y donde son hegemónicos (45 de las 100 empresas más innovadoras del mundo en tecnología son yanquis, seguido por Japón con 28). De tal modo que las Norteamérica depende de China y Brasil y muchos otros países para proveerse de mercancías de consumo masivo y necesario.
Sin embargo sería un error subestimar la capacidad de la principal potencia mundial para reconvertirse o protegerse o incluso cerrarse en sus fronteras. Las perspectivas económicas para Argentina no son buenas, como no lo eran con Obama-Clinton, en manos de Trump. En primer lugar porque el miedo en los mercados y los anuncios de cancelar tratados de libre comercio harán que los capitales fluyan nuevamente a EEUU (como siempre pasa en las crisis graves y pasó en 2008) y eso aleja las posibilidades ya escuálidas de la Argentina de atraer inversiones. En segundo lugar porque, aunque sea un pequeño proteccionismo arancelario en las importaciones del gigante mundial hará que los países que le exportan como China o Brasil bajen su producción. Y a esos países nosotros le exportamos materias primas de tal manera que probablemente esto lleve a caída en nuestras exportaciones a esos países (ni hablar de las pocas que directamente hacemos a los EE.UU.) Por último la idea de Trump de cómo «negociar» con Latinoamérica, es mucho más reaccionaria y colonialista que la de Obama-Clinton, de manera que al proteccionismo de sus fronteras agregará una presión constante para invadirnos de productos yanquis (destruyendo la escasa producción nacional) y aumentará el giro de divisas de las empresas norteamericanas en el país hacia los EEUU a como dé lugar. Y todo eso sin que hayamos profundizado en su desprecio por el medio ambiente, las patentes de medicamentos, la industria armamentista, etc, etc…
Por lo que si bien debemos esperar hasta dónde puede Trump avanzar, lo que sí podemos afirmar es que de manera más tradicional y reaccionaria, el nuevo presidente tratará de resolver la crisis económica mundial que afecta a su país, con la vieja y tradicional receta de trasladarla a los países periféricos, y para eso debiéramos prepararnos.

Gerardo Uceda

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