Ecosocialismo. De la protesta a la propuesta

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Las luchas socioambientales se multiplican en Argentina y a escala continental. No es casual: el patrón de acumulación capitalista extractivo es el plan A de las corporaciones para toda América Latina. Las transnacionales tensionan hacia más agronegocio, megaminería, fracking y cementación especulativa urbana. Análisis, polémicas y propuestas alternativas.

Marx explica en El Capital que la lógica del sistema predominante se desenvuelve agotando las dos “fuentes principales de riqueza social: la fuerza de trabajo y la naturaleza”. Esta apreciación básica es una generalización de enorme potencial teórico para entender el capitalismo en el siglo XXI. En concreto, lo que metodológicamente el marxismo permite demostrar, es que la ley de la ganancia sostenida bajo este modelo económico fuerza a explotar a lxs trabajadorxs para conseguir más plusvalía y, a la vez, bajar el costo de producción de mercancías y de reproducción de la fuerza de trabajo obteniendo materias primas más baratas y abundantes.
Este esquema conceptual primario permite explicar dos dinámicas que tensionan ecológicamente el planeta y nuestros países:
La matriz energética dominante basada en energías de stock, es decir, no-renovables, son los combustibles -de origen fósil- los hidrocarburos. La sobreproducción capitalista, el estímulo artificial del sobreconsumo, demanda cantidades crecientes de energía. Ergo: más hidrocarburos, por tanto más derivas contaminantes y perturbación climática. Nos referimos al conocido “efecto invernadero” por la emisión de gases y saturación de dióxido de carbono en la atmósfera que aumenta la temperatura media del planeta.
La necesidad de bajar costos de producción del capitalismo intensifica el modelo de acumulación por despojo en América Latina: agronegocio para obtener soja barata como forraje y biocombustible; megaminería para obtener oro como reserva estable de valor; fracking con el objetivo de sumar reservas adicionales de petróleo y gas y cementación urbana con fines especulativos que deglute espacios públicos y verdes en las grandes -y colapsadas- ciudades.
Estas dos dinámicas en paralelo son la causa de la crisis medioambiental que es la expresión ecológica de la crisis social y sistémica del capitalismo como proyecto de civilización. Su evolución tiende por inercia a profundizar ese camino insostenible para los límites físicos del planeta.

Movimientos sociales, autonomía y coexistencia con el capitalismo extractivo

La agresión sistemática e ininterrumpida del capital sobre lxs trabajadorxs y la naturaleza genera reacción. Las personas, las clases y sectores, los pueblos, luchan, resisten, accionan y se organizan para defenderse. Desde mediados de la década del ’70 del siglo pasado se empezó a colocar en agenda la cuestión socioambiental. Los primeros informes del Club de Roma, la Cumbre de Estocolmo en 1972 y los desastres de Bophal 1984, Chernobyl 1986 o más recientemente Fukushima incentivaron el debate y la movilización social. En América Latina a finales de los ’90 y a partir del 2000 con más energía se desarrolla un movimiento continental en defensa de los bienes comunes.
En Argentina se multiplicaron las asambleas ciudadanas contra la megaminería y en defensa del agua; colectivos que denuncian los agrotóxicos; multisectoriales que cuestionan el fracking como técnica y matriz de energía, y en las ciudades se impugna el negocio estatal-privado de los desarrolladores inmobiliarios que cementan el espacio público.
Después del 2001 y con el impulso del Argentinazo, el cuestionamiento a todas las instituciones incluyó también la reacción negativa a los partidos en general y potenció la presencia de una corriente ideológica que cuajó en organización militante de forma esporádica: el autonomismo. Este planteo que hoy existe con un desarrollo desigual pero que influencia como idea a sectores del activismo socioambiental propone no combatir frontalmente al estado capitalista como materialización y ejecutor del modelo extractivo para desmantelarlo, sino desarrollar formas de organización autónomas de ese estado, es decir, coexistiendo con ese estado con la concepción de que es lo posible como máxima aspiración en esta etapa. Sería el posibilismo de construir relaciones no capitalistas dentro del capitalismo como modelo hegemónico.
Este paradigma adhiere a la idea de la desaparición de la clase obrera, exalta como nuevo sujeto los movimientos sociales, niega la necesidad de organización revolucionaria y desiste de luchar por el poder, porque hay peligros -ciertos- y presiones hacia la burocratización. Expresa, finalmente, una corriente escéptica de las posibilidades de revolución social, anticapitalista de alcance internacional y se adapta al capitalismo como una nueva versión de reformismo con las singularidades del siglo XXI.

4 pilares para una alternativa ecosocialista: movilización, programa, sujeto social y político

Nuestro punto de vista positivo arranca por reconocer la necesidad de superar dogmatismos y cerrazón teórico-política en la izquierda marxista. La mayoría de las organizaciones de esa vertiente son profundamente productivistas y hacen una aplicación mecánica, no dialéctica, del marxismo como método.
Nosotrxs intentamos desarrollar una corriente de ideas, acción política y organización militante anticapitalista y socialista en relación a los temas ecológicos. Nos definimos por eso, ecosocialistas. Sobre esa base partimos de caracterizar al capitalismo como un sistema que desarrolla fuerzas destructivas para garantizar ganancia privada. Por eso no vemos ninguna posibilidad de coexistir, sino que planteamos la estrategia de desmantelar este sistema y construir otro desde la base. No a escala nacional, sino con perspectiva internacional. Otro modelo de producción de comida, otra matriz energética, otro uso social del espacio público. Un sistema económico-social basado en la determinación democrática de la mayoría de lxs productorxs directos, de lxs trabajadorxs, sobre qué y cómo producir priorizando las necesidades mayoritarias, no la ganancia privada de una minoría. Eso supone expropiar los resortes de la economía a los capitalistas y arrebatarles el poder político, desmantelando toda su superestructura represiva, política, mediática, educativa, cultural e iniciando un proceso creativo-revolucionario de reconstrucción social sobre bases de igualdad de derechos y libertades individuales. Eso para nosotrxs se llama socialismo.
Para impulsar esa lucha de masas, es clave la movilización permanente de lxs trabajadorxs y todos los agredidos por el capital, autoorganizándose de forma democrática para decidir sobre todo y combatir tendencias y presiones hacia la burocratización. La clase trabajadora es central, porque domina el proceso de la producción social, aún hoy fragmentada, precarizada, alienada. Eso no modifica cualitativamente su rol revolucionario central, articulador de un bloque social de explotadxs.
Para luchar en ese camino, por ese programa, por esas ideas, por esa concepción de revolución democrática masiva, multitudinaria, es crucial una organización especial, de profesionales de política revolucionaria. Son personas que de forma voluntaria y consciente elaboran democráticamente en colectivo las mejores ideas, las mejores tácticas y formas de intervención en la lucha social y política. Actúan contra todo en la realidad del capitalismo en bancarrota impulsando la movilización permanente -buscando siempre unidades positivas para eso-, y fortaleciéndose como organización hegemónica en lugares de trabajo, de estudio, en el territorio, en los frentes de lucha antipatriarcal y socioambiental. Así actuamos desde la Red Ecosocialista en el campo socioambiental como expresión en ese terreno del MST como proyecto político integral, de lucha anticapitalista y socialista.
Es clave desarrollar este debate ahora, en un momento nacional e internacional de grandes cambios. Hacemos este aporte a ese intercambio de ideas, ratificando la convocatoria a todxs lxs que quieran activar conscientemente en la misma dirección.

Mariano Rosa


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