Centenario de la Revolución Rusa – 10ª NOTA. El golpe de Kornilov

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En agosto de 1917 el general Kornilov encabezó un golpe de Estado contra el Gobierno Provisional y los soviets que habían surgido de la revolución de febrero. Los bolcheviques, enfrentados al gobierno, encabezaron la resistencia que derrotó al golpe y surgieron como los más reconocidos defensores de la revolución. 

Desde la revolución de febrero covivieron dos poderes en Rusia: el Gobierno Provisional, conformado por la burguesía, y los soviets de obreros, soldados y campesinos. Los socialrevolucionarios y mencheviques que conducían los soviets apoyaban al gobierno, a pesar de que este continuaba las políticas bélicas y hambreadoras del régimen zarista.
El Partido Bolchevique sobresalía como el único serio defensor de las demandas de la revolución y creció rápidamente, especialmente en la capital, Petrogrado. La consigna bolchevique de «todo el poder a los soviets» fue acogida crecientemente por los obreros y soldados como única vía de lograr esas demandas, creando un masivo malestar con el gobierno que comenzó a desbordar en las calles de la capital.
En julio ese malestar estalló en rebelión, con movilizaciones armadas impulsadas por los sectores más radicalizados del Partido Bolchevique, y terminó con una serie de enfrentamientos con las fuerzas del gobierno y varios muertos. Los enfrentamientos de julio provocaron una crisis en el gobierno. La burguesía retiró sus ministros y forzó una nueva coalición con mayoría socialista y el socialrevolucionario Kerensky, para que estos se hicieran cargo ante su base social de la política del gobierno.
El nuevo gobierno inició una violenta persecusión a los bolcheviques, culpándolos de las muertes de las jornadas de julio, censurando sus periódicos y encarcelando a sus dirigentes y cientos de sus militantes. Pero como no resolvía los problemas que sufría la mayoría, siguió perdiendo apoyo a manos de los bolcheviques.

El aislamiento de Kerensky

En agosto, Kerensky afrontó el fracaso de la ofensiva que había ordenado contra los alemanes, una oleada masiva de deserciones en el frente, y el inicio de la revolución agraria. La paciencia de los campesinos se había agotado. Cansados de esperar la reforma agraria, echan a miles de terratenientes, queman sus mansiones, incautan las cosechas y toman las tierras. El gobierno, encabezado por el partido que supuestamente los representa, manda los cosacos a reprimirlos y rompe de golpe los lazos con su base social. Los bolcheviques, que fruto de su trabajo en el ejército, habían desarrollado lazos con el campesinado y los soviets campesinos, avanzaron rápidamente en convencer a estos de que ellos son los únicos aliados.
Ante la crisis, el gobierno convocó a una Conferencia de Estado que se celebró del 12 al 14 de agosto en Moscú. Los bolcheviques convocaron una huelga general que, aunque eran minoría en el Soviet de Moscú, paralizó la ciudad por completo. La burguesía, alarmada y frustrada por la ineficacia del gobierno socialista, usó la conferencia de tribuna para exigir una salida militar por derecha.
Kerensky, abandonado por la burguesía y repudiado por su base social, quedó aislado. Complotó con el general de ultra-derecha Kornilov para que este marchara a Petrogrado con tropas leales del frente, depusiera del Soviet y desarmara a los obreros y soldados revolucionarios para concentrar el poder en manos del Gobierno Provisional.

Kornilov levanta la cabeza

Pero el 26 de agosto Kornilov mandó un representante a exigir la renuncia… del Gobierno Provisional. Habiendo perdido su base social, los mencheviques y socialrevolucionarios ya no le servían a la burguesía, que ahora jugaba su última carta: un golpe de Estado militar. Kornilov tenía el apoyo de los generales, de los burgueses y de los gobiernos de Francia y Reino Unido, pero su golpe fue derrotado por la resistencia popular organizada fundamentalmente por los bolcheviques.
Ante la amenaza de Kornilov, Kerensky acudió al Soviet, pero este ya no dirigía a los soldados y obreros de la ciudad. Para defender Petrogrado del golpe kornilovista, necesitaban a los bolcheviques, cuyos dirigentes el mismo Kerensky tenía presos. La postura que estos adoptaron resultó decisiva para definir el punto de inflexión más importante de la revolución. Encabezarían la defensa de Petrogrado, el Soviet y el Gobierno Provisional del golpe de Kornilov, que, de triunfar, habría sido un golpe mortal para la revolución. Al hacerlo, demostrarían que ellos, y no el gobierno de Kerensky ni la dirección conciliadora del Soviet, pueden defender la revolución y avanzar hacia implementar sus demandas.

La derrota del golpe

Desde Finlandia, Lenin escribió a la dirección bolchevique: «Lucharemos contra Kornilov, al igual que lo harán las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario, exponemos su debilidad».
Cuando un grupo de marineros visitaron a Trotsky en su celda y le preguntaron si ya era hora de arrestar a Kerensky, este respondió: «No, todavía no. Usen el hombro de Kerensky para apoyar su fusil y disparar a Kornilov. Después nos encargaremos de Kerensky».
Los bolcheviques fueron liberados y encabezaron los comités de defensa de la revolución del Soviet. «La guerra contra Kornilov se debe conducir de manera revolucionaria, involucrando a las masas», indicó Lenin. Se armó a los obreros de la ciudad y se organizaron guardias rojas en conjunto con los soldados y marineros. Pero fueron los trabajadores ferroviarios y de los telégrafos los que jugaron un rol decisivo, interrumpiendo la marcha de las tropas de Kornilov camino a Petrogrado, permitiendo que agitadores bolchevi-ques lleguen a ellos y convenzan a regimientos enteros de amotinarse. Muchos ni siquiera sabían para qué iban a Petrogrado. Trotsky luego comentó que «los generales estaban acostumbrados por años de guerra a pensar en el transporte y las comunicaciones como asuntos técnicos. Comprendieron ahora que son asuntos políticos». El golpe de Kornilov nunca llegó a la capital y se desintegró por completo en cuatro días.

El camino a octubre

La derrota de Kornilov, que fue arrestado el 1º de septiembre, prestigió enormemente a los bolcheviques y selló la suerte del Gobierno Provisional. Como escribe Pierre Broué en El Partido Bolchevique, «el golpe de Estado, sirve fundamentalmente para invertir por completo la situación a favor de los bolcheviques que, en lo sucesivo, se beneficiarán de la aureola de prestigio que les da su victoria sobre Kornilov. El día 31 de agosto, el Soviet de Petrogrado vota una resolución, presentada por su fracción bolchevique, que reclama todo el poder para los soviets (…) Los mencheviques, a partir de entonces, navegan contra la corriente pues, uno tras otro, los soviets de las grandes ciudades -el de Moscú el día 5 de septiembre y más tarde los de Kiev, Saratov e Ivanovo-Voznesensk- alinean su postura con la del Soviet de la capital que, el día 23 de septiembre, eleva a Trotsky a la presidencia. A partir de entonces estaba claro que el II Congreso de los soviets, cuya inauguración estaba prevista para el día 20 de octubre, había de exigir el poder».

Federico Moreno


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