Nuevas sanciones económicas contra Corea del Norte. Trump tensa peligrosamente la cuerda

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Un nuevo capítulo de la crisis entre el imperialismo yanqui y el gobierno coreano  se desarrolla tras las nuevas sanciones económicas aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU.

A las maniobras militares conjuntas entre una poderosa armada yanqui y las fuerzas navales de su aliado Corea del Sur en el Mar del Japón, el régimen norcoreano viene respondiendo con el despliegue de un poderoso armamento misilístico y nuclear que, a su vez, origina que las potencias imperialistas redoblen la apuesta contra el régimen de Kim Jong-un, con el objetivo de obligarlo a “desarmarse”.
Los últimos capítulos de esta escalada fueron el lanzamiento por parte de Corea del Norte de un misil de mediano alcance que sobrevoló Japón para caer en el Pacífico, a 2.700 km de su lugar de lanzamiento y la detonación subterránea, el domingo 3 de setiembre, de una bomba de 100 kilotones, que superando en ocho veces la potencia de la bomba de Hiroshima, abrió una discusión entre los especialistas sobre si es verdad que el régimen coreano ya tiene la bomba de hidrógeno, de enorme poder destructivo.
La respuesta de lado del imperialismo fue incrementar mucho más su presencia militar en una región estratégica a la que tiene asignada la mayor armada del mundo. Venciendo las tibias resistencias del nuevo gobierno de Corea del Sur, se ha desplegado por completo la batería anti misiles THAAD, que cuestiona el equilibrio militar estratégico en la región, ya que sus radares pueden monitorear todos los movimientos rusos y chinos.
A esto se suma la aprobación de la venta de material militar sofisticado a Corea del Sur y Japón, que empieza a transitar el camino de revisar el impedimento constitucional para desarrollar armamento ofensivo, y el despliegue de bombas nucleares en Corea del Sur, que habían sido retiradas en la década del 90 como producto de una acuerdo con las dos Coreas.
Las recientes sanciones económicas aprobadas en el Consejo de Seguridad vuelven a tensar la cuerda. Consisten en la prohibición de recibir exportaciones textiles coreanas y la limitación en un 30% del suministro de petróleo al país. Sanciones importantes, que han originado una dura respuesta de los funcionarios norcoreanos, pero que la mayoría de los analistas dudan de que vayan a detener sus planes de rearme.
Lo que pretendían los yanquis, ingleses, franceses y los que buscan ahogar por todos los medios al pueblo norcoreano, era un bloqueo total, persiguiendo meter a la nación asiática en una crisis similar a la que se produjo en la década del 90, cuando la crisis de la Unión Soviética la dejó sin asistencia. En esos años una hambruna total llevó a la muerte de tres millones (en un país de veinticinco millones) de norcoreanos por hambre. Estas sanciones no pasaron por el veto de China y Rusia, que aceptaron a subir la presión, pero exigen una salida negociada para la crisis.

La crisis capitalista y la presión militar

El aumento constante del militarismo yanqui, de la mano de Trump, es parte de una política agresiva de la principal nación del planeta, que busca aumentar la presión sobre las distintas regiones del mundo para obtener una mayor cuota de plusvalía para paliar su crisis.
Detrás de Corea del Norte está China. El coloso asiático abastece a Corea del Norte con el 90% de los alimentos y combustibles que consume. Es a su vez el país con el que comercia el 80 % de sus exportaciones e importaciones Corea del Norte. La presión de Trump sobre China no ha cesado desde que asumió la presidencia, entre otras cosas porque el balance comercial es favorable al gobierno de Beiging en 347.000 millones de dólares, en momentos que la economía estadounidense tuvo un déficit comercial de 502.300 millones de dólares en el 2016.
El régimen coreano, tradicional aliado de los chinos, le ha servido al gigante asiático de una suerte de estado tapón en la región para enfrentar la dominación yanqui y su expansión hacia el mar de China. Es un viejo régimen estalinista, con características de una férrea dictadura de carácter dinástico, que viene introduciendo reformas capitalistas desde la década del 90. Basa su poder en un desproporcionado desarrollo de la industria militar para un país con un pueblo muy pobre, típico de los regímenes que montados en una revolución, lejos de desarrollarla, necesitan invertir un enorme presupuesto para defender sus privilegios de casta parasitaria de los recursos del país de la agresión externa.
Las concesiones chinas a las presiones yanquis sobre Corea del Norte, intentan que la soga no le llegue al cuello a su aliado en la región y evitar que el conflicto se desmadre. Detrás de este escenario se desarrolla una disputa comercial importante, por un lado China lanza una estrategia comercial agresiva, la llamada “ruta de la seda”. Algo similar intentan los rusos, como relata Marcelo Cantelmi en su editorial de Clarín del sábado 09/09: “El líder del Kremlin, Vladimir Putin, apuntó a esa trama esta semana en Vladivostok, durante el Foro Económico Oriental que organiza su gobierno para atraer inversiones al Lejano Oriente” (…) “Sostuvo que el camino a seguir va en dirección opuesta al que impone Occidente. En lugar de aislar a la dictadura de Pyongyang se debería volcar una masiva corriente de inversiones extendiendo gasoductos, líneas eléctricas y sistemas ferroviarios desde Rusia y entre las dos Coreas”

Fuera las tropas y el armamento yanqui de Corea

El imperialismo trata de utilizar estas características dictatoriales del régimen coreano para justificar su agresión. Como lo hicieron Thatcher y las potencias “democráticas” para justificar el envió de la armada imperial británica en la Guerra de Malvinas, denunciando los horrores de la dictadura de Galtieri. O como lo hacen hoy al bombardear impunemente al pueblo sirio, con la excusa de que están peleando contra el genocida de Al Assad.
Los discursos y la impronta imperial de Trump no lo ayudan mucho a que este mensaje sea creíble y su engaño tiene cada vez menos fuerzas, en medio de una crisis de “credibilidad” de los viejos partidos y formaciones tradicionales.
Los socialistas revolucionarios como siempre, más allá de las totales diferencias que tenemos con el régimen de Kim Jong-un, estamos incondicionalmente en la vereda del pueblo coreano contra la agresión imperial. Una agresión que es funcional a Trump y su discurso guerrerista, y también, en la medida en que no se transforme en un enfrentamiento abierto, a la política militarista y bonapartista de la dictadura norcoreana. Sólo ejerciendo en forma plena su derecho a  la autodeterminación es que el pueblo podrá terminar con la dictadura sangrienta de la burocracia norcoreana y decidir el curso que debe tomar su país.
Corea del Norte tiene derecho a armarse en su defensa. El peligro de una conflagración nuclear no viene de que un país independiente pueda acceder al exclusivo “club nuclear” que dominan EEUU y las grandes potencias, sino justamente de la prepotencia imperial y su agresión hacia los pueblos que no domina. Más que nunca hace falta enfrentar entonces la prepotencia de Trump y su armada imperial, exigir el retiro de todas las tropas y armamento yanqui de la península coreana y el fin de toda sanción económica contra la nación de Corea del Norte.

Gustavo Giménez


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