Clase obrera y movimiento estudiantil. Coalición estratégica para dar vuelta todo

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En tiempos de falsas ideologías que sepultan a la clase obrera, que la sustituyen por «sociedad civil» o «movimientos sociales», reafirmamos coordenadas: trabajadorxs como sujeto de cambio; movimiento estudiantil como aliado social y político; revolución, partido y socialismo como estrategias.

Se cumplen 50 años del Mayo Francés. Fue la primera experiencia histórica de alianza obrero-estudiantil. Ese proceso de 1968 después repicó en América Latina, con epicentro en nuestro país. Los «azos» del 69 y 70: Córdoba, Rosario, Tucumán. Ahora, en las condiciones del siglo XXI, la agresión del capital reanima todo. Contra todas las operatorias ideológicas que la dan por muerta, cada vez el mundo se proletariza más y se multiplica la clase obrera. La ley del capital lo requiere: fuerza laboral para superexplotar como fuente de rentabilidad. La juventud estudiantil es una necesidad aleatoria y un problema a resolver para los que mandan. Otra vez el capital la necesita (a la juventud), pero domesticada, estandarizada, sometida. Sin embargo, una y otra vez se reactiva la rebeldía, la insurgencia. Por su parte, el movimiento de mujeres y la disidencia sexual son un factor internacional de inestabilidad política para el sistema y sus regímenes políticos. Y en distintas geografías reaparecen esos muertos que no paran de nacer: los trabajadores. Miren a Francia ahora. Repasemos Argentina, el diciembre de combate en las inmediaciones del Congreso como siempre, obreros y estudiantes. Todxs explotadxs y oprimidxs. Todxs sensibles, reactivxs e irreverentes. El capital concentra contradicciones y es partero de rebeldías. Organizarlas es la tarea socialista y militante de primera magnitud que nos toca. El 1° de Mayo, es una oportunidad de movilización para eso.

Las sensibilidades de la nueva etapa: experiencia y límites

El período que nos toca transitar revela marcas en la juventud notorias. Por un lado, una fuerte impugnación a la institucionalidad burguesa, a sus partidos tradicionales, a sus jueces reaccionarios, a su aparato de represión, siempre musculoso contra la protesta activa. La desconfianza a las empresas mediáticas y su construcción de sentidos pro-capitalistas. Esta dinámica es mundial y atraviesa a toda nuestra generación. Es una reserva increíble de vitalidad positiva. La indignación es su síntoma más evidente. Pero ahí no terminan los rasgos de su perfil. Se trata también de una generación que no acumula derrotas, que va sumando experiencia, conciencia y contorno político. En nuestro continente protagonizó luchas de relieve:
En Chile, el ascendente movimiento estudiantil por educación pública y gratuita.
En Brasil, desde el 2013, fuertísimo contra el PT gobernando en las multitudinarias acciones de junio.
En Paraguay, los secundarios de la FENAES, por presupuesto y democratización.
En México, como combustible del Movimiento 132 (contra el fraude electoral) y por los normalistas de Ayotzinapa.
Todos estos casos desplegaron dinámicas de dura confrontación contra gobiernos del 1% y castas políticas. Recogieron amplia simpatía social. Sin embargo, el balance global dejó como saldo una conclusión y a la vez un desafío: en el terreno político, terminaron al frente de estos movimientos proyectos que los condujeron a un callejón sin salida. En Chile el viejo estalinismo de Camila Vallejos, furgón de Bachelet. En Brasil, la limitación reformista del lulismo. En Paraguay, los liberales y el Frente Guasú de Lugo, cobardes frente a la reacción derechista de Cartes. En México, el centroizquierdismo de López Obrador, de orientación de clase media disociada de los métodos obreros y la huelga general. Se acumuló musculatura y conciencia, se ganó experiencia en todos estos años. Hay revancha en la perspectiva inmediata.

1° de Mayo: con la clase, el movimiento de mujeres y un nuevo proyecto de izquierda

Hay una evidente reanimación de la juventud. Es de acción callejera (se vio en diciembre en Congreso; en el 8 M y el 24 M) y de movilización de cabezas, de conciencias, de intensidad política en las ideas. La década posterior al 2001 fue de un narcotizante relato conservador. Nosotrxs le decimos «posibilismo», la ideología que afirma que luchar por las causas de lo que hace falta es utopía infantil, impracticable. Nunca nos dejamos de mover, de activar, de chocar ideas y probar hipótesis. Tampoco de construir partido militante, revolucionario. En esa década predominó, igualmente, esa visión timorata, de aspiraciones limitadísimas. El macrismo desde el 2015, con sus provocaciones reaccionarias, estimulan la radicalidad, lo mejor del espíritu político de la juventud. La izquierda como identidad y proyecto vuelve a ganar espacio. En ese campo, hay tres variantes en debate:
La izquierda «popular» (así se autopercibe) que adhiere al amontonamiento anti-macrista en política, con exclusivo acento electoral y en 2019. Sería Patria Grande y sectores de la base militante más joven del kirchnerismo.
La izquierda de estrategia testimonial, cerrada: el FIT, que rechaza toda confluencia programática que permita ganar fuerza, influencia de calle, volumen político.
Por último, nuestra propuesta, que consiste en reafirmar anticapitalismo, feminismo revolucionario, unidad en la diversidad y socialismo como estrategia. Todo eso, con un anclaje decisivo: unidad con la clase trabajadora como articuladora de fuerzas sociales oprimidas para bancar un proyecto de ruptura con las corporaciones y el capital, su democracia de castas y su ideología de sometimiento. Construimos nuestra organización militante y un proyecto de corriente internacional para esa perspectiva. Este 1° de Mayo en toda la Argentina vamos a militar una fuerte demostración de miles en Congreso y todas las plazas del país. Por la unidad obrero-estudiantil, con el movimiento de mujeres y las luchas del mundo.

Mariano Rosa

 


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