Altamira, contra el lenguaje inclusivo (y el feminismo)

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En un video del 18 de octubre de la serie «Altamira Responde», al histórico dirigente del PO -partido integrante del FIT- le preguntan sobre el lenguaje inclusivo y si hay relación entre los cambios sociales y la forma del lenguaje. Aquí cuestionamos su equivocada respuesta.

«Indudablemente –responde Altamira, los cambios sociales y la forma del lenguaje están interrelacionados». Pero en vez de abordar la evidente relación entre el lenguaje inclusivo y la ola feminista que cruza la Argentina y el mundo, compara: «Nosotros hablamos un castellano que no es el de España. Y en América Latina nos diferenciamos unos países de otros… En la Argentina mismo no tenemos un mismo lenguaje.» Es decir, ajeno a la poderosa marea verde, encara el tema como una lección de geografía de primaria.
A continuación, Altamira reduce el lenguaje inclusivo a una mera cuestión gramatical: «Si yo en lugar de decir ‘los’ o ‘las’ digo ‘les’, hago una modificación gramatical. Eso todavía no es un lenguaje… Ahí hay que preguntarse si vale la pena, si no nos complica demasiado la vida…»
A diferencia de lo que dice Altamira, el lenguaje inclusivo es bastante más que «le cambio una letra a un artículo». Es repensar, deconstruir y reconstruir cada palabra, cada frase, para evitar todo rasgo patriarcal. Pero aun si nos limitamos al tema artículos, el dirigente del PO todavía no comprende que el masculino como plural universal (herencia del castellano formal que defienden la Real Academia Española y el ministro macrista de Educación) invisibiliza a los demás géneros. ¡Y claro que «vale la pena» el cambio!

Cambiar el lenguaje y la realidad

Altamira dice: «Lo curioso de esta ‘teoría del lenguaje inclusivo’ es que en lugar de pretender cambiar la realidad quieren cambiar la forma de hablar, como si el hecho de cambiar la forma de hablar cambia la realidad… Es cosmético.»
Primero, no conocemos ninguna «teoría» del lenguaje inclusivo. Pero además, por ser una expresión de la ola feminista, el lenguaje inclusivo forma parte de una demanda social mucho más profunda y progresiva que sí va por cambios en la realidad. Es parte de la pelea por el aborto legal, por la ESI, contra la cis-heteronorma y el binarismo, por separar Iglesia y Estado, por la igualdad de género en todos los planos, luchas concretas que en buena medida cuestionan a las instituciones y al propio sistema capitalista y patriarcal.
Llamar «cosmético» al lenguaje inclusivo es una descalificación injusta y sectaria. Los pañuelos verdes y naranjas tampoco son «cosméticos», sino símbolos de convicciones ideológicas y políticas muy profundas. En general, la vanguardia juvenil que se moviliza no se conforma con cambios «cosméticos»: ¡quiere cambiar el lenguaje y también la realidad!
«Me doy cuenta que es un acto de rebeldía -sigue Altamira. Alguien que dice no me siento incluido, me joden la vida, me discriminan, me acosan y me rebelo. Pero una cosa es la rebelión, más o menos lúcida, pero el cambio de la gramática no cambia ese fenómeno.» Otra vez no, Altamira. Nadie dice «no me siento incluido», con «o», precisamente porque les excluides somos las mujeres y las disidencias.

Feminismo y anticapitalismo

«Uno puede decir que el Manifiesto Comunista es un texto machista, porque llama a terminar con la explotación del hombre por el hombre. ¿Y la mujer? ¿Cómo sería si tomamos el lenguaje inclusivo? Y hablo en serio, no estoy ironizando a nadie. Tenemos que decir por la abolición de la ‘explotación de los hombres y las mujeres por parte de los hombres y las mujeres’. Porque las mujeres también integran la clase capitalista. Ahora, todo eso no lo entendería nadie.»
El que no entiende es usted, Altamira. Así como el movimiento de mujeres y su lucha contra la violencia machista logró popularizar desde hace varios años la palabra femicidio, hoy comprensible para cualquiera, ahora la oleada feminista y disidente busca extender el lenguaje inclusivo como parte de la batalla global antipatriar-cal y antisistema.
Luego el dirigente del PO elucu-bra: «Imaginémonos que cambiemos todas las denominaciones. Al tirar abajo la expresión que usa el Manifiesto Comunista tiramos la idea que desarrolla, la lucha de clases y todo lo demás, y por arte de magia hemos abolido… la existencia de clases antagónicas, lo cual es un operativo catastrófico para la clase obrera… Es decir, no vamos a ningún lado con una expresión de rebeldía que no ha comprendido la raíz de la opresión y los métodos políticos para intervenir en la lucha contra esta opresión.»
Si el lenguaje inclusivo fuera «un operativo catastrófico para la clase obrera» habría que combatirlo. Pero la verdad es muy otra: al calor de sus luchas y su «rebeldía», la nueva generación feminista y disidente está avanzando en su conciencia. Muches ya «han comprendido la raíz de la opresión» y «los métodos políticos» para enfrentarla y otres están más cerca de hacerlo.
A su vez, la idea esencial del Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels en 1848, no es la expresión «explotación del hombre por el hombre», sino el concepto de la explotación de una clase social por otra. Lo «catastrófico», Altamira, a 170 años del Manifiesto, es no diferenciar la forma, que puede cambiar, del contenido, que mantiene plena vigencia.

No al etapismo dogmático

Al final del video, Altamira reconoce que «en toda rebeldía está la simiente de una salida». El problema es que durante toda su larga «respuesta» no sólo demoniza el lenguaje inclusivo y omite por completo el ascenso feminista, sino que confunde el término inclusión y, lo principal, desnuda la errada concepción etapista del PO.
«La opresión de la mujer forma parte, bajo el capitalismo, de esta estructura capitalista, dice Altamira. Entonces hay que pensar en abolir todas las formas de explotación, y la forma capitalista es la esencial, para luego poder abrirle paso a (abolir) todas las formas de opresión… Hay que cambiar la realidad antes que el lenguaje… ¿Queremos ser inclusivos en la sociedad capitalista o terminar con ella? Porque la inclusión en una sociedad explotadora es la inclusión como explotado… Esto es un contrasentido.»
El «contrasentido» es creer que cuando una joven feminista usa lenguaje inclusivo es porque quiere ser incluida en el capitalismo opresor. O que cuando un desocupado reclama empleo, es porque quiere ser incluido en la explotación asalariada. Ni siquiera es lógica formal, sino una burda tergiversación.
Pero lo peor de todo es el esquema antidialéctico de Altamira y el PO: «Cambiar la realidad antes que el lenguaje»… «Abolir todas las formas de explotación y luego todas las formas de opresión»…
¿Qué antes ni qué luego? ¡No hay etapas separadas, una anticapitalista ahora y otra antipatriarcal para un futuro incierto! Luchamos contra la explotación y la opresión al mismo tiempo, porque capitalismo y patriarcado son inseparables. Es más: el gobierno revolucionario de Lenin y Trotsky, incluso después de la toma del poder en octubre de 1917, durante el año 1918 decretó antes la separación de la Iglesia del Estado (enero) que las primeras expropiaciones de empresas (junio) y antes el Código de Familia con la igualdad de la mujer (setiembre) que la nacionalización de la banca (diciembre).
Con ese mismo encuadre, y sabiendo que erradicar definitivamente el patriarcado requiere derrotar su sostén estructural e institucional que es el sistema capitalista, nosotres asumimos la lucha feminista y disidente -una de cuyas expresiones es el lenguaje inclusivo- como parte inseparable del combate anticapitalista.

Pablo Vasco, Libre Diversidad-MST

 


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