Movimiento #ViernesPorFuturo. La gente anda diciendo: 5 debates y claves ecosocialistas

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El movimiento #ViernesPorFuturo que movilizó millones de estudiantes el 15 de marzo pasado está conmoviendo parte de la superestructura política, mediática y sindical en el mundo. Como la ola feminista, esta otra ola verde, también llegó para quedarse. Entonces queremos dar nuestra visión sobre algunas polémicas y lógicas dudas.

Cambiar petróleo por energía solar ¿y listo? El movimiento socioambiental tiene asumido que los combustibles derivados del petróleo al emitir dióxido de carbono son la causa fundamental del calentamiento global. Por lo tanto, también es bastante extendida la idea positiva de sustituir el petróleo como matriz de energía por renovables y limpias, como podrían ser la solar, eólica o mareomotriz. Y entonces, la cuestión controversial radica en ¿por qué no esa modificación de matriz en el marco del capitalismo? Y la respuesta sería: porque, aunque los combustibles de origen fósil –petróleo y gas- liberan CO2 y esa es la causa del calentamiento, es un vector de energía, que en todo caso es un aspecto superficial del problema estructural que pone al límite el planeta. Es decir: el problema es la lógica de sobre-producción anarquizante, sin planificación ni cálculo social, y el fomento al sobre-consumo, que caracteriza el capitalismo. Entonces: el problema de fondo radica en la lógica del capitalismo que, para garantizar el beneficio privado de una minoría, requiere producir mucho y más, fomentar el sobre-consumo artificial y eso demanda mucha energía y depreda la naturaleza. Entonces, primero, sustituir petróleo por renovables, implicaría una reorganización de toda la producción –con un nivel de inversión que atenta contra la ganancia del capital que persigue bajar siempre costos de producción; segundo, tampoco se resuelve la base del problema socioambiental con la matriz de energía sino se cambia la (i)racionalidad de un sistema que sobreproduce y estimula el sobre-consumo disociado de las reales necesidades sociales. Es decir: ya hay fórmulas capitalistas que proponen salidas (presuntas) en el marco del sistema como comprar derechos de contaminación –pagando impuestos por la emisión de gases-, con la supuesta consecuencia de desincentivar el uso de gas y petróleo. Eso es falso, ya que el más probable mecanismo empresario sea trasladar a precios los impuestos por contaminar. Es decir: más inflación y carestía para las clases populares. En resumen: hay que reorganizar la lógica de cómo se produce para condicionar positivamente un nuevo tipo de consumo, planificado, consciente, informado, democrático, soberano, saludable.

¿De a poco, de a uno, por contagio o de a muchos, colectivamente, organizados?

Amamos a Galeano, sus relatos y poética. Pero la idea de que “gente pequeña, haciendo cosas pequeñas cambia el mundo”, como fórmula para cambiar la realidad estructuralmente, es falsa. Es decir: el problema del consumo individual se explica por condiciones generales de la economía, la producción y desde el punto de vista de la educación de masas, de su orientación de clase. Lo que queremos significar es lo siguiente. Marx explicó de forma clarificadora y dramática, la alienación bajo el capitalismo. Su significado (simplificado al extremo), sería que, en los períodos de relativa normalidad capitalista, la inmensa mayoría de las personas están atravesadas por formas de alienación, de inconsciencia, podríamos decir: los que trabajan superexplotados, en interminables jornadas, que realizan un trabajo mal pago, embrutecedor y repetitivo, que los agota y, por lo tanto, no les deja muchas chances de acceder a niveles de conciencia avanzados. Los burócratas de los sindicatos, la familia tradicional, la iglesia y los partidos patronales, hacen el resto. Esas personas (mal) viven para trabajar. Por lo tanto, ni saben, ni tienen ingresos, ni el Estado política, para modificar pautas de consumo contaminantes o perjudiciales para la salud. Hay otro sector enorme de personas que sufren la alienación de la desocupación y la miseria. Marx le llamó “ejército industrial de reserva”. Tampoco tienen condiciones ni materiales, ni de conciencia para una emancipación individual de las lógicas de consumo capitalistas. Entonces, para una estrategia general de cambio en los patrones de consumo hay que modificar la forma social de producir -planificar democráticamente- y garantizar lo necesario para la mayoría; y con una reeducación general, a partir de expropiar el control político de la educación y los medios masivos de comunicación a la clase que los manipula, dando otra perspectiva como política pública. Eso, no hay caso, implica gobernar y tener el poder político. Ese acceso al poder, desplazando a la minoría privilegiada que lo tiene agarradísimo, es una lucha política, organizada y multitudinaria. No individual y por contagio cultural.

El capitalismo al final ¿siempre se regenera?

Una vez usamos una idea de un marxista contemporáneo, Fredric Jameson, que para graficar el imaginario colectivo dominante decía que “es más común que las personas se imaginen el fin del mundo, que el fin del capitalismo”. Las clases dominantes de cada tiempo histórico instalan la falsa ideología de que son el final del camino, el horizonte insuperable. El capitalismo también. Entonces ocurre que hay un sentido común que se repite y dice “seguramente el capitalismo se va regenerar o modificar para seguir existiendo”. Y esto, interesadamente se aplica también al cambio climático y el desastre socioambiental. Sin embargo, como escribe Naomi Klein en un libro reciente que se llama “Esto lo cambio todo. El capitalismo contra el clima”, los gobiernos capitalistas del mundo hace casi 30 años que están prevenidos contra el punto de no-retorno del cambio climático, y no hicieron nada. Por lo tanto, no hay otro camino que arrebatar la dirección política de la sociedad, a los capitalistas contaminadores. Es una medida, básica, en defensa propia de la humanidad. Eso, entonces, cuestiona la idea de regeneración capitalista. Nuestra hipótesis –para seguir con las metáforas- es más bien la figura del sistema actual como un tren que marcha al precipicio – y que como decía Walter Benjamin, hacer la revolución social es activar el freno de emergencia, el salvataje obligatorio de la sociedad. Creemos en esa orientación.

¿Y si hacemos un partido verde, ecologista para las elecciones?

Los partidos verdes, o ecologistas tienen entidad en Europa. La idea de que ganando votos para un partido ecologista se puede lograr revertir la situación tiene dos problemas:

Por un lado, el programa para una reorganización social que contemple la sostenibilidad ambiental, es decir, un progreso civilizatorio de dialéctica racional con la naturaleza, se necesita un programa más integral que solo tomar medidas ecológicas. Hay que modificar la manera de producir, eso conduce a cuestionar la propiedad privada capitalista, hay que democratizar y entonces eso requiere otro sistema político y desmantelar el patriarcado, y movilizar a la clase obrera. Es decir: una plataforma que integra las medidas ecológicas en una visión más abarcativa, de modificación revolucionaria de todo. Sino, las reformas ecológicas no tienen efecto duradero.
En segundo término, la participación electoral en los términos del actual sistema político, controlado por los capitalistas, sus empresas mediáticas, jueces y partidos, es adverso a cualquier cambio real de fondo. De hecho, nuestra concepción es que lo electoral en estas condiciones es un campo desigual de pelea, y nuestra tarea es des-ilusionar a las mayorías en estos mecanismos e instituciones y fomentar la desconfianza en el voto delegativo y pasivo, por una acción de lucha de calle –y clases- activa, organizada colectivamente.
En resumen: aun cuando se diera el hipótetico –e ilusorio – escenario de una victoria electoral por un partido con un sincero programa de reformas ecologistas, gobernando chocaría con el poder real de las corporaciones del petróleo, la megaminería o el agronegocio al querer cambiar las cosas. Entonces, o apela a la movilización y confronta –y entonces inicia un curso de revolución- o se asimila y el poder lo termina tomando y se transforma en ropa “verde” del sistema contaminante y depredador. Moraleja: hay que luchar por cambios de fondo, construyendo una organización militante con estrategia de lucha de clases, anticapitalista, feminista, ecosocialista y de perspectiva internacionalista. El MST y la Red Ecosocialista, son esa tendencia al interior del movimiento socioambiental.

Mariano Rosa

 


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