Sobre Espert. Ser antisistema

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La de José Luis Espert es una candidatura que genera algunas confusiones. Se trata de una operación con ese destino: la confusión, el engaño. Como una franja del auditorio al que apunta es la juventud, nos pareció oportuno escribir este artículo.

Es cierto que la frase que “los pueblos tienen los gobiernos o partidos que se merecen” es una canallada para culpar a los pueblos de las traiciones o incapacidades de los reformistas. En política es así. Pero, lo que sí es verdad, es que existe una relación que conecta las relaciones de fuerza sociales, la lucha de clases con fenómenos emergentes en la superestructura política de un país. Son síntomas, marcas que registran tendencias. Las relaciones entre la situación en la estructura social y los fenómenos políticos no son lineales o unidireccionalmente determinadas, pero permiten pulsar la situación en determinado momento. Así Bolsonaro en Brasil pasó de ser un diputado marginal a capitalizar el descontento con el PT y las variantes burguesas más moderadas del establishment. Los hacedores de “los pueblos se merecen” se apuran a explicar en estos casos que el fascismo está a la vuelta de la esquina o que esa derecha gane peso es ya una derrota de masas que giran a posiciones reaccionarias. La realidad es que proyectos como el de Bolsonaro son intentos de la burguesía por cambiar las relaciones de fuerza a favor de la minoría social y sus intereses. Nosotros decimos: es un intento, no una derrota. Esto es profundo como definición, ya que “intento” implica lucha abierta, disputa y escenario para fortalecer otra salida. Bolsonaro (salvando las distancias) fue síntoma de la polarización en Brasil y, a la vez, recurso más radical del capital por imponer sus condiciones. Espert es síntoma de un extremo, todavía marginal de la polarización a derecha en Argentina, pero síntoma preparatorio. Lo explicamos mejor ahora.
Prontuario y plataforma

Es un economista burgués, capitalista. De la escuela “liberal” clásica. Sus concepciones son muy precisas:

  • La mano invisible del mercado asigna inteligentemente recursos escasos. Por lo tanto, nulidad a la intervención estatal para sostener derechos.
  • El darwinismo social, la supervivencia del más apto a las reglas que ponen los banqueros.
  • La teoría de las ventajas comparativas, cuyo significado es: integración neocolonial en la economía global según las “ventajas naturales”. Pasando en limpio, sería exportar lo que producimos mucho e importar lo que no tenemos.

Todo eso, aterrizado, se traduce así:

  • Asegurar más plusvalía patronal, con supresión de derechos laborales y sindicales.
  • Recorte del “gasto” público, elitizando y privatizando derechos sociales. Todo para pagar deuda al FMI.
  • Reforzamiento de la matriz primaria agrominero-exportadora.
  • Sometimiento neocolonial, avanzando en el camino UE – Mercosur.

Por todo lo dicho, el uso electoral y confusionista de la consigna “soy antisistema” encubre en Espert una trayectoria y programa procapitalista como el que más. De fondo, se prepara acumulando adhesiones pacientemente como recurso extremo de alguna fracción capitalista. Por el momento, los sectores clave de la burguesía apelan a la polarización del desencanto, por derecha e izquierda: Macri y Alberto. Veremos.

Cambiar las reglas: antisistema en defensa propia

Espert levanta un programa de contrarreformas capitalistas tendientes a profundizar el predominio de banqueros y pooles de siembra. Todo, bajo la tutela del FMI. La polarización social, la acumulación de fuerza potencial de lucha de clases bloquea al capital en todo lo que aspira y requiere. A la vez, aunque van rifando su volátil adhesión social, proyectos políticos como el macrismo van recortando derechos, en lo que pueden. Visto así, Espert es un kamikaze del capitalismo, del 1 %. En el polo antagónico, los socialistas del MST.

Porque nuestro proyecto también persigue un objetivo: volcar las relaciones de fuerza a favor de un programa de medidas económicas, sociales y políticas que aseguren derechos duraderos para la clase obrera, las mujeres y la juventud. Ese propósito implica cuestionar privilegios de clase, desbloquear toda resistencia o boicot de patrones y bancos. Supone al final, una reorganización general (no abstracta, sino muy aterrizada en lo concreto), de la producción social y la vida política de un país, como primer capítulo. Y por eso, ser anticapitalista y socialista no es una religión heredada o un culto irracional; es una consecuencia práctica de una idea: hay que terminar con las injusticias del sistema. Eso supone suspender el pago de la deuda al FMI; implica reestatizar con control social las privatizadas; es separar Iglesia del Estado; desmantelar privilegios políticos, judiciales y desmantelar el aparato de represión y espionaje; nacionalizar el sistema financiero y aduana, el comercio exterior. La lista sigue pero esta enumeración acotada revela la naturaleza del asunto: asegurar derechos básicos hoy, siglo XXI, año 2019 es incompatible con el capitalismo en sus condiciones de economía y explotación y su democracia de privilegiados. Entonces, otra vez, ser antisistema no es una moda, ni un eslogan. Es la consumación de una orientación para dirigir políticamente la sociedad a favor del 99%. Sería así: antisistema y socialistas (que así se llama la criatura) se es en defensa propia.

Mariano Rosa

 


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