Crisis climática y ambiental, efecto del capitalismo. Lo que hay que cambiar es el sistema

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A fines de los ’70, los científicos comprobaron que crecía el agujero de la capa de ozono que rodea y protege la Tierra de los rayos ultravioletas del sol. Como ese crecimiento aumenta los efectos cancerígenos, plantearon bajar la emisión mundial de los CFC (cloroflurocarbonos) producidos por aerosoles y sistemas de refrigeración. Pero recién en 1987, por el Protocolo de Montreal, hubo un compromiso firmado por casi todos los países (y que por supuesto, no todos cumplen). Si bien las últimas mediciones indican una mejora, recién en el año 2075 el agujero de ozono recuperaría su tamaño previo a 1980. Es decir, se tardará casi un siglo en volver a una situación atmosférica menos nociva. Pero el daño ya está hecho y se cuenta en miles de muertes por cáncer, sobre todo de piel, a lo largo de estos cien años.

Ahora la preocupación global ha puesto en escena otro de los efectos ambientalmente dañinos del sistema capitalista-imperialista: el calentamiento global y el consiguiente cambio climático, sobre el cual los científicos también vienen alertando desde hace varios años. El planeta se está calentando a un ritmo acelerado debido a la emisión de gases de efecto invernadero, cuyo 75% proviene de la quema de combustibles fósiles y el otro 25% de la deforestación. En consecuencia, retroceden los glaciares, sube el nivel del mar y cambia el clima en todo el mundo, con aumento de las sequías, inundaciones y olas de calor. Los incendios en el Amazonas y en Australia, entre otros, muestran la tremenda devastación causada sobre las poblaciones, la fauna y la flora.

Entre los líderes capitalistas, algunos burdamente niegan el problema: son los negacionistas como Trump o el primer ministro australiano Morrison. Por ejemplo, en 1997 se firmó el Protocolo de Kyoto, menos severo que el de Montreal y que recién rige desde 2005, pero EE.UU. ni siquiera lo ratificó. También se han hecho reuniones-cumbre, pero no pasan de declaraciones formales e ineficaces. Y otros líderes, los que se dicen “preocupados” por el cambio climático, tampoco toman medidas efectivas. La razón es simple: las poderosas corporaciones petroleras, gasíferas y carboníferas presionan a los gobiernos capitalistas para mantener el modelo “productivo” dependiente de los combustibles fósiles. Es su negocio multimillonario de hoy, sin importarles las nefastas consecuencias que ya estamos padeciendo: un verdadero ecocidio.

Ante este contexto de peligro inédito, intenciones aparte, la salida de fondo no pasa por salidas individuales. Por más que reciclemos algún envase plástico o usemos algo menos de agua al lavarnos los dientes, la cantidad de gases que emiten esas corporaciones y otras industrias contaminantes, y la deforestación masiva para montar feedlots o producir soja con agrotóxicos, devastan regiones y poblaciones enteras. Para desviar la bronca y las luchas populares en defensa del ambiente, los gobiernos encubren sus políticas como ahora con el llamado Green New Deal (nuevo acuerdo verde). Pero no hay “capitalismo con rostro humano” ni “verde”: el capitalismo es siempre inhumano y negro como el petróleo. Junto a luchar por las medidas de emergencia necesarias, la tarea para las nuevas generaciones es terminar con el capitalismo antes de que termine con todo. Vamos por una economía democráticamente planificada, al servicio del pueblo trabajador y compatible con la naturaleza. Esa lucha colectiva, en la que estamos el MST y la Red Ecosocialista como parte de la Liga Internacional Socialista, te invitamos a compartir.

 

 


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