Colapso económico y propuestas socialistas

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La pandemia agravó la crisis capitalista que ya venía. La perspectiva más probable es al colapso. Nuestras propuestas para salir de la crisis.

Escribe: Carlos Carcione

Más de tres millones de empleos destruidos desde el inicio de la pandemia, lo que supera el 30% de desempleo real(1). Un derrumbe del 19% del PBI interanual en el primer trimestre(2) y una tímida recuperación del 1% en agosto respecto de julio y con gran parte de las actividades económicas abiertas, pero continúa en el 11,5 por debajo de febrero y el pronóstico casi unánime de una caída anual cercana al 12%. Salarios aplanados y que siguen perdiendo frente a la inflación. Crisis de las reservas de dólares del Banco Central y la perspectiva incierta sobre la salida de la pandemia. Todo esto completa un panorama de crisis que no cesa de profundizarse desde abril de 2018.

Ante esto el gobierno de Alberto Fernández se limita a un discurso productivista, vacío, mientras cede a las presiones de los grandes grupos económicos y presenta al Congreso un Presupuesto 2021 que ajusta a la baja las políticas sociales, salud, vivienda y educación, y sostiene un extractivismo feroz para conseguir divisas con las que pagar una deuda odiosa y fraudulenta y alimentar la fuga de capitales que se ha convertido en el patrón de acumulación de la burguesía local(3). Un modelo organizado para la ganancia de las corporaciones y el capital financiero, sobre la base de la superexplotación de los trabajadores y el saqueo del país.

Pero esta situación se presenta en el contexto de agotamiento del sistema capitalista mundial (ver nota pág. 4) y más allá de las expectativas que intente despertar el gobierno, difícilmente pueda recuperar los niveles previos a 2018. Por el contrario, se encamina hacia un nuevo crack. En este marco y con la historia del último medio siglo de crisis recurrentes en el país, queda en evidencia que lo que es inviable es el modelo capitalista dependiente argentino. Lo que intentamos hacer con este texto es abrir un debate estratégico, sobre cómo construir un modelo alternativo de ruptura con el capitalismo y transición al socialismo.

Planificación democrática para satisfacer las necesidades sociales

El objetivo de la llamada economía de mercado es la ganancia capitalista. No se trata de una producción en función de las necesidades de la población: por el contrario, toda la producción del sistema es independiente de la utilidad, del valor de uso que tengan las mercancías que esa producción genera.

El ejemplo de la vivienda. En nuestro país hay más de dos millones de viviendas ociosas(4), es decir que no están a la venta ni en el mercado de alquileres, vacías. Y a pesar de esto siguen desarrollándose proyectos inmobiliarios de alta gama, recurriendo a quemas indiscriminadas de campos que son noticia en estos días o a sobresaturación de construcción de departamentos en las ciudades, con centros comerciales incluidos, que llevan al colapso de todos los servicios públicos.
Por otra parte, el déficit habitacional llega a cuatro millones de viviendas(5). Es decir, una de cada tres familias en el país no tiene vivienda. Pero el Estado capitalista, sin tener en cuenta esta realidad, presenta un proyecto del Ministerio de Desarrollo Social a 10 años para urbanizar 4.000 barrios a razón de 400 por año. Es decir, cubrirían las necesidades básicas de servicios y urbanización básica de esos barrios, lo que resolvería mínimamente los problemas de apenas unas 200.000 personas en una década. Mientras tanto, no se conocen proyectos de construcción masiva por parte del gobierno para resolver el déficit global habitacional, ni tampoco proyectos para obligar a los propietarios de viviendas ociosas a colocarlas en alquiler social, lo que solucionaría de manera inmediata la mitad del déficit.

De las respuestas a dos preguntas de “sentido común” que surgen de esta contradicción, se desprende la necesidad de la planificación democrática por encima de lo que pueda resolver el mercado. La primera es ¿por qué los capitalistas invierten en viviendas para que permanezcan vacías? Esa inversión se hace para valorizar de manera especulativa el capital excedente que se extrae de otras actividades, por ejemplo la parte de las ganancias que obtienen los agroexportadores que no fugan al exterior. O de las ganancias extraordinarias de los bancos privados por manejar los ahorros nacionales. Y la segunda pregunta es ¿por qué el gobierno sólo destina migajas a la construcción o urbanización de viviendas y barrios y pueblos enteros, recuperando algunos o creando nuevos? Y la respuesta es la misma: porque en la medida en que no se supere el actual capitalismo en su fase extractivista y se continúe asegurando la ganancia capitalista, pagando deuda fraudulenta, suministrando dólares producidos en el país para la fuga de capitales, entre otras, nunca quedarán recursos para resolver los problemas sociales urgentes. Un proyecto estatal de construcción de las viviendas faltantes, destinando todos los recursos necesarios, solucionaría en pocos años el déficit habitacional y colateralmente acabaría con la desocupación.

La planificación democrática para resolver este problema debe involucrar a trabajadores y sobre todo a las familias afectadas por la falta de vivienda. Esto es un simple ejemplo para medir la falsedad del argumento de que primero hay que salir de la crisis para luego resolver las necesidades de la población.

Lo concreto, sin embargo, es que un plan democrático de esta naturaleza debe ser integral, colocando en el centro el equilibrio y el cuidado del medio ambiente, y atacar al mismo tiempo todas las necesidades, materiales, culturales, de esparcimiento; en fin, las necesidades de todos los ámbitos de la vida, de los trabajadores y el pueblo. Es un plan central que se debe realizar con la participación activa y democrática de las organizaciones de los trabajadores y bajo su control estricto.

Estatizar las ramas estratégicas bajo control social

Si bien las primeras medidas concretas para financiar un plan democrático integral son el desconocimiento de la deuda fraudulenta, romper con los condicionamientos del FMI y eliminar la fuga de capitales, no es posible desarrollarlo si el Estado, un nuevo Estado de las y los trabajadores, no toma en sus manos los principales resortes de la producción: los servicios, el comercio internacional y las finanzas. Esta estatización, para ser democrática, requiere de la participación directa y el control de los trabajadores y los sectores populares. Veamos algunas ramas imprescindibles para poner en funcionamiento un plan central.

Industria estratégica. Eliminando la visión productivista y mercantilista de la economía stalinista en la experiencia del mal llamado socialismo real, hay ramas de la industria que es imprescindible que estén en manos del Estado con la condición ineludible de que esa propiedad esté bajo control social. La industria pesada de insumos para construcción de la infraestructura. Las industrias básicas de procesamiento y extracción de minerales, en la medida que lo requiera el plan sin romper los equilibrios ambientales. La industria pesada, la de bienes de capital, la industria de máquinas-herramientas, las que producen vehículos para el transporte público de bienes y personas. La industria aeronáutica. Las industrias químicas y farmacéuticas, que junto a las de insumos y equipamientos médicos son esenciales, como lo demostró la pandemia, entre otras.

Otra enseñanza de la pandemia fue la posibilidad real, como venimos planteando los socialistas, de reconvertir industrias que producen mercancías para el consumo particular, como las de automóviles, en industrias al servicio de tecnología médica de avanzada. Esta medida, como parte de un plan económico democrático, deja de producir mercancías para el mercado -como sucede en la actualidad- y por esa vía para la ganancia capitalista, y empieza a producir bienes para cubrir las principales necesidades humanas y del país.

Lo mismo sucede con los servicios, la llamada industria del conocimiento, el transporte y la producción y distribución de energía. Estas son industrias o medios de producción y circulación estratégicos para la realización y la concreción de un plan nacional.

Banca única estatal. La nacionalización del sistema bancario en manos del Estado y la creación de una banca estatal única son las herramientas para terminar la especulación y destinar el ahorro nacional y el crédito al servicio del plan alternativo para resolver las necesidades humanas. Al contrario de lo que sostiene Fernández, no hay capitalismo productivo y el Estado capitalista en esta fase de agotamiento del sistema incentiva la especulación. Todas las medidas de aliento a los capitalistas para que sus empresas “produzcan” terminan en gran parte en la rueda de la especulación financiera.

Un ejemplo escandaloso, y que es una de las causas de la actual crisis del país, es el rendimiento de la deuda estatal en Leliq durante 2019. El sistema bancario del país ganó durante 2019, sólo hasta agosto de ese año(6), la escandalosa suma de 430.000 millones de pesos en intereses de esa deuda. Para cubrir esta especulación se dejaron de construir 33.000 viviendas cada mes. Pero no sólo el gobierno de Macri es responsable de esto. Al contrario: en la negociación de la deuda en moneda nacional, el gobierno de Fernández reconoció toda la deuda contraída por el gobierno macrista. Y bajo este gobierno, el Banco Central sigue financiando los gastos de la pandemia con el mismo instrumento: las Leliq. La única banca que no estará atada a la especulación financiera es una banca estatal única que oriente el ahorro y el crédito nacional al financiamiento del plan económico democráticamente elaborado.

Monopolio estatal del comercio internacional. Entre los mitos de los países dependientes como el nuestro está siempre la expectativa del buen precio internacional de algún producto básico minero o agroindustrial y el aumento exponencial de la extracción del mismo, incluso amenazando y dañando gravemente el medio ambiente con agroquímicos, minería a cielo abierto, modificación arbitraria de los cursos de agua, entre otros daños a menudo irreparables por siglos. Pero así se produce un saqueo colosal para la ganancia de transnacionales y grandes grupos privados, convirtiendo las tierras, los bosques, los ríos y las montañas en divisas que fugan. Sucede parecido con la importación de mercancías terminadas o insumos para la industria local que también están al servicio de las ganancias, como por ejemplo el eje Mercosur de la industria automotriz.

El comercio internacional tiene que estar subordinado al plan central para cubrir las necesidades humanas. Y por eso debe ser monopolizado por el nuevo Estado de los trabajadores. La planificación decide las necesidades de importación y la capacidad de exportación sin dañar el ambiente. Porque inclusive en el proceso transicional en que se logre imponer dicho plan, si el comercio internacional sigue en manos de las corporaciones nos arrastra a crisis como la actual. Por ejemplo, en los últimos 20 años solo en tres de ellos no hubo superávit comercial. El excedente de casi 200.000 millones de dólares en ese período no impidió el aumento de la deuda externa ni la fuga de capitales. Y mucho menos, resolver de manera estructural alguno de los graves problemas del país, en salud, educación, salarios, vivienda y demás. Por el contrario, menos de 100 empresas y menos del 1% de los ciudadanos acumularon, en ese mismo período, la mayor parte de los 400.000 millones dólares fugados del país.

La cuestión de la tierra. El fracaso de la oligarquía argentina, a pesar de la añoranza de los liberales seniles como Milei, se asienta en su enriquecimiento a costa de la tierra expropiada a las naciones originarias y la integración al mercado mundial dependiente de Inglaterra. Los terratenientes y ganaderos, la clase con olor a bosta, cumplió parcialmente con las condiciones previas de la construcción de un país capitalista moderno. Solo cumplió una de las condiciones de la acumulación originaria capitalista: la ocupación de las tierras por medio de la desposesión violenta de los ocupantes anteriores que habitan el territorio antes de la conquista. Sólo para tomar un ejemplo, Julio Argentino Roca, el presidente argentino héroe de esta oligarquía, repartió entre las familias oligárquicas 41 millones de hectáreas útiles para la producción ganadera y agropecuaria. Pero no completó otra parte de la formación de un capitalismo moderno, proceso que han realizado más tarde o más temprano todos los países desarrollados. Esta última consta de la realización de una reforma agraria que genere una clase productora que haga de base para el suministro para el desarrollo de una base industrial.

Según el censo nacional de 2019 la extensión de hectáreas dedicadas a la producción agropecuaria alcanza los 206 millones de hectáreas(7). En esas tierras es donde se produce el saqueo del país por parte de un puñado de corporaciones.
El debate sobre el tema de la propiedad, el tipo de producción y la ocupación de la tierra tiene que estar íntimamente asociado al plan nacional. El debate sobre la propiedad de la tierra, la utilización productiva de la misma, merece un texto aparte que refleje más a fondo nuestra opinión sobre este tema crucial, este es sin dudas uno de los grandes debates pendientes en el país.

La limitación en la extensión de este texto nos obliga a postergar otro de los grandes debates nacionales: cómo poner al servicio de un plan nacional democráticamente elaborado la ciencia, el cuidado del ambiente, el desarrollo tecnológico, la cultura, la salud pública y la educación en todos sus niveles. La importancia de cada una de estas áreas para el plan integral hace que merezcan también un trato más en profundidad, dejando en claro que se trata de desmercantilizar todos sus productos.

La dimensión de la crisis capitalista actual no hará sino profundizarse. Esto abrirá las condiciones para nuevos estallidos revolucionarios, no solamente en nuestro país sino en América Latina de conjunto. El Presupuesto 2021 presentado por el gobierno del Frente de Todos (ver nota pág. 3) es la hoja de ruta que muestra que no piensa atacar ninguno de los problemas del país, ni los de coyuntura ni los estructurales. Por eso hay que prepararse para nuevas y fuertes confrontaciones, ya que se trata de la disputa por la renta nacional. O sigue en manos del 1%, provocando más penurias y miseria para las mayorías trabajadoras, o empezamos a construir un país y un modelo de ruptura con el capitalismo que comience a dar pasos de transición al socialismo.

1. Este número surge de estudiar el informe del INDEC sobre aumento de desempleo y fuerza laboral que no busca empleo por la pandemia.
2. INDEC.
3. http://lis-isl.org/2018/09/15/argentina-crisis-de-la-deuda-y-acuerdo-con-el-fmi-camino-a-un-nuevo-colapso-del-modelo/
4. https://www.impulsonegocios.com/la-cantidad-de-viviendas-ociosas-en-argentina/
5. https://www.lanacion.com.ar/propiedades/por-que-deficit-habitacional-es-cuatro-millones-nid2269438
6. https://www.agenciapacourondo.com.ar/economia/timba-financiera-en-2019-los-bancos-ganaron-430-mil-millones-gracias-las-leliqs#:~:text=Timba%20financiera%3A%20en%202019%2C%20los,Agencia%20Paco%20Urondo%20%7C%20Periodismo%20militante&text=En%20los%20%C3%BAltimos%2012%20meses,por%20encima%20de%20la%20inflaci%C3%B3n.
7. INDEC, CNA 2018.

 


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