En 2008, Zeynep Celaliyan, una activista kurda por los derechos de la mujer, fue arrestada por agentes del Servicio Secreto de la República Islámica de Irán. En la prisión de Kermanshah fue sometida a intensas torturas.
A inicios de 2009, imputada de ser militante del Partido por una Vida Libre de Kurdistán, fue acusada de ser moharebeh (enemiga de Dios), enjuiciada sin ningún derecho a defensa y en unos pocos minutos condenada a muerte. Fruto de la presión de organizaciones humanitarias, a fines de 2011 la Corte Suprema iraní cambió su condena a muerte por la de cadena perpetua.
Esta cruel persecución es parte de la represión que los Estados de Irán, Turquía, Irak y Siria ejercen en forma cotidiana sobre el pueblo kurdo y sus organizaciones populares. La población kurda se encuentra distribuida en el territorio de esos cuatro países y desde hace siglos viene luchando por su reconocimiento como nación, con territorio, lengua, identidad étnica y cultural propias.
Hoy Zeynep se encuentra en un estado de salud muy crítico: perdió la vista en un ojo, corre riesgo de perderla en el otro, sufre sangrados internos y problemas intestinales, todo agravado por las torturas. Las autoridades iraníes la mantienen alejada de sus familiares y además le niegan toda asistencia médica y medicamentos.
Ante este brutal avasalla-miento a los derechos humanos, la Oficina de Mujeres Kurdas por la Paz (CENI), con sede en Düsseldorf, Alemania, inició una campaña solidaria internacional.
En ese sentido, la semana pasada nuestra compañera Vilma Ripoll se entrevistó con funcionarios de la embajada iraní en Buenos Aires y esta semana nuestro diputado Alejandro Bodart presenta en la Legislatura porteña un proyecto de declaración reclamando por la vida y la libertad de Zeynep Celaliyan. ¡Solidaridad con Zeynep! ¡Libertad a todos los presos políticos kurdos! ¡Pleno derecho a la autodeterminación del Kurdistán!
P. V.
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