Macri, sacudido por olas verdes

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Marea verde. El 8 de agosto el Senado vota la ley de aborto, aprobada con media sanción en Diputados. Por ahora habría empate entre los votos a favor y en contra, quedando unos cuantos indecisos. La vicepresidenta Michetti derrapó mal, rechazando el aborto incluso en casos de violación. Pero la ola feminista verde que viene inundando las calles no va a aflojar hasta conquistar ese derecho tan adeudado. Además, al gobierno lo está sacudiendo otra verde, que amenaza con llevárselo puesto: la del dólar, que días atrás estuvo a punto de romper la fatídica barrera de los 30 pesos.

El modelo se fue al carajo. El gobierno parece haber quemado todos sus fusibles, pero no logra apagar el cortocircuito de la economía. Vaciaron las reservas y llevaron los intereses de las Lebac al 60% para intentar retener el dólar, pero se siguió escapando. El equipo económico fracasó, volaron a figuras claves como Sturzenegger y Aranguren, y pusieron a Dujovne de superministro. Tampoco dio resultado. Buscaron y lograron un acuerdo con el FMI, que otorgó un préstamo récord al país para proteger al gobierno de Macri, pero ni eso le bajó un cambio a la tormenta política y económica. El apoyo del embajador yanqui tampoco recuperará la confianza popular en el gobierno.

No hay confianza. El problema de fondo es que quienes tienen los dólares, los capitalistas que operan acá y los bancos y grandes empresarios que invierten desde afuera, pierden confianza en el gobierno. No ven que pueda hacer los deberes y entonces llevan su plata a destinos más seguros. Esos deberes son ajustar y flexibilizar aún más el mercado laboral argentino para que sea más rentable producir. La burguesía esperaba del gobierno una política de shock ni bien asumiera y luego aceptó que «el cambio» fuera gradual, pero el fracaso de la reforma laboral en diciembre los convenció de que Macri no la va a lograr. El acuerdo con el FMI es condicional a que imponga ese ajuste. El gobierno debe bajar el déficit fiscal a 1,3% en 2019 y a cero en 2020 -entre otras condiciones- para recibir las siguientes cuotas del préstamo. Pero el capital, siempre especulativo, especula que es poco probable que Macri cumpla con el Fondo y comienza a buscar alternativas para las presidenciales del año que viene.

Mauricio Sampaoli. Macri está como el DT de la selección: cuestionado por los propios y rechazado por el público. Perdió diez puntos en las encuestas por las protestas de diciembre. Aquellos cacerolazos marcaron, además, un cambio cualitativo. La clase media porteña, columna central de su base social, lo empezaba a abandonar. Perdió otros 10 puntos con la corrida del dólar y sigue la dinámica a la baja. El acuerdo con el FMI es un punto sensible. Millones de argentinos, incluso sin comprender a fondo de qué se trata, tienen claro que la inestabilidad del dólar y la presencia del Fondo son malos augurios. Cuando se hace cada vez más difícil llegar a fin de mes incluso para la clase media, el «consejo» de Carrió de dejar propina y mantener las changas cae como una patada al hígado.

El fuego viene de abajo. El origen de las desgracias de Macri está en la lucha de clases. Fue la resistencia obrera y popular a sus primeras medidas la que frenó su plan y lo enfrentó ante cada paso en el «gradualismo». El triunfo en las legislativas del año pasado le hizo creer que finalmente había logrado el respaldo político para avanzar, pero cuando intentó hacerlo con las reformas laboral, fiscal y jubilatoria en diciembre, el movimiento de masas salió a la calle y lo derrotó. Ahora volverá a la carga con el apoyo y la presión del FMI, pero nada indica que el pueblo trabajador se lo permita. La fortaleza del pueblo argentino es, al fin de cuentas, lo que convence a la burguesía de que este gobierno no tiene la capacidad suficiente para imponer sus planes de ajuste y entrega.

Así no va más. Los mismos que se postulan como recambio -los muchachos del PJ- sin embargo, sostienen al gobierno en sus reiterados intentos por aplicar el ajuste. Lo critican, pero están en plena negociación para aprobarle el Presupuesto 2019, que es el plan de gobierno. Y los dirigentes de la CGT vienen de convocar, obligados por una presión insoportable de abajo, el paro del 24J que hicieron sin movilización ni continuidad, para intentar descomprimir. A pesar de esa burocracia, el paro fue contundente, y desde la izquierda, impulsados por la unidad lograda en el plenario combativo de Lanús, lo hicimos activo con cortes en todo el país. Hay que pelear por darle continuidad a la lucha y también extender la unidad al plano político. El ajuste, Macri y el FMI no van más. Hacen falta elecciones anticipadas para que el pueblo decida el rumbo a seguir y una Asamblea Constituyente libre y soberana para refundar el país sobre nuevas bases. Para encarar estos desafíos, urge una alternativa política unitaria de toda la izquierda y los sectores populares que acordemos un programa antiimperialista y anticapitalista. Por esa salida trabaja el MST.

 


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