La ESMA no es un quincho

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El pasado martes 8 hicimos un vibrante acto unitario frente a las puertas del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, a cargo del ministro Julio Alak, ayer firme menemista, hoy firme kirchnerista y además promotor de la represiva «Ley Antiterrorista».
Entre numerosos luchadores de derechos humanos, allí estuvimos desde el MST con Vilma Ripoll junto a Cachito Fukman, Carlos «El Sueco» Lordkipanidse, Margarita Cruz y otros compañeros de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos; Madres de Plaza de Mayo como Elia Espen y Mirta Baravalle, Pablo Micheli y Carlos Chile de la CTA, Miguel Bonasso, Patricia Walsh y otros referentes de izquierda y de organizaciones sociales. Hubo numerosas adhesiones, entre ellas las de Norita Cortiñas, Pino Solanas y Alejandro Bodart. Desbordamos las vallas policiales y cientos de personas colmamos la calle y ambas veredas.
Juntos repudiamos la torpe utilización política que el gobierno K viene haciendo de la ex Escuela Superior de Mecánica de la Armada y exigimos la renuncia inmediata de Alak, que en diciembre organizó un asado y brindis en el mismo lugar en donde la dictadura militar detuvo, torturó y asesinó a más de 5.000 compañeros y compañeras. Para colmo, mediante presiones, Alak obligó a ir a ese acto oficialista a los trabajadores de su Ministerio, como bien lo denunciaron los compañeros de la Junta Interna de ATE.
El «asadito» de Alak despertó negros recuerdos. ¿Qué hacían los genocidas en la ESMA cuando llegaban compañeros asesinados antes o que morían allí por las torturas? Si era miércoles, los cargaban en los vuelos de la muerte y los tiraban al Río de la Plata. Si era otro día, los quemaban con neumáticos en el campo de deportes, en lo que llamaban los «asaditos».
La ESMA debe ser un lugar de memoria, de conciencia y de reivindicación de los compañeros y de su lucha. Por el contrario, con la excusa de «resignificarla», el gobierno la transformó en un verdadero quincho, en una kermesse oficialista en donde hacen asados, clases de cocina, murgas, el cable infantil Paka Paka, funciones del payaso Cacatúa… cualquier cosa. Pero si es por «resignificar», como bien dijo Vilma, ¿por qué no abren una sala de partos en donde parían las secuestradas o una sala de primeros auxilios en donde se torturaba?
El gobierno K no tiene vergüenza. Bastardea la memoria de los 30.000 compañeros detenidos-desaparecidos. Estando en curso los juicios a genocidas, la ESMA es todavía un lugar de prueba. Tiene que ser patrimonio del pueblo, no del gobierno.

 Pablo Vasco

alak


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