La Rebelión de Brasil y sus consecuencias en Latinoamérica

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Brasil vivió 20 días de una intensa rebelión juvenil y popular. Surgieron muchas expresiones en las calles, “queremos educación y salud padrón FIFA”, criticando los faraónicos estadios mientras no hay salud y educación. Se escuchó masivamente el reclamo de “no nos representan”, refiriéndose a los políticos y los viejos partidos del establishment. Y también la consigna hecha bandera “ganamos las calles y no saldremos de ellas”. Brasil ya nunca volverá a ser igual. Con este artículo nos proponemos analizar el proceso en curso en ese país y a la vez sus repercusiones continentales

Los 20 días transitados por el pueblo de Brasil valen por años y la movilización ha producido un salto en la conciencia de las masas. Grandes sectores rompieron con el “modelo petista de gobernar” basado en pequeñas concesiones a los sectores en estado límite de pobreza, mientras se continúa beneficiando cada vez más a los bancos y grandes corporaciones. La gran bronca fue con los gastos de la Copa Fifa 2014. No se decía exactamente esto, pero era lo que objetivamente se pensaba. ¿Por qué va a ser Ike Batista (el empresario más rico de Brasil y muy bien rankeado entre los ricos del mundo) u Odebretch (la gran multinacional brasilera) que se beneficia con las riquezas de nuestro país construyendo mega estadios y condominios de lujo, cuando millones de brasileros sufren por el transporte público, los servicios precarios de salud, la inseguridad y los salarios bajísimos. ¿Porqué seguir creyendo en la TV Globo, el partido político más importante de la burguesía brasilera? Tenemos que creer en nosotros mismos.

Al desatar la represión contra las movilizaciones, el gobierno de Dilma no consiguió otra cosa que echar más leña al fuego. El proceso dio un salto de cantidad y el día 19 hubo dos millones de personas en las calles. El gobierno quedó contra las cuerdas y tuvo que dar las primeras concesiones en los precios del transporte. Esto es significativo para fortalecer el proceso; la gente se moviliza y gana.

Este salto en la movilización y en la conciencia cambia muchas cosas. No solo abre una nueva situación en Brasil, el país subpotencia de Latinoamérica, sino que tiene un gran impacto y grandes consecuencias en todo nuestro continente y el mundo.

La situación mundial entró en el continente

Desde fines de la década del 90 y hasta el 2005 Latinoamérica vivió intensos levantamientos en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela donde se derrotó el golpe de estado contra Chávez como bisagra favorable al movimiento de masas a escala continental. Latinoamérica fue vanguardia en vivir procesos revolucionarios y con estas luchas se adelantó al nuevo período histórico que se abrió con la crisis económica del 2007/8 y las revoluciones árabes del 2011. Surgieron gobiernos nacionalistas independientes del imperialismo (Bolivia, Ecuador, Venezuela) y en ese proceso cayó el ALCA. Brasil, que con el triunfo de Lula podría haber sido parte de ese proceso, prefirió seguir el curso neoliberal del anterior presidente Cardoso.

Con el “viento de cola” que se vivió gracias a los altos precios que consiguieron sus materias primas, los gobiernos latinoamericanos pretendieron instalar la idea de que mientras Europa y EEUU se hundían en la crisis nuestros países iban bien y estaban “blindados”. Dilma Rouseff en muchos fórums reprendió la inexperiencia o falta de responsabilidad de los grandes países en enfrentar la crisis mientas mostraba que aquí había una buena gerente. Con su peso económico Brasil aumentó el rol sub imperialista en el continente gracias sus multinacionales. También jugó un papel clave como contención de los procesos bolivarianos. Esto lo ha podido hacer no solo por el peso económico sino porque contaba con el prestigio de Lula quien con una mano abrazaba a Chávez y con la otra le ponía sus condiciones para poder tener seguridad para las inversiones de Petrobras y Odebretch.

La rebelión de Brasil mostró que el proceso de movilizaciones que se abrieron a fines de los 90 en Latinoamérica no estaba cerrado. Y al mismo tiempo abrió una nueva situación todavía no definida pero ahora mucho más ligada al ritmo de los acontecimientos mundiales. La situación económica comienza a deteriorarse seriamente, Brasil está comenzado a ser ahogado por su deuda al punto que destina casi el 50% de su presupuesto al pago de los intereses.

En ese cuadro ubicamos también a la Argentina que ahora atraviesa una coyuntura electoral pero que puede expresar el fin del ciclo kirchnerista como expresión política hegemónica en este país sin que la burguesía tenga un recambio sólido y por tanto abrirse un período de agudización de las luchas y realineamientos políticos.

Los indignados de Brasil tienen una relación con los indignados de Europa y la revolución árabe, que acaba de dar prueba de su vitalidad. Nuestro continente se acompasa con el mundo y empalma después de haber vivido al inicio de la década un gran período de movilizaciones revolucionarias. Lo que se viene será de grandes oportunidades para quiénes levantamos un programa antiimperialista y anticapitalista ya que el ciclo de los nacionalismos de izquierda o gobiernos bolivarianos también empieza a agotarse, no obstante reubicarse correctamente en hechos como el asilo ofrecido a Snowden por Venezuela y Bolivia.

Como se sitúa la izquierda latinoamericana en esta nueva situación

En los últimos años hubo un período de “adormecimiento”, una burocratización de los procesos bolivarianos donde sectores de izquierda se amoldaron a la institucionalidad conquistada. Y en Brasil, (que por cierto no tiene un gobierno bolivariano) la CUT y muchas organizaciones sociales, incluso el MST –Movimiento Sin Tierra-, se adaptaron al “modo petista de gobernar”. (No por casualidad se quemaron banderas rojas del PT cuando de manera oportunista y ridícula intentó sumarse a las movilizaciones). Nuestra corriente nunca dejó de ser crítica a la burocratización en Venezuela, y desde el primer momento -como respuesta a la degeneración del PT-, estuvo dentro de la construcción del PSOL en Brasil. Sin embargo, esa independencia crítica no nos impidió actuar desde la realidad viva de procesos como el bolivariano y evitar el testimonialismo sectario de pequeñas corrientes que se afirman en el aislamiento y la autoproclamación sin tener ningún desarrollo continental –como el PO en Argentina, por ejemplo.

Con la muerte de Chávez se abrieron interrogantes sobre qué pasaría en nuestro continente. Ahora Brasil dio la respuesta; el proceso no solo continúa sino que entramos en un nuevo período con nuevas características en el cual los antiimperialistas y anticapitalistas tenemos nuevos desafíos. Estamos entre los que veníamos planteando que Latinoamérica era parte de la situación mundial y que la crisis llegaría. Por eso, dentro de nuestras posibilidades tendimos puentes con los procesos más avanzados de Grecia, Túnez, Egipto, Portugal y el Comité Ejecutivo de la IV internacional. También apostamos a que la juventud (como ya lo estaba haciendo en Chile) jugaría un papel protagónico central. A fines de marzo de este año las juventudes vinculadas a nuestra corriente construyeron un campamento internacional que convocó a dos mil jóvenes de diez países. Esto alentó a los jóvenes de Juntos de Brasil que estuvieron en la primera línea como vanguardia con otras organizaciones y militantes de la rebelión que se vivió en Brasil. Y seguramente también aportó para que en Venezuela se hiciera un exitoso Encuentro Nacional de la juventud de Patria Socialista.

De lado de la movilización y la construcción de alternativas anticapitalistas

Se abrió un período en el que nuevos procesos como el de Brasil van a ocurrir en nuestro continente. En ellos hay una sola opción para ser antiimperialistas y anticapitalistas. Es improbable que la derecha gane las calles como ocurrió en algunas oportunidades en Venezuela. Si sale tendremos que salir contra ellos, pero lo más probable de aquí en más es que sean los jóvenes y los trabajadores luchando por sus reivindicaciones en genuinas movilizaciones autoconvocadas, como viene sucediendo en el mundo y como pasó en Brasil. Hubo un intento de calificar a la movilización como golpista lo que cayó por su propio peso. Ese país también dejó una lección: que la disputa de la dirección del movimiento no se hace agitando con lógica de aparato centralmente las banderas del partido sino prioritariamente las banderas más avanzadas de la movilización. Nuestra corriente se ubica de ese lado, procurando por todos los medios que al mismo tiempo que progresa el sano espontaneísmo que hay en las movilizaciones, se avance en la construcción de una alternativa anticapitalista de masas como opción política para un salida de fondo.

Pedro Fuentes y Mariano Rosa

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