El procesamiento del vicepresidente ha significado un golpe al gobierno. A su vinculación cada vez más clara con el grupo de inversores que se quedaron con la ex – Ciccone, ahora se le agregan otras denuncias por falsificación de firmas.
Boudou pasó de pedir la televisación de las audiencias y la realización de un acto bastante pobre a pasearse varios días fuera del país. Luego, insólitamente fue el orador del gobierno, en reemplazo de CFK, en el acto del 9 de julio en Tucumán. Impresentable.
Aunque quieran disimular, lo cierto es que en la Rosada debaten qué hacer. Deben defender al vice de alguna manera, porque la cuestión puede no detenerse en él y seguir subiendo. En medio de los problemas de la economía, los tironeos con los buitres y una campaña electoral apenas amainada por el Mundial, lo que menos necesita el oficialismo nacional es que la sangre llegue al río.
Esa misma preocupación es la que está detrás del juicio político al fiscal Campagnoli, más allá de que este señor no sea una carmelita descalza ni le tengamos algún tipo de confianza.
Los nubarrones y choques en el “frente judicial” confirman la acentuada debilidad del espacio político gobernante y su dinámica de final de ciclo. Y que, por eso mismo, quienes antes hacían la vista gorda ahora se despegan y los investigan. En el mismo sentido debe colocarse la reciente aprobación de la ley de Responsabilidad Estatal, por la cual es casi imposible accionar judicialmente frente a cualquier abuso del poder de turno.
Mientras millones no llegamos a fin de mes, la vida que tienen Boudou y sus socios, con autos y motos de lujo, enormes departamentos en Puerto Madero y grandes casas en el exterior, son un verdadero insulto para el pueblo trabajador, que todos los días tiene que oír discursos supuestamente progresistas y populares. O ahora observar durante los partidos de la copa del mundo interminables publicidades del gobierno, que hablan de un país donde está todo bien y mejoramos sin parar. Por eso se multiplica la bronca.
Entendemos y compartimos ese malestar. Pero para encarar el problema hay que escapar de cualquier análisis que pretenda tomar a Boudou aislado de su función, del espacio político al que responde y de los intereses económico-sociales que defiende.
Eso es lo que los políticos del sistema no quieren debatir. Porque tendrían que reconocer que la corrupción es parte de este capitalismo de saqueo. Saldría a la luz que los grandes empresarios necesitan gobernantes que les garanticen sus negociados. Y para conseguirlo trabajan con los viejos partidos como el PJ, la UCR o las versiones modernas como el PRO, el massismo, etc., que cuando llegan al poder les votan las leyes o implementan medidas que les permitan seguirse enriqueciendo a costa de la mayoría.
Y por esos “servicios”, reciben su parte. Por eso, desde tiempos inmemoriales vemos casos de corrupción en el poder.
Para atacar la corrupción, es fundamental tomar medidas que terminen con la impunidad y castiguen duramente a quienes se enriquecen con dinero público. Se tienen que eliminar los fueros a todos los funcionarios, para poder investigar cuando sea necesario. En caso de comprobarse accionar corrupto, hay que avanzar con el embargo de los bienes personales y la cárcel común para los culpables. También hay que habilitar la revocatoria de cualquier mandato, desde el presidente hasta un concejal, para que el pueblo pueda sacarse de encima a los corruptos, mucho antes de que culmine el mandato. Todo esto vale para Boudou que debe irse y pagar por sus responsabilidades. Como también vale en otros casos.
Naturalmente, mientras tengamos gobiernos que defienden a los capitalistas y ajustan al pueblo la corrupción seguirá creciendo. Por eso venimos proponiendo construir una alternativa unitaria de toda la izquierda política y social, para disputar en un corto tiempo el gobierno del país. Llamamos a todos los que quieren terminar con la vieja política y transformar la realidad a organizarse con el MST Nueva Izquierda para pelear por estas propuestas.
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