El último que apague la luz. Fútbol: ¿crisis terminal?

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La crisis en la AFA parece no tener límites. Disputas, intervención y ahora sin selección. ¿Hay salida?

Luego de la escandalosa (y frustrada) elección, se vino la intervención judicial y de la FIFA, el cúmulo de deudas, la incertidumbre sobre los torneos y la batalla interminable entre los mercaderes de cada club por la repartija del negocio por venir.
En este escenario los “fracasos” deportivos, la renuncia de Messi y Martino y la participación en los Juegos Olímpicos son las imágenes públicas del descalabro.

Que se vayan todos, que vuelva el fútbol

Los dirigentes de los clubes de fútbol argentino, la mayor parte empresarios ligados a los partidos tradicionales, son unos verdaderos delincuentes. Durante años se mantuvieron a la sombra de Grondona, desarrollando la actual estructura de “deporte-espectáculo” al servicio del capital. Los intermediarios y grandes especuladores se enriquecían con las ventas de jugadores y los negocios asociados mientras los clubes se hundían cada día más, volviéndose dependientes de los recursos estatales o brindados por la propia AFA y que servían al mismo tiempo como disciplinadores políticos.
Estos mismos delincuentes son los que hoy, muerto el rey, se disputan la corona y el “modelo” en el medio de una crisis sin precedentes donde los únicos que pagamos los platos rotos somos los hinchas, cansados de ver como embarran la pelota los que en su vida jamás se pusieron unos cortos.
Como lo dice el propio Segura “no hay solución para el fútbol argentino”. Claro, mientras siga en manos de estos parásitos, desde el primero hasta el último se tienen que ir y somos los hinchas los que tenemos que recuperar la manija, eligiendo por voto directo las autoridades, promoviendo una auditoría independiente que establezca responsabilidades y haga pagar a los responsables de la estafa con sus bienes. Junto con esto hay que construir un modelo de fútbol que ponga el eje en el desarrollo de los pibes y la juventud y no en las ganancias de unos pocos, el deporte al servicio de un proyecto social alternativo y no al servicio de abastecer al “Olimpo” europeo o local, donde un pibe de 28 años se vuelve el responsable de todos nuestros males porque patea mal una pelota.

Ni renunciar, ni abandonar: pelear para dar vuelta todo

Una selección que depende de una asociación en crisis, dirigida por delincuentes y con el objetivo puesto en el lucro, sin continuidad deportiva, ni proyecto de inferiores, ni nada por el estilo, viene saliendo segunda en las últimas competencias disputadas. Es indudable que esto se debe al potencial desarrollado por un grupo de individualidades, de futbolistas de una generación entrenados en los más altos estándares del fútbol mundial que cada tanto se ponen una misma camiseta.
En este escenario, el fracaso no es salir segundos: el fracaso es sostener un esquema que difícilmente pueda conducir a resultados diferentes.
Podemos debatir si Messi deja o no deja todo, si Martino es el mejor o un técnico horrible, pero lo que no se puede esconder es que la selección es hoy una máquina de picar carne que expresa de forma rotunda la crisis el modelo del fútbol local y la conducción de la AFA.
Las grandes glorias deportivas sucumben ante el gobierno irracional del capital, renuncian los jugadores y los técnicos que, nobleza obliga, pueden hacerlo sin mayores problemas ya que son millonarios que viven de otra cosa. Los que no renuncian nunca son los mercaderes que viven del negocio y mucho menos renunciamos nosotros, los que entendemos que es un juego, apasionante, pero juego al fin. Los que nunca sacamos sino que ponemos plata, para ver a nuestro equipo, para jugar una hora a la semana con los compañeros de trabajo o estudio.
Nosotros los hinchas, los amateurs, los que no especulamos, tenemos que recuperar el fútbol. No para salir primeros, sino para que sirva para darle alegría y perspectiva a nuestros jóvenes, para que sea un momento de encuentro con amigos y compañeros. Porque para eso son los juegos ¿o no?
Como decíamos tiempo atrás, recuperar el fútbol es democratizarlo para que sean los socios de los clubes los que tomen las decisiones, es desmontar la idea de que un pibe se puede comprar o vender. Recuperar el fútbol es terminar con su mercantilización realizando auditorías en todos los clubes con comisiones independientes formadas por los socios y trabajadores, castigando duramente los casos de corrupción. Recuperar el fútbol es apostar a usarlo como arma de inclusión masiva, invirtiendo para que no sea uno en un millón el que se salva. Recuperar el fútbol es transformar las relaciones sociales, para que la pasión no se utilice para justificar a los matones a sueldo de los viejos políticos y burócratas sindicales. Recuperar el fútbol es ir contra el capitalismo.

Martín Carcione

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