La izquierda norteamericana

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Mientras Hillary, Obama y el Partido Demócrata transmiten un mensaje conciliatorio de «darle una oportunidad» a Trump en pos de una transición tranquila, miles de estadounidenses vienen tomando las calles día tras día contra el presidente electo y preparan una gran marcha al Capitolio, en Washington, para cuando asuma el 20 de enero. En medio del revuelo, la izquierda y el activismo debaten qué pasó y qué hacer.
El proceso electoral reveló un profundo malestar y una aguda polarización en la sociedad estadounidense. Ya en las primarias se expresó un masivo rechazo al establishment político y económico, responsable de los padecimientos de la gente. Trump le dio un cauce a los sectores más atrasados, mientras Bernie Sanders canalizó la energía de un ascenso que viene confrontando a Washington y Wall Street. Pero los demócratas enterraron la candidatura de Sanders y se unificaron detrás de Clinton, la representante más genuina de ese establishment, allanándole así el camino a Trump. En agosto una encuesta de Genforward pronosticaba que la mitad de los votantes de Sanders no apoyarían a Clinton.

La lucha continúa

El ascenso que se expresó en la campaña de Sanders, y su vanguardia de miles de jóvenes activistas radicalizados venían de antes y continúan ahora. Pasadas las elecciones, hay protestas diarias contra Trump bajo las consignas #FuckTrump y #NotMyPresident.
Fue el Occupy Wall Street, que se extendió por todo el país desafiando al 1%. Fueron las puebladas y movilizaciones masivas del Black Lives Matter (las vidas negras importan). Fue la campaña nacional por el salario mínimo de 15 dólares la hora, la huelga docente de Chicago y la ocupación de la Legislatura de Wisconsin. Allí se templó la camada de rebeldes más extensa y radicalizada que haya surgido en EE.UU. en largas décadas.
En las primarias, gran parte de estos activistas, incluso algunas organizaciones de izquierda como Socialist Alternative -que ganó una banca en el Concejo Deliberante de Seattle en 2013- o la revista Jacobin, impulsaron la campaña de Sanders. Otros, como la International Socialist Organization (ISO), se negaron a involucrarse en la interna demócrata y mantuvieron su apoyo al Partido Verde, que esperó a que terminara la interna demócrata para lanzar la candidatura de Jill Stein. Una vez que Sanders dio por perdida la primaria y apoyó a Clinton la división fue mayor, entre quienes impulsaron el voto a Clinton como «mal menor» frente a Trump y quienes se mantuvieron firmes en su rechazo a los dos candidatos de Wall Street.

El desafío político

En julio, coincidiendo con la Convención Nacional Demócrata que nominó a Clinton en Philadelphia, se celebró una Convergencia Socialista en la que coincidieron organizaciones y activistas políticos, sociales y sindicales -los que venían de apoyar a Sanders y los que no- para acordar una agenda de resistencia al bipartidismo neoliberal y respaldar la candidatura presidencial de Stein. Ésta recibió el apoyo de figuras como la actriz Susan Sarandon, entre otros. Aunque modesto, el 1% que logró Stein representa una triplicación de los votos que obtuvo hace cuatro años. Sin embargo, el punto central de la agenda que se propuso la Convergencia es la tarea de encarar una alternativa política independiente de los demócratas.
El sector que siguió a Sanders en su apoyo a Hillary rechaza ese rumbo. La ONG que fundaron después de las primarias, Our Revolution (nuestra revolución), propone continuar la estrategia de disputar la dirección del Partido Demócrata. Su eje es pugnar por candidaturas locales en dos años y apostar a otra figura como Sanders, posiblemente la diputada Elizabeth Warren, en 2020.
Hoy prima la unidad en la movilización contra Trump. Pero cómo se resuelva este debate sobre la estrategia a seguir va a ser la clave para que la movilización se profundice y surja una herramienta política del 99% para enfrentar a todo el establishment capitalista que millones repudian cada día más. En la medida que Trump desilusione a los millones que creyeron que su promesa de «hacer grande a América» implicaría alguna mejora en sus vidas, la existencia o no de una alternativa independiente por izquierda será decisiva.

Federico Moreno

 


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