Israel: un Estado nazi

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La actual invasión por parte del Estado de Israel del Líbano es un capítulo más de una serie de ataques, masacres y genocidios perpretados por este Estado en seis décadas de existencia. Al mismo tiempo fueron 60 años de resistencia de las masas palestinas y del pueblo árabe. Ni las guerras relámpagos, ni las operaciones sobre las poblaciones civiles, ni las propuestas de supuestas pacificaciones diplomáticas como la creación de dos Estados en las tierras palestinas, lograron estabilidad o paz para la región. Las que no se podrán lograr en la medida que no desaparezca el Estado de Israel y se ponga en pie una Palestina laica, democrática y no racista.

Nuevas palabras fueron conocidas por la humanidad entera al calor de la lucha del pueblo palestino por liberarse de opresión israelí, Intifada es una de ellas y una de las más bellas. También se repitieron viejos horrores sólo comparables al holocausto cometido por el nazismo Alemán que provocó la muerte de seis millones de judíos, y el exterminio de obreros y sectores populares de la izquierda.
Israel es al mismo tiempo un enclave alimentado económica y militarmente por el imperialismo norteamericano y un Estado racista y nazi. No se podrán evitar nuevas masacres si no le logra la destrucción de ese Estado. Las excusas para está última invasión son similares que para las anteriores. Según el imperialismo y el propio Estado de Israel, “el terrorismo islámico amenaza al mundo libre”, sin embargo esta falsedad fue quedando cada vez más al desnudo, al comprobarse con el paso del tiempo y de las sucesivas masacres, que la repuesta a esos “actos terroristas” denunciados, eran más brutales, desproporcionadas y sistemáticas. El caso de Sabra y Chatila en el año 82 en el mismo Líbano invadido hoy, donde fueron bombardeados campamentos de civiles desarmados, donde se alojaban en su mayoría, ancianos, mujeres y niños, provocó un quiebre en la conciencia mundial sobre la actuación de Israel.

La respuesta de la primera Intifada, y la reacción de repudio mundial que obligaron al retiro de las tropas genocidas fue seguida por la política de instalar dos Estados. Los acuerdos de Oslo y la Hoja de Ruta legitimados por la traición de la conducción de Yaser Arafat y la OLP, al abandonar su consigna de destrucción del Estado de Israel y la necesidad de una Palestina laica, democrática y no racista abrió el camino para esa política, inaplicable porque no reconocía los legítimos reclamos del pueblo palestino que demostró que estaba dispuesto a luchar contra ella. Así la provocación de Ariel Sharon al lastimar las creencias musulmanas violando la mezquita sagrada de Jerusalén desató la segunda intifada, que todavía continúa, y la ruptura y radicalización de las masas árabes, que fueron inclinándose hacia movimientos confesionales y el método de los ataques suicidas. Pero el hecho político relevante fue el fracaso de esa política de los dos Estados y de la llamada Hoja de Ruta.

La muerte de Arafat y la de Sharon, viejos enemigos que habían confluido en el intento reaccionario de la creación de dos Estados, allí donde solo hay lugar para Palestina, es un hecho simbólico. Y en un sentido la vuelta de la situación al punto de partida. Así Hamas gana el gobierno de los territorios palestinos, y Hezbollah se consolida como una fuerza de masas en la región. Sectores falsamente progresistas pretenden hacer un aprovechamiento canallesco del carácter islámico de estos movimientos de liberación para intentar presentarlos como un demonio igual al demonio del Estado sionista. Por otra parte desde la izquierda, por sectarismo hacia las organizaciones que se fue dando el pueblo árabe se cae muchas veces en el mismo error.
Las atrocidades que provoca el genocidio desplegado en la región por Israel son tan brutales que sectores cada vez más masivos de su propia población judía lo repudia y ya lo expresa en movilizaciones abiertas o en el movimiento de los objetores de conciencia.

Aquellos que como el PO en nuestro país se limitan a la denuncia de la agresión y a las necesarias medidas de unidad de acción para que cese la invasión y se detenga la masacre, sin plantear la salida de fondo, terminan capitulando a la política imperialista de exterminio nazi racista. Porque de la misma manera que no fue posible terminar los crímenes contra la humanidad de la Alemania nazi, sin terminar con el mismo Estado montado por el nazismo en ese país. No será posible terminar con las masacres que desarrolla las fuerzas armadas de Israel sin destruir el Estado sionista y luchar por implantar una Palestina Laica, democrática y no racista, donde convivan ciudadanos de diversas religiones o creencias. Las masas árabes han demostrado una enorme capacidad de lucha y sacrificio, y los palestinos en particular siguen buscando caminos para sacarse de encima a la bestia fascista nuestra tarea es ayudarlas en su lucha, solidariamente.

Carlos Miranda


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