La reciente Cumbre del Mercosur realizada en Córdoba tuvo un componente distinto a reuniones anteriores, dado por la presencia de Castro, Chávez y Evo Morales. Además del ingreso de Venezuela, el Mercosur aprobó un acuerdo comercial con Cuba que alivia parcialmente el bloqueo yanqui. Según Kirchner, “la reunión fue un éxito total”. A su vez Chávez afirmó que hay “un nuevo Mercosur” y Fidel agregó que “ahora es más combativo”. Muchos compañeros se preguntan si esto es realmente así. ¿Saldrá ahora América Latina de la miseria y la pobreza que sufren millones? ¿Seremos más independientes del imperialismo y las multinacionales? ¿Mejorará el nivel de vida de nuestros pueblos?
Escribe Vilma Ripoll, dirigente del MST
Es cierto que esta Cumbre tuvo aspectos distintos. Esto tiene que ver con causas de fondo: que en toda Latinoamérica, al calor de fuertes luchas, el movimiento de masas viene avanzando hacia posturas antiimperialistas y de izquierda. Esto ha llevado a que asuman nuevos gobiernos, como Chávez y Evo Morales. Así también pasa en Brasil, primero con el triunfo de Lula y ahora, ante sus traiciones, con el crecimiento de la candidata de izquierda Heloísa Helena (PSOL), que ya alcanza un 10% de intención de voto.
En este marco se da el acuerdo con Cuba: de 1.300 productos que no pagaban aranceles, ahora se pasará a 2.700. Para esa débil economía, que hace décadas sufre el criminal bloqueo del imperio yanqui, poder comerciar más con Argentina y Brasil es sin duda un alivio que defendemos. Pero no es una concesión, sino una deuda que los gobiernos tenían hacia el pueblo cubano. Y para valorar la Cumbre en su conjunto hay que medir su incidencia hacia toda la región y su población. En realidad, los gobiernos estuvieron muy por detrás de lo que la fuerza, las expectativas y las necesidades de los pueblos hubieran permitido. Hubo muchas palabras, pero no se concretó ningún cambio sustancial de progreso ni de verdadera soberanía antiimperialista.
Lo que se podía haber hecho
* En lo financiero.
Se promueve el “Banco del Sur”. Pero todo el continente está hipotecado al FMI, Banco Mundial, BID y bancos extranjeros. El nuevo bono argentino que avala Venezuela es más deuda para seguir pagando. ¡Los buitres financieros temblarían si se hubiera formado un Frente de Países Deudores para no pagar más esa deuda ilegítima y fraudulenta! Pero no se hizo.
En lo económico.
Se habló mucho de “integración energética”. Pero todas las economías están bajo dominio de las multinacionales, incluida la energía y más en Argentina con Repsol. Habría que nacionalizar el petróleo en todos lados. Bolivia lo hizo parcialmente y en Venezuela PDVSA es estatal.
Si PDVSA puede construir barcos en nuestro ARS y pasarle tecnología a la YPF boliviana, todas empresas estatales, también el Mega-gasoducto debería ser estatal e ir así a una integración energética sin pulpos imperialistas. Pero no hubo ninguna medida concreta contra el saqueo de esos monopolios. Tampoco contra las papeleras en Uruguay.
* En lo social.
Se habló de “la lucha contra la pobreza”. Argentina tiene 26.000 millones de dólares de superávit, Venezuela 40.000 y Brasil 70.000. ¡Hay recursos de sobra para asegurar trabajo, salario, vivienda, tierra, salud y educación a los millones que hoy sufren miseria y desempleo! Pero no se tomó ni una sola medida concreta para solucionar estos dramas sociales.
* En lo político.
Se habló de “democracia” y “derechos humanos”. Pero no se resolvió el retiro de las bases yanquis de Paraguay ni de las tropas argentinas y brasileras de Haití. Y ante el feroz ataque de Israel a Palestina y Líbano se emitió una declaración estilo “dos demonios”, y sólo se postergó en vez de cancelar definitivamente la firma de un acuerdo comercial Mercosur-Israel.
No hay que dejarse engañar. Lamentablemente, este Mercosur no es “nuevo” ni “combativo”. Incluso acuerdos previos más independientes -como el ALBA o el Tratado de Comercio de los Pueblos entre Chávez, Castro y Morales- quedan relativizados. Cada burguesía seguirá buscando su propio provecho y, entretanto, millones seguirán pasando privaciones.
La salida es luchar por medidas de fondo en cada país y coordinar la pelea a nivel continental: no pagar la deuda y romper con el imperialismo; anular las privatizaciones y reestatizar el petróleo y los principales recursos; nacionalizar la banca y el comercio exterior; impulsar una reforma agraria masiva, entre otros cambios estructurales a favor de los pueblos. Ésa es la única vía certera hacia la segunda y definitiva independencia de América Latina, rumbo al verdadero socialismo del siglo XXI.
Ver nota