Rusia exige cambios

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En Moscú, el 24 de diciembre de 2011, se realizó en la avenida Andrey Sajarov un acto popular “por elecciones limpias” del que participaron más de 100 mil personas.

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Anatoly Matvienko,desde Bielorrusia

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Según varias encuestas de los medios de comunicación rusos, el principal hecho de 2011 es la actividad política del pueblo ruso. Las elecciones parlamentarias del 4 de diciembre sacudieron a la sociedad por su cinismo político y su violación de normas democráticas. De principio a fin, la campaña preelectoral se desarrolló bajo presión y control del Kremlin gobernante. El partido del poder Rusia Unida extorsionó abiertamente a los votantes, los dirigentes de las empresas estatales y del sector privado. En todo el país hubo casos de violación de la legislación electoral y fraude en los resultados. Pero pese a todos los intentos por ganar la mayoría, Rusia Unida perdió el apoyo de muchos electores, sacando ahora mucho menos de lo que sacó en 2007. Aun así, la oposición no pudo destruir el monopolio del poder de Rusia Unida.

Gracias a los recursos estatales el partido del poder ganó, pero el prestigio del Kremlin sufrió una gran derrota. Lo rechazan tanto los trabajadores y la clase media como los representantes del gran capital alimentado por el propio sistema. El evidente fraude de los resultados conmovió a toda la población de Rusia. Hubo una ola de protestas en todo el país. En Moscú, San Petersburgo, Vladivostok, Novosi-birsk, Chita, Barnaul, Gorno-Altaisk y otras ciudades, miles y miles de personas participaron en las marchas “por elecciones limpias”. El odio al gobierno, envuelto en robos, corrupción y mentiras, unió a toda la gente sin distinción de credo político o situación social. El 10 de diciembre en la plaza Bolotnaya de Moscú se reunieron más de 40 mil personas. Hubo representantes de distintos partidos y movimientos, de izquierda a ultraderecha, más allá de los desacuerdos ideológicos. Los participantes exigían libertad a los presos políticos, anulación de las elecciones fraudulentas, dimisión del jefe de la Comisión Electoral Central Vladimir Chúrov, reconocimiento de los partidos opositores y nuevas elecciones.

El 24 de diciembre, plazo dado por los manifestantes de la plaza Bolotnaya al poder para cumplir las exigencias, la gente volvió a las calles de Moscú, San Petersburgo y otras ciudades. En Moscú se reunieron más de 100 mil personas. Los ciudadanos rusos demostraron al Kremlin que no son esclavos rendidos, sino toda una sociedad preocupada por los intereses del país y responsable por su futuro.

Nueva revolución rusa

Muchos analistas políticos bautizan estos hechos en Rusia como el inicio de la nueva revolución rusa, aludiendo al año ‘90 y la caída de la URSS. En los últimos veinte años el poder ruso, que inició reformas neoliberales, no logró avances en la vida de la sociedad. Al contrario, en estos años fueron destruidas casi todas las industrias de alta tecnología y eliminado el sistema de garantías sociales, educación y asistencia médica gratuita. La privatización total provocó el aumento del desempleo y el empobrecimiento de los trabajadores. La guerra desatada por el Kremlin en el Cáucaso se llevó miles y miles de vidas de ciudadanos rusos. Hundida en las tinieblas del criminal libertinaje burocrático, Rusia dejó de ser una potencia mundial y se convirtió en base de materias primas para otros países capitalistas. En vez de la democracia prometida por el Kremlin, la sociedad rusa recibió un poder corporativo de los ex-miembros de la KGB soviética, que ocuparon casi todos los puestos clave. La ideología comunista-stalinista fue reemplazada por la propaganda de los valores liberales y nada más.

El rasgo característico del pueblo ruso es su paciencia. Pero el Kremlin sabe bien que esa paciencia tiene sus límites y puede acabarse en un momento. No se puede predecir cuándo se puede desencadenar la revolución rusa y esto siempre asustó al poder.

El Kremlin reaccionó rápidamente a esta ráfaga de actividad política de las masas. Ya el 22 de diciembre el presidente ruso Dimitry Medvedev presentó en la Duma (Parlamento) un proyecto de ley que simplifica el proceso de promoción de candidatos a las elecciones. Según la prensa oficial, el proyecto incluye reducir la cantidad de las firmas necesarias para promover candidatos a presidente y no exige firmas para participar en las parlamentarias. Además, Medvedev presentó en la Duma reformas a la ley de partidos políticos.

Esta nueva revolución rusa se desarrolla según un guión clásico. El poder intenta aliviar la tensión prometiendo reformas. A inicios del siglo XX, sobre esos “compromisos” se decía: “demasiado poco y demasiado tarde”… En la teoría de las revoluciones hay un axioma: los compromisos propuestos por el poder moralmente ilegal no calman a la gente y acrecientan sus aspiraciones políticas, así como la violencia del poder aumenta el nivel de la resistencia. Cuando comienza la revolución, el poder ya no puede poner buena cara: sólo le queda actuar mal y muy mal. Mal es plantear compromisos, muy mal es violencia abierta. Ante las presidenciales que se vienen, y tomando en cuenta las protestas masivas que aún siguen, un nuevo fraude no será tolerado.

Mientras estamos callados, otros deciden por nosotros

En marzo próximo en Rusia habrá elecciones presidenciales. En el congreso de Rusia Unida realizado en setiembre pasado, el dúo Medvedev-Putin proclamó que el segundo irá a presidente y el primero será primer ministro. Putin declaró: “Hemos logrado el acuerdo de quién y de qué se ocupará en el futuro”.

El cinismo político del primer ministro actual provocó gran indignación en la sociedad rusa, como se reflejó en las elecciones parlamentarias. El Kremlin no esperaba que tras anunciar los resultados saldrían a las calles no sólo los sectores opositores sino la gente común. Las protestas empezaron el 4 de diciembre, siguieron el 24 de ese mes, el 4 y 5 de enero y continúan de diversas maneras hasta hoy.

Dos estrategias opuestas

El acto nacional del 24 de diciembre develó que el período de estabilidad política en Rusia terminó. De hecho, el movimiento de protestas populares causó la parálisis de los aparatos políticos del Kremlin. Los gobiernos de las grandes regiones y ciudades rusas se distancian de la campaña electoral de Putin. En su búnker hay mezcla de perplejidad y ritmo febril, pero sin objetivo. Lo mismo había pasado en las sedes regionales comunistas en los años 1990-91. Entre los manifestantes, al contrario, surge una nueva agenda política y nuevas tácticas.

Pero aunque el acto en Moscú impresionó por su magnitud, no es tan así por sus resultados. Pese al total rechazo al poder actual, en el desarrollo de las protestas se expresaron -y neutralizaron- dos estrategias opuestas. Una es la de los liberales de los tiempos de Yeltsin, que buscan volver al Kremlin de donde los echaron. La otra es la de la izquierda extraparlamentaria y otras fuerzas políticas, incluidos los demócratas. Mientras los primeros se conforman con tajadas de poder para sí mismos, los segundos pretenden cambios profundos y crear un nuevo estado para bien de todos. Por eso en el movimiento de protestas la delimitación tajante es inevitable a corto plazo.

A la vanguardia de la lucha

Es evidente que el ánimo de las masas va a cambiar en favor de las fuerzas de postura radical. La tarea de los revolucionarios rusos es no sólo llamar a cambiar el régimen actual, sino estar a la vanguardia de la lucha popular, con-cientizando y organizando a los trabajadores. Por eso la tarea de construir un partido revolucionario de izquierda como organizador y coordinador del movimiento de protesta debe ser la primera en la agenda. ¿Podrán los revolucionarios rusos crear un partido así a nivel nacional? La cuestión es compleja, pero es indispensable que al calor de las protestas se estructure una organización. En esta época clave para Rusia, lo fundamental es encabezar la lucha revolucionaria de los trabajadores.

La salida, sólo en el marco de la revolución mundial

El 2011 se destacó por el nivel, cantidad y diversidad de eventos que caracterizan la agudeza de la crisis mundial. La primavera árabe, el terremoto radioactivo de Japón, homicidio masivo en Noruega, conmociones sociales en Gran Bretaña, España, Grecia; el movimiento Occupy Wall Street, crisis de la zona euro de la Unión Europea, oleadas de marchas y huelgas en todas las regiones del planeta… Rusia no quedó fuera de estos procesos internacionales.

Los principales hechos demuestran una vez más que el capitalismo mundial está en una crisis profunda, sistémica, y es incapaz de garantizar un futuro digno a la humanidad. Conmociones sociales, guerras por los recursos agotados, terrorismo y violencia ya son norma de la vida contemporánea. ¡Esto no puede seguir así! Las contradicciones entre las fuerzas productivas y las viejas relaciones sociales, base de todo el mal de la humanidad, sólo pueden ser resueltas a nivel de la revolución mundial.

Hoy día, cuando el planeta está al borde del abismo, el rol histórico de la Cuarta Internacional se vuelve más importante que antes. Nosotros, los trabajadores de diferentes países, vivimos la época de los grandes cambios y en nuestras manos está mejorar nuestro futuro. ¡Por la solidaridad del siglo XXI! ¡Por la solidaridad internacional de los trabajadores!

 


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