A un año del inicio de la Primavera Árabe

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Siria: el laberinto de la Revolución

 

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Desde Venezuela, Carlos Miranda

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Hace más de un año que se inició la Revolución Árabe. En el principio fue como un rayo en cielo sereno. Sorprendió por la fuerza, la velocidad y la contundencia. Regímenes que parecían eternos como el de Ben Alí o el de Mubarak se derrumbaron como castillos de naipes y la rebelión se extendió. La revolución encontró en Libia el primer obstáculo serio, se convirtió en guerra civil y dividió posiciones en la izquierda mundial. Superada la sorpresa, la OTAN intervino allí con su carga de brutalidad y cinismo, complejizando todavía más el proceso. Pero la tormenta no conoce estaciones y desde marzo pasado sacude Siria, allí se juega hoy el destino inmediato de la Revolución Árabe.

Leer bajo el agua

Las revoluciones como las guerras se libran en diferentes terrenos. En las calles, en los mercados, en las fábricas o empresas, en el campo, pero sobre todo en las cabezas de las fuerzas que se enfrentan. Y en este último escenario los medios juegan un papel fundamental y en ellos las palabras y las imágenes. No estamos descubriendo el agua tibia. Sin embargo para entender en realidad los procesos vivos, sobre todo a distancia, hay que descartar titulares, números de víctimas y a veces hasta testimonios individuales. Más allá de las manipulaciones, todos estos “datos”, para decirlo de alguna manera, tomados unilateralmente, enturbian el fondo de los procesos y muestran en la superficie una imagen distorsionada por la propaganda. Entonces para comprender lo más próximo a la realidad posible los procesos hay que leer debajo del agua turbia, entender los movimientos sociales que se lanzan a la rebelión, su historia, sus necesidades, sus pasiones, sus objetivos como también los programas de las direcciones políticas que intentan conducirlos, lo mismo que los objetivos de la contrarrevolución.

Una revolución democrática y nacional

Lo que apareció como una revolución democrática que se contagiaba país a país donde, como dicen Santiago Alba Rico y Carlos Varea en Rebelión, coincidiendo con el escritor egipcio Ezzat Al-Qamhawi, “la revolución surge de un fondo de cólera inagotable y homogéneo frente a regímenes igualmente tiránicos; todos los árabes sin excepción reclaman dignidad y democracia”. Es por tanto además de democrática, una revolución nacional, es decir una Revolución Árabe, que avanza y retrocede porque no actúa en el vacío. Y no actúa en el vacío porque enfrenta a una compleja trama de fuerzas contrarrevolucionarias que tienen como objetivo estratégico derrotar el proceso de conjunto. Que lo hacen, fundamentalmente, para recuperar o construir un nuevo equilibrio en el que puedan seguir dominando, ya que el que existía se perdió definitivamente. El movimiento también se enfrenta a parte de sus direcciones, muchas de ellas empujadas por los acontecimientos que no previeron ni pueden conducir sino cabalgarlos para intentar frenarlos. Esas direcciones se unen aparentemente en apenas un punto, la caída de los gobiernos existentes. Y en su mayoría tienen límites mucho menos ambiciosos que los movimientos que pretenden conducir. En Túnez, en Egipto, en Marruecos, en Yemen, en Libia, en Siria, la rebelión es contra las dictaduras locales que durante décadas les han negado dignidad y democracia a sus pueblos, además de llevarlos cada vez más a una vida de miseria. Pero también cargan con una historia de luchas y con reivindicaciones nacionales pendientes. Allí esta Palestina en la memoria presente del movimiento de masas, de testigo. Por eso cada episodio es parte inseparable de un único proceso regional.

Esta rebelión regional con cada una de sus intifadas locales pateó el tablero construido a fuerza de negociaciones y presiones económicas, guerras y genocidio. Ese tablero estaba diseñado para sostener al estado racista de Israel y mantener el dominio sobre los recursos energéticos esenciales. Toda la geopolítica imperial se derrumbó en la zona. Ha empezado el trabajo de parto de una nueva relación de fuerzas a nivel regional que tendrá como ya se puede constatar en la margen norte del Mediterráneo, impacto global. La dinámica y los ritmos de este proceso se juegan en cada batalla parcial pero como proceso es de resolución global. Han despertado pueblos dormidos por más de medio siglo de opresión, y lo han hecho simultáneamente en todos los países de la zona más explosiva del planeta. Esta es, más allá de la propaganda o las “conspiraciones”, desde nuestro punto de vista, la radiografía de la situación en la que actúan las fuerzas sociales que se desataron en Túnez en enero de 2011 y recorren hoy el oriente próximo y medio y que no está demás decir, lo recorrerán por mucho tiempo.

El capitulo sirio

Diez meses de levantamiento lleva el pueblo sirio contra el régimen de Bashar Al Assad. Para comprender la rebelión son tres los hechos fundamentales que se han dado en el movimiento de masas según el escritor libanés Elias Khoury. Sobre la base de una caldera en ebullición el propone analizar: primero, la represión salvaje a la manifestación inicial de marzo en Damasco y sus consecuencias. Segundo, la tortura a los niños de Deraa que pintaron en las paredes de la ciudad “el pueblo quiere que caiga el régimen”. Pero según Khoury, “en lugar de pedir disculpas por las torturas infligidas a los niños y castigar a los culpables de este repugnante delito, el régimen se permitió ir más allá: detuvo a los niños y humilló y deshonró a las familias que acudieron a mediar, lo que encendió la chispa de la revolución en Hauran para extenderse luego a toda Siria. Y el cuerpo despedazado del pequeño mártir Hamza Al-Khatib se convirtió en un símbolo”. Nos trae el recuerdo de Mohamed Bouazizi, el mártir tunecino que con su sacrificio desató la Primavera Árabe. Y el tercer hecho para poder comprender la rebelión Siria “el menosprecio por las reivindicaciones populares y el calificativo de “microbios” a los manifestantes… (Por parte del gobierno) convirtiendo así cada manifestación en un campo abonado para el asesinato y la violencia”. En estos hechos es que se encuentra el “fondo de cólera inagotable” que explica que una vez echado a la calle ese pueblo heroico ya no ha vuelto atrás a pesar de los más de 3.000 muertos que ha sufrido desde iniciada la revolución en el país.

Particularidades del proceso

A diferencia de Gadafi, Bashar Al Assad no está aislado. Tanto la ubicación geográfica de Siria como sus relaciones internacionales configuran un escenario distinto que el que enfrentaba la Revolución Libia. Con una parte de su territorio ocupado por Israel desde hace décadas, los Altos del Golán. Con una frontera de más de 300 km de extensión con el volátil Líbano. Con fronteras con Irak. Y con una relación privilegiada con Irán y Rusia, Al Assad ha enfrentado la rebelión denunciando una “conspiración extranjera” y aprovechándose de esa ubicación estratégica.

Mientras que la Confederación Árabe controlada por los países del Golfo actúa como herramienta del imperialismo, aplicando sanciones económicas y expulsando a Siria de dicha organización, acercándose a propiciar una intervención militar. Turquía, que también tiene fronteras con Siria, se ha negado hasta ahora a ahogar al régimen hasta dejarlo sin salida y entre tanto se opone a una intervención militar.

Una oposición divida

Por otra parte la oposición al régimen tiene en la actualidad tres vertientes. El Ejército Sirio Libre, con su comando asentado en Turquía y conformado por los desertores del ejército regular sirio, El Consejo Nacional Sirio, con base en el exterior y la Coordinadora Nacional Democrática Siria conformada por la oposición interna.

Mientras en las calles continúa la movilización, el régimen sigue respondiendo con una represión brutal y toda la situación se encuentra a pasos de la guerra civil. Los dirigentes de la oposición se dividen alrededor de un punto: la intervención extranjera. Desde el cuartel general del Ejército Sirio Libre (cuyo comando lo conforman altos oficiales desertores del ejército regular) se reclama al menos una zona de exclusión aérea o marítima, y en el Consejo Nacional Sirio ya se escuchan voces como la de su presidente Burhan Galioun pidiendo la participación militar extranjera. La Coordinadora Democrática sigue sosteniendo su posición de rechazo total a cualquier intervención militar y proponen seguir la movilización. Lo mismo hacen los grupos organizados en el interior que se referencian en el Consejo Nacional Sirio provocando una crisis en esta organización.

Desde luego que hay que acompañar el reclamo de la oposición en el interior de no aceptar ninguna intervención militar.

No se puede conciliar con el régimen de Al Asad

Pero aquí también se presenta un peligro que es la creencia de algunos dirigentes en que el régimen puede reformarse. El dirigente del Partido Voluntad Popular (Comunista) Kadri Jamil integrante del Frente Popular para el Cambio y la Liberación, es una de las 33 personalidades integrantes de la comisión encargada de Redactar la nueva Constitución cumpliendo con un decreto de Bashar Al Asad. En el sitio Web del periódico vasco Gara afirma que: “la salida es un gobierno de coalición con todos los partidos existentes y los próximos a crearse”, y aclara que debería hacerse sin la participación del CNS. Y lamentablemente iguala en responsabilidades al régimen como a los grupos armados que se han rebelado, en el nivel de brutalidad y violencia que ha alcanzado la situación. Diez meses después de iniciado el capitulo sirio de la Revolución Árabe es al menos ingenuo creer, por decir lo menos, que el camino de la democracia y la dignidad se puede recorrer encabezado por un gobierno de coalición con el partido de Al Asad.

La clave está en la movilización

Tres puntos mínimos son, según nuestro punto de vista, los objetivos inmediatos de la rebelión siria para conseguir el triunfo:

1.- De la misma manera que debe rechazarse cualquier intervención imperialista, el centro de unidad política del conjunto de la oposición debe ser mantener y desarrollar la movilización hasta lograr el derrocamiento de Al Asad y de todo el régimen que lo sostiene. Es ingenuo cuando no directamente una traición al movimiento revolucionario buscar una salida común con el partido de gobierno y los actuales funcionarios del régimen aunque el proceso se maquille con la salida de Al Assad.

2.- La conformación de un gobierno de transición con representes electos en las ciudades y regiones donde se está desarrollando la rebelión, desde el seno mismo de las movilizaciones. Es el pueblo movilizado, los que arriesgan sus vidas en cada demostración, los que tienen el derecho y la obligación de dirigir la transición. Será ese gobierno el que una vez derrocado el régimen convoque a una Asamblea Constituyente que no esté condicionada por acuerdos previos entre los viejos partidos sino que tenga un carácter soberano.

3.- Se le debe exigir a todos los grupos armados que actúan en el proceso del lado de la oposición que se disciplinen a las decisiones políticas de los manifestantes y sus organizaciones democráticamente electas. La función de estos grupos debe ser fundamentalmente la de defender y proteger el proceso de movilización popular.

La Revolución Árabe está dando al mundo ejemplos de abnegación y heroísmo pocas veces vistos. La clave de esta abnegación y heroísmo es la certeza en el triunfo que tiene ese movimiento de masas que después de años de silencio ha encontrado su voz, que después de décadas de sojuzgamiento ha encontrado el camino a la dignidad. Son, en el mejor sentido de la palabra, hombres y mujeres libres, simplemente porque han “perdido el miedo”.

 


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