Que el barco insignia del desembarco en el 82 en Malvinas, el destructor misilístico ARA Santísima Trinidad se hunda en el puerto, fruto del abandono y la desidia, convirtiéndonos en un hazmerreír a nivel mundial, no es una casualidad. De los 60 buques que tiene la Armada, solo 16 están en condiciones de navegar y la mayoría presenta problemas. No tenemos lanchas patrulleras suficientes para cubrir la enorme extensión de nuestro Mar Argentino, riquísimo en recursos naturales, actualmente depredados sin medida por buques factorías extranjeros.
Cambió el discurso pero continúa la política de desmalvinizar. La misma política que hizo que anuláramos el proyecto del misil Cóndor, es la que ha desmantelado nuestra Marina de Guerra, y solo le interesa mantener las Fuerzas Armadas para la represión interna o para la colaboración con empresas imperiales, como es la presencia de nuestras tropas de ocupación en Haití.
Más allá de la capacidad inmediata del país para responder a un conflicto bélico con Gran Bretaña, no existe ninguna hipótesis de conflicto, con el imperio que nos manda buques de guerra a navegar en nuestro Mar Argentino y depreda nuestra riqueza petrolera e ictícola en Malvinas. ¡Qué vergüenza para un gobierno que dice defender la soberanía! No es casual que los piratas se nos maten de risa en la cara.