La amplia mayoría de las mujeres trabajan, muchas en forma asalariada. Y tienen a cargo más de un tercio de los hogares del país. Pero en general sus condiciones de trabajo son inferiores a las de los varones. Veamos:
- Tienen menor estabilidad, ya que son las primeras en entrar o salir del mercado laboral según lo requieran los capitalistas. Esto se agrava para las empleadas domésticas, que son casi una de cada cinco trabajadoras.
- En el caso de trabajar, sus ingresos promedio son menores a los de los varones y tienen menos acceso a los cargos jerárquicos. La brecha salarial de género se ahonda en el sector privado.
- A su vez, junto con los jóvenes, las mujeres siguen sufriendo mayores niveles de trabajo en negro y precarización laboral.
- Los últimos datos disponibles del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, del 2012, corroboran estas inequidades1. (ver Cuadro1)
El valor de la doble tarea
Trabaje o no afuera, toda mujer trabaja en el hogar. Muchas horas. Y casi toda la vida. Ese trabajo repetitivo, de administrar la casa, hacer las compras, cocinar, limpiar, lavar la ropa, planchar, llevar a los chicos al colegio y al médico, atender al marido, a algún abuelo y demás tareas diarias es gratuito. No lo compensan paliativos como las magras asignaciones familiares -que encima no todos cobran-, ni la Asignación Universal por Hijo, ni la jubilación al ama de casa. Pero sin ese trabajo doméstico, el sistema capitalista no podría funcionar un solo día.
Si se rompe una máquina, el patrón paga el arreglo o compra otra; pero si se enferma el obrero lo cuida la mujer. Si falta combustible, el patrón lo compra; pero la comida del obrero la hace la mujer. Si la fábrica está sucia, el patrón paga la limpieza; pero la ropa de trabajo del obrero la lava la mujer. El patrón renueva su maquinaria, amplía su planta y reproduce su capital; pero reproducir la fuerza de trabajo -o sea criar a los futuros obreros- lo hace sobre todo la mujer. Y ninguna de todas sus tareas es pagada.
En el caso del Estado porteño, aunque desde fines de 2003 la Ley 1.168 obliga al gobierno a «cuantificar el aporte económico de las amas de casa», nunca se hizo. Alejandro Bodart y Maru Lopes presentaron un proyecto de ley para que junto a medir ese aporte mes a mes se cense la brecha salarial. En cuanto al Estado nacional, la última vez que midió el uso del tiempo de mujeres y hombres fue… en 2005! (ver Cuadro2)
Como vemos, más hombres que mujeres trabajan a sueldo. La proporción se invierte en las labores domésticas. El porcentaje promedio de desigualdad confirma que las mujeres dedican un tiempo más de tres veces superior al de los hombres a tareas no pagas.
Para tener una idea del enorme valor económico que producen las mujeres, si bien varía según el país y zona, se calcula que equivale a un 35 ó 40% del valor del producto interno bruto (PIB). Como la producción total argentina para 2013 ronda los 500 mil millones de dólares, la tarea hogareña no remunerada de las mujeres de nuestro país equivale a más de 200 mil millones de dólares. ¿No te lo imaginabas, no?
Aunque el marido y los hijos reciben cuidados producto de la tarea femenina, incluido su componente de sentimientos, el principal beneficiario de esa economía del cuidado es la clase capitalista. En concreto, el trabajo femenino abarata los costos de reproducción y mantenimiento de la fuerza de trabajo.
Por una nueva sociedad sin explotación ni opresión
Para justificar la explotación, los capitalistas argumentan que la división de clases es «natural». De igual modo naturalizan el orden patriarcal, la supuesta inferioridad de la mujer, la maternidad y las tareas domésticas como mandato social.
Pero la diferencia biológica no impone ninguna jerarquía entre hombre y mujer. Es el sistema capitalista el que asigna roles a unos y otras para asegurarse su propio sostenimiento y reproducción. Y si aparte de garantizar los cuidados necesarios la mujer cumple con ser compradora compulsiva y objeto sexual, mucho mejor.
El machismo de muchos trabajadores y jóvenes, y que tantas mujeres también aceptan, se origina en la estructura económica e ideológica capitalista. El Estado y los gobiernos patronales, con sus jueces y policías, son los mismos que no brindan educación sexual, ni anticonceptivos, ni derecho al aborto; los mismos que amparan a las redes de trata y explotación sexual. Además de la desigualdad de derechos, la doble opresión a las mujeres tiene otro lado más oscuro: la violencia de género.
Por estas razones de fondo, para nosotros la emancipación de las mujeres es parte sustancial de la liberación del pueblo trabajador en su conjunto. Así como es imposible obtener avances significativos sin la participación activa de las mujeres, tampoco es posible lograr la emancipación plena de las mujeres sin enfrentar las bases del sistema capitalista patriarcal.
Cómo combatir la opresión de la mujer, cómo lograr igualdad salarial y laboral, y cómo alivianar en parte la carga de sus tareas domésticas, implica que el poder político las visibilice, las valorice, las solvente o las asuma por ejemplo con más servicios sociales, guarderías, comedores y lavaderos comunitarios. Es todo otro tema, que ya excede los alcances de esta nota.
Pero si de algo estamos seguros los y las socialistas del MST-Nueva Izquierda es que la lucha por los derechos de las mujeres es inseparable del combate anticapitalista por una sociedad nueva, distinta, igualitaria, sin explotación ni opresión: una sociedad socialista.
Pablo Vasco
1. Boletín de estadísticas de género y mercado de trabajo (Dirección General de Estudios y Estadísticas Laborales – MTESS).