Ya ha pasado más de una semana que la administración pública de los EEUU está parcialmente cerrada. El «cierre» a quien más afecta es a trabajadores estatales que están en sus casas y a la población pobre que no puede acceder a recursos mínimos del estado. Pero esta situación es también muy grave para las clases dominantes; el Tío Sam está bajo la amenaza de hacer un default, o sea entrar en cesación de pagos si antes del 17 de octubre los republicanos no votan el aumento del tope de endeudamiento del gobierno. (ver artículo) Y si los EEUU, que son el país más endeudado, no pagan a China, a Alemania… y al resto del mundo, se para la economía mundial.
Esta amenaza ya es un golpe muy fuerte a cierta recuperación económica que había comenzado luego de la larga recesión abierta en el 2007. Ahora la crisis no está por los «excesos» de Wall Street sino por el sistema político de Washington que a la vista del mundo ya no funciona como antes; como se escribía en el New York Times «ahora funciona a la italiana».
La crisis económica y política se retroalimentan, y esto no es episodio coyuntural. Es un capítulo más de la crisis política que vive tanto la clase dominante de los EEUU como del capitalismo mundial a partir de la crisis del 2007.
¿Alguien podría esperar que el peligro del default se haya hecho presente en el país (que todos reconocemos), es el más importante por su peso preponderante económico y político en el mundo? Si bien lo más probable es que no haya cesación de pagos y se llegue a un acuerdo de última hora, ya es una crisis inédita en la historia de EEUU que muestra las fisuras que se han abierto en la burguesía imperialista.
Los republicanos y demócratas responden ambos a los grandes poderes económicos que dominan los EEUU. Había diferencias y contradicciones entre los dos partidos que dominan el país, pero nunca habían llegado a la situación actual donde el Tea Party, que cuenta solo con unos 40 diputados, ejerza tremendo poder político para producir el impasse que vive el Tío Sam. No se trata de una insensatez, una locura de un grupo fundamen-talista desclasado de ultra derecha que emprendió una cruzada contra el plan de salud de Obama. Hay que explicarlo por razones de clase.
Como ha sucedido muchas veces en el mundo, la gran burguesía (en este caso un sector que está con los republicanos), deja correr a la ultraderecha para utilizarla para sus fines. Valga como ejemplo lo que sucedió con el grupo fascista de Aurora Dorada en Grecia, que mata a inmigran-tes y que hasta hace poco era bien tolerada por el gobierno de la Nueva Democracia como una forma preventiva de parar a la izquierda.
Salvando las distancias, algo similar sucede en los EEUU. El conjunto del plan económico de Obama está muy lejos de ser socializante o keynesiano; el presupuesto está al servicio de los intereses de la gran patronal, recorta servicios públicos y contiene muchas medidas de austeridad. Dentro de este plan, el «Obamacard» es una ayuda financiera a un sector de la población desamparada (alrededor de 40 millones) para que pueda acceder a un plan mínimo de salud de los grandes prestadores privados. Sin embargo, usando al Tea Party, un sector de la gran patronal burguesia quiere prevenir que esto no vaya a más. Está reaccionando para poner una barrera y parar cualquier precedente de concesiones que pueda ser conquistado por el pueblo norteamericano. No es descabellado pensar de esa manera ya que, en medio de la crisis grave que se vive, el Obamacard podría alimentar procesos de este tipo.
Los problemas que atraviesa el Tío Sam no se reducen al interior de su país, están unidos (o son uno mismo) con los que tiene a nivel mundial. Hace unas semanas Obama hizo una cruzada internacional para intervenir en Siria y luego tuvo que cambiar de opinión para terminar firmando un pacto con Rusia que favorece a Assad. Un ejemplo más de esta relación es la ausencia de Obama en la cumbre de los países de la Cuenca del Pacífico donde disputa con China la hegemonía de la zona económica más grande del mundo.
Lenin decía que la «crisis en las alturas», era una de las características de una situación revolucionaria. No estamos en esa situación y no hay una alternativa de masas a la crisis del capitalismo. Tampoco en los EEUU ha surgido un partido independiente que represente los intereses de los trabajadores, los inmigrantes y los negros. Pero la crisis de los de arriba es fuerte y no se resuelve. Este es el problema de los problemas del Tío Sam. Y entonces porque no vamos a apostar a que en medio de esta larga crisis surja esa alternativa? Es lo que esperamos…
Pedro Fuentes