El 7 de noviembre de 1917 (25 de octubre del calendario juliano) los obreros y campesinos rusos toman el poder llevando a cabo la primera revolución socialista de la historia.
En febrero las obreras textiles de Petrogrado (capital del imperio ruso) salieron a la huelga, que se extendió rápidamente y terminó en una insurrección (conocida como la Revolución de Febrero) que derribó a la vieja monarquía de los zares. Un gobierno provisional de la burguesía liberal se hizo cargo del poder prometiendo una Asamblea Constituyente y terminar con la intervención de Rusia en la Guerra Mundial.
Al mismo tiempo, retomando la experiencia de la revolución de 1905 se conformaron soviets (consejos) en todo el país, verdaderas asambleas democráticas de obreros, campesinos y soldados que se transformaron en un poder paralelo al del gobierno. Los bolcheviques eran una minoría en esos organismos cuya dirección, en manos de los mencheviques y socialistas revolucionarios, apoyaba al gobierno provisional.
Paz, Pan y Tierra
Estos partidos reformistas, siguiendo dogmáticamente a Marx insistían en que no estaba planteada la revolución obrera en un país atrasado como Rusia, que antes debía pasar necesariamente por un período de desarrollo capitalista. Lenin, en cambio, plantea que la débil burguesía no podía resolver ni siquiera tareas democráticas como la reforma agraria o la asamblea constituyente y menos solucionar las demandas de los obreros. Al regreso de su exilio en abril de 1917 trazó la línea de acción: para conseguir paz, pan y tierra los soviets debían quitarle su apoyo al gobierno burgués y tomar el poder en sus manos.
Trotsky, presidente del soviet de Petrogrado en 1905, había llegado a las mismas conclusiones que Lenin. Junto a un importante grupo de revolucionarios organizados en la Interdistrital de la capital ingresa al partido bolchevique y se integra a la dirección. Durante los meses siguientes, los bolcheviques liderados por Lenin y Trotsky explican pacientemente su consigna: Todo el poder a los Soviets! Y van ganando cada vez más peso entre las masas de obreros y soldados que veían como el gobierno burgués no daba respuestas ni soluciones.
¡Todo el poder a los Soviets!
En septiembre, los bolcheviques logran la mayoría en los soviets de las principales ciudades y Trotsky es elegido presidente del de Petrogrado. La suerte estaba echada. La noche del 24 al 25 de octubre (6 y 7 de noviembre del calendario actual) contingentes de obreros armados ocupan el Palacio de Invierno y otros puntos estratégicos. Al día siguiente el 2° Congreso Nacional de los Soviets toma en sus manos el poder y nombra a Lenin como presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo.
Las primeras medidas del gobierno revolucionario fueron la entrega de la tierra a los campesinos, el inicio de una búsqueda de paz sin anexiones ni indemnizacio-nes, la jornada laboral de 8 horas, el no pago de la deuda externa y el control obrero de la producción.
La tercera Internacional
Logrado el triunfo en Rusia, Lenin y Trotsky ponen gran parte de sus energías en la tarea de agrupar a los revolucionarios del mundo fundando la Internacional Co-munista. Para ellos la Revolución Rusa era sólo un capítulo de la revolución mundial necesaria para terminar con el capitalismo. Y sabían que la suerte de Rusia estaba atada a que la revolución se extendiera al resto de Europa, fundamentalmente a Alemania, la principal potencia y con la clase obrera más poderosa.
La contrarrevolución stalinista
Entre 1918 y 1923 estallaron revoluciones en Alemania, Polonia, Hungría y otros países pero ninguna logró triunfar. El joven Estado obrero, que había logrado derrotar a 21 ejércitos imperialistas en una prolongada guerra civil quedó en la situación menos deseada: aislada y desgastada por años de guerra. Sobre esta base fue surgiendo una burocracia al interior del partido y del estado comandada por Stalin, que tras la muerte de Lenin quedó como secretario general del Partido Bolchevique. Así, la primera revolución obrera de la historia comenzaba un proceso de burocra-tización y de represión interna que iría minando las conquistas logradas en octubre de 1917.
El stalinismo no fue la continuidad del leninismo como muchos intentaron vender. Stalin tuvo que liquidar físicamente a toda la dirección y gran parte de la generación que realizó la revolución para imponer su política. Una verdadera contrarrevolución que liquidó la tradición bolchevique del socialismo internacional con democracia obrera.
El Partido Bolchevique
Junto a los soviets, el otro pilar fundamental que posibilitó el triunfo de la revolución de Octubre fue la existencia del Partido Bolchevique.
Hoy existen corrientes que niegan o minimizan la necesidad de construir un partido para disputar el poder. Pero al igual que en Rusia, la historia demuestra que sin una organización que pueda conducir las luchas obreras y populares hacia la toma del poder, los triunfos que se puedan obtener son efímeros, ya que significa dejar el poder en manos de la burguesía que apenas se recompone vuelve a atacar lo conquistado. Sin la movilización decidida de los trabajadores y el pueblo y la creación de organismos democráticos no puede haber transformación social, pero sin una dirección organizada que ganándose el respeto de las masas conduzca esta energía revolucionaria hacia la toma del poder político tampoco.
Los cuestionamientos a la construcción de un partido de tipo bolchevique tienen que ver en gran medida con la caricatura que el stalinismo hizo de él y que se trasladó a los PCs de todo el mundo, influenciando también a sectores trotskistas. Monolítico, verticalista, burocrático, donde las bases sólo obedecen y no se permiten las diferencias. Pero el Partido Bolchevique, desde antes de la revolución y hasta varios años después fue lo opuesto. Las discusiones eran permanentes y muchos debates incluso eran públicos. Ante cada hecho nuevo surgían diferentes grupos de opinión, tendencias o fracciones con libertad para pelear por sus posiciones políticas, y era con la intervención común en la realidad como se saldaban las diferencias. La unidad y centralización necesarias para enfrentar un enemigo poderoso eran fruto de la confianza y no de métodos burocráticos.
La construcción de un partido revolucionario con democracia interna real para la elaboración colectiva, sin personalismos y abierto a incorporar los nuevos fenómenos políticos y sociales. Que logre agrupar a la vanguardia de luchadores y despierte simpatía y respeto en las masas sigue siendo una tarea imprescindible para todos los que peleamos por una sociedad socialista. Desde el MST- Nueva Izquierda estamos comprometidos en esa tarea.
Su vigencia en el Siglo XXI
Después de 96 años, la Revolución Rusa sigue provocando debates. Luego de la caída del Muro de Berlín y de los regímenes stalinistas en Europa del Este, el imperialismo montó una campaña ideológica decretando la muerte del socialismo. Fueron momentos difíciles para los revolucionarios porque de la conciencia colectiva se perdía la perspectiva de un cambio social. Poco más de 20 años después, el capitalismo se encuentra en una crisis monumental que afecta al mundo entero. Millones de despidos, recortes a las conquistas y derechos sociales, destrucción del medio ambiente y el aumento de flagelos como el narcotráfico y la trata de personas son sólo algunos síntomas de un sistema en descomposición que con el único fin de obtener monumentales ganancias para unos pocos ricos del planeta destruye todo lo que se encuentra a su paso.
Al calor de la crisis capitalista se ha abierto una nueva etapa mundial. Las luchas de los pueblos contra las consecuencias de la crisis recorren el mundo. Millones se movilizan y surgen nuevos fenómenos políticos y sociales. La necesidad de una transformación social que ponga en el centro las necesidades de las mayorías obreras y populares por sobre las ganancias privadas de los grandes grupos y corporaciones vuelve a estar en el centro del debate.
En Latinoamérica, los tremendos procesos revolucionarios con una fuerte impronta antiimperialista que significaron importantes conquistas para sus pueblos en su nivel de vida y en el terreno democrático se han estancado y han entrado en crisis. Porque los gobiernos que surgieron como subproducto de esos procesos como los de Venezuela o Ecuador, frente a los efectos de la crisis mundial, no avanzan a tomar medidas de carácter anticapitalista. Las masas reclaman mayores avances y los gobiernos giran para el lado opuesto. Se puede perder lo conseguido porque no existen salidas a medias: o se avanza en medidas anticapitalistas o se retrocede en las conquistas logradas. Sin nacionalizar los bancos, dejar de pagar las deudas externas, recuperar los bienes comunes no habrá salida para los trabajadores y los pueblos del mundo. Por eso el debate sobre las conclusiones de las experiencias socialistas mantiene total vigencia. No se trata de repetirlas mecánicamente sino de pensar críticamente cómo construir una sociedad socialista que no repita errores del pasado, incorporando las nuevas realidades que nos deja la crisis del capitalismo como la necesidad de la defensa del medio ambiente, como parte del programa de transición a la revolución socialista. Desde el MST- Nueva Izquierda te invitamos a debatir esta perspectiva con nosotros.
Emilio Poliak