Los tiempos de salud del modelo K se están agotando. Ya no existen los cómodos márgenes económicos y políticos que tenía el kirchnerismo para desplegar su doble discurso. La crisis internacional castiga fuerte, el modelo hace aguas y la inflación, la devaluación y el ajuste fogonean bronca y conflictividad creciente. Muchos vaticinan, incluso desde las propias filas del oficialismo, que el gobierno “no va a llegar”. El fantasma de otro 2001, es más que una preocupación en los de arriba. Por eso, la “oposición” pejotista y progresista – radical, se postula como algo distinto pero no tiene una salida alternativa al ajuste. Hay que luchar, reclamando y preparando un paro nacional, por un plan económico obrero y popular para salir de la crisis. Y por un proyecto político de la izquierda para lograr un cambio en serio.
El ritmo de aceleración de la crisis nacional se intensifica. La inflación galopante –que según consultoras bordea el % 5 en enero- duplica al mismo mes del año pasado. La inflación es un impuesto confiscatorio de los capitalistas sobre los ingresos de los trabajadores que está empujando conflictos. Y la devaluación que metió el gobierno K intentó ser una señal de buena voluntad a la burguesía y un tremendo mazazo a los bolsillos obreros y populares. El dólar oficial a $8 estimula el encarecimiento de los artículos de consumo masivo y favorece a los exportadores. Los presupuestos sociales son de ajuste y las economías regionales van al rojo en las provincias. En todas achican los gastos. Algunas ya hablan de bonos. En este marco, crece la bronca y una caldera a presión para las paritarias. Queda claro que pretenden que la crisis la paguemos los de abajo. La crisis energética que inauguró este 2014, con cortes de luz y agua, triste símbolo de la década desperdiciada, mostró la decadencia del modelo y a la vez que el pueblo está diciendo basta.
Los de arriba exigen más ajuste
Pese a los buenos oficios y a las señales para “volver a los mercados” y cerrar con los acreedores externos, el capital concentrado pidió más. Y tuvo más: aumento de las tasas de interés para fomentar el refugio financiero del capital especulativo. Esta medida tendiente a compensar rentabilidad a los bancos implica también un enfriamiento de la economía ya que estimula la inversión en plazo fijo del capital y no la producción en el circuito industrial. Por tanto, alimenta un ciclo que se encamina a la recesión y que preanuncia despidos y suspensiones en las fábricas. Más de 150.000 puestos de trabajo desaparecieron de un plumazo. Se está reprogramando la producción, con recorte de horas extras, suspensiones y una perspectiva de despidos en los alicaídos cordones industriales. La inflación y el parate productivo, son un cóctel explosivo que castiga los bolsillos populares y alimenta la bronca para la pelea. Y el tarifazo en los servicios “para actualizar la rentabilidad” es el próximo ataque que se está preparando.
El ajuste es la única receta, no solamente de los que gobiernan, sino de la “oposición” que pretende postularse como recambio frente al acelerado clima de fin de ciclo (ver nota). Sólo los diferencia el estilo, los Massa, Macri, Biner y radicales, pretenden recomponer un modelo capitalista más “normal”.
Crece la conflictividad social
Los trabajadores, los vecinos de los barrios, el pueblo todo está diciendo basta. Sobra bronca y comienza a transformarse en conflicto social. La respuesta a los cortes de luz, fueron decenas y decenas de piquetes callejeros. Ahora comienza la pelea salarial, que arrancó con la lucha de los trabajadores de la salud en varias provincias y con la vuelta de los docentes a clase amenaza con generalizarse en el ámbito del estado. El reclamo de paritarias sin techo y un aumento que recupere la inflación y el robo reciente de la devaluación, empieza a retumbar en asambleas y lugares de trabajo. También las peleas en defensa de la fuente de trabajo se empiezan a sentir. El Hospital Español en la calle y el conflicto de los tercerizados de Aerolíneas, son los primeros pasos de una tendencia que se profundizará.
Frente a estas primeras protestas obreras del año la orientación criminalizadora de la protesta social –con un Berni “asqueado” de diputados de izquierda que bancan el reclamo obrero como Bodart- el cuadro es completo: ajuste, volantazo a derecha del gobierno y represión.
La burocracia cacarea pero apuesta a la gobernabilidad
La necesidad de un salario mínimo de 9000 pesos y un mecanismo de actualización automática por inflación se impone. Pero los dirigentes de las centrales miran para otro lado. La crisis de la CGT de Caló y del agrupamiento de su amigo Yasky es fenomenal. Atenazados entre la bronca que recorre sus gremios y los deberes que le exige Cristina, retos mediantes, tienen que hacer declamaciones de cifras muy superiores a las intenciones ajustadoras del gobierno y las patronales. Los de UTA y maquinistas están emigrando a las lides opositoras de Moyano y Barrionuevo, cuya única receta son las reuniones por “la unidad sindical”… con las patronales y los dirigentes políticos de la oposición qe nada tienen que ver con la clase trabajadora. Ni unos ni otros, hablan del paro nacional y el plan de lucha que se necesitan. La CTA encabezada por Micheli, recién se va a reunir el 18/2, después de un considerable atraso, y se empieza a preparar una medida nacional.
El escenario se complica y la crisis se acelera, por ello se necesita apurar los tiempos de pelea. Retomar el camino del 20N, lanzando un plan de lucha y un paro general, llamando a la unidad de acción por salario, trabajo, contra la inflación y por un plan alternativo obrero y popular. Mientras tanto, hay que preparar la pelea desde abajo. Llamando a reuniones de activistas. Realizando o exigiendo asambleas y plenarios, discutiendo en la base los pliegos de reclamos.
Se necesita cambiar
El modelo K no va más. Necesitamos otro modelo que arranque de medidas de emergencia como las que proponemos en estas mismas páginas y que avance hacia medidas de fondo, anticapitalistas, para emancipar el país, recuperar lo que es nuestro y para que la crisis la paguen los capitalistas y no los trabajadores y el pueblo. Sólo la izquierda puede lograrlo si está a la altura de este desafío.
Guillermo Pacagnini
Hay otra salida: un plan de emergencia obrero y popular
Entre otras medidas, proponemos
- Aumento general de salarios y jubilaciones. Mínimo de $ 9.000, con actualización automática según el costo de vida. Anular el impuesto al salario.
- Prohibir por ley los despidos y suspensiones, estatizando con control obrero toda empresa que cierre o despida.
- Para combatir la inflación, anular el IVA a la canasta familiar y aplicar la Ley de Abastecimiento con incautación de bienes a todo especulador y control popular de precios.
- Para evitar la fuga de divisas, nacionalizar el comercio exterior y la banca. Suspender el pago de la fraudulenta deuda externa al Club de Paris y demás fondos buitres.
- No a los tarifazos e impuestazos contra el pueblo. Reforma impositiva para que paguen más los grandes capitalistas. Basta de subsidios a las privatizadas: reestatizarlas bajo control social.