A 6 años de su asesinato, escribir sobre Lázaro sigue siendo una tarea difícil. Se cruzan infinidad de sentimientos; alegrías, broncas, risas y sobre todo tristezas. Aún así, siempre llegamos a la misma conclusión: homenajear a Lázaro es homenajear su militancia y su moral, que no es más que la militancia y la moral de los revolucionarios. Repasar los significados de esa moral es, ni más ni menos, retomar los lazos de la construcción de la revolución
Su moral y la nuestra
Ese fue el título que eligió Trotsky para su folleto donde planteaba los rasgos fundamentales de la moral de la burguesía y los defensores del imperialismo («Su moral») y la de los proletarios en lucha contra la explotación burguesa («la nuestra»). Para León «… la moral es producto del desarrollo social; que no encierra nada invariable; que se halla al servicio de los intereses sociales; que esos intereses son contradictorios; que la moral posee, más que cualquier otra forma ideológica, un carácter de clase.» Como cualquier desarrollo ideológico, superestructural, la moral es producto de las relaciones de clase. La moral imperante hunde sus raíces en la explotación de la burguesía. Los prejuicios y preceptos morales dominantes, son los preceptos necesarios para garantizar nuestra explotación. Por ello nada moral es absoluto. Nuestra moral, es la moral de la lucha de los trabajadores contra el imperialismo y la burguesía. Es la moral de la lucha de clases. Es la de la solidaridad obrera en las huelgas y contra la represión. Todo lo que ayude a la revolución es moralmente correcto, y lo que no, es «inmoral». De ahí se desprenderá la relación dialéctica entre los medios y el fin. Trotsky no formalizó estos conceptos salidos de su imaginación: fueron producto de su experiencia en la lucha proletaria, la revolución, la guerra civil y sus derrotas. Estos conceptos generales, son una herramienta fundamental para la actividad permanente de los revolucionarios
Moral y actividad política.
Partiendo de estos conceptos, Nahuel Moreno intentó bajar a tierra muchas de las contradicciones que surgen de la actividad política de los revolucionarios, quienes actúan sobre una sociedad podrida hasta el hueso. La experiencia de décadas construyendo partidos y organizaciones revolucionarias en Argentina, Latinoamérica y el mundo, le planteó los problemas y contradicciones que surgen en el contacto permanente con el basural que es la sociedad capitalista. En su escrito «Moral y la actividad revolucionaria» clarificaba algunos elementos de la moral revolucionaria o, como él la llamaba, la moral partidaria; la moral de un partido construido para hacer la revolución junto a las masas oprimidas. Para Moreno «La obligación moral número uno, es fortificar el partido, responderle con la propia vida, considerar el deber moral más sagrado, valga la expresión en este caso, la vida partidaria y el desarrollo de la organización. Todos los sacrificios son pocos, vivimos por y en el partido». «Este planteo tiene su reflejo en nuestras relaciones morales con los compañeros del partido» (…) «El principio es que nada hay superior como individuo que un camarada del partido». «Es el principio superior de nuestra moral en este terreno de las relaciones personales dentro del partido. Por lo tanto le debemos franqueza, la sinceridad más absoluta salvo por razones de seguridad del propio partido. Pero mucho más que ello, el camarada del partido merece todos los cuidados y consideraciones. No hay ni puede haber sacrificio en favor del camarada que no hagamos.»(…) «Por el compañero del partido se arriesga la vida, se hace cualquier sacrificio. El principio moral es que la vida, la moral, la conciencia y el propio cuerpo físico del camarada del partido valen mucho más que uno.»
Lázaro; un homenaje a su militancia y su moral.
En otros artículos hemos reflejado la militancia de Lázaro. Solo recordaremos algunas características: Obrero de la carne, activista sindical, militante de base del partido, abnegado compañero que participaba en casi todas las actividades, era un aplicado militante en el local de Morón, acompañó siempre las luchas de los ferroviarios y los compañeros desocupados, apasionado en la construcción del partido en lo más rutinario (él volanteó sobre las estructuras obreras, pintadas y pegatinas, etc), vanguardia en conseguir las legalidades necesarias para la pelea electoral (conoció gran parte del país y a compañeros de distintas regionales haciendo afiliaciones). Esto sería normal en cualquier militante del MST. ¡Lo distintivo era que tenía 80 años!
De su moral nada podemos agregar. Era un vivo reflejo de la moral de los revolucionarios. Su último acto, defender a un compañero del ataque artero del MPN neuquino, lo grafica de cuerpo entero. «La moral revolucionaria en su máxima expresión» dijo Luis, su hijo y militante, en homenajes pasados. Hoy lo seguimos reafirmando.