El sábado la presidenta inauguró el 132° período de sesiones en el Congreso. Lo hizo acompañada por la militancia k dentro y fuera del lugar. El discurso fue extenso, aunque un poco más corto que los dos anteriores. En él, Cristina expuso con claridad el rumbo que va a seguir el gobierno nacional. Junto con ratificar que la política oficial para enfrentar la creciente inflación es el programa “Precios Cuidados”, tomando algunos de los ejes de la exposición nos encontramos con la confirmación del giro conservador, que comenzó a expresarse con más fuerza luego de la derrota electoral del año pasado.
Lo primero, fue defender cerradamente el modelo. Si bien, en varios momentos se mencionó la crisis capitalista mundial, se insistió en un razonamiento completamente falso: a nosotros no nos afecta. Para sostener esto se repitió la maniobra de contar desde 2003 a la fecha, en lugar de mostrar los números e informes del período actual. Lo mismo se hizo al tocar el problema de la deuda externa, hablando sólo de lo que ya se le pagó al FMI, pero ocultando los pagos que vienen tras el canje y la definición de pagarle a los buitres y al Club de París. Tampoco se habló del gigantesco endeudamiento de los estados provinciales y de la nación con el ANSES, es decir, con los jubilados. En estos y en otros ejemplos, se utilizaron toda clase manipulaciones para desvirtuar la realidad que se vive.
Otro ángulo que se destacó fue la relación del gobierno con las grandes corporaciones. En uno, CFK afirmó sin medias tintas, “la privatización de YPF fue un buen negocio”, y luego continuó demostrando el buen rendimiento que le había dado a Néstor Kirchner comprar acciones de la ex petrolera estatal y venderlas. Finalmente insistió: “no estamos reestatizando”. También dijo que lo de la soberanía energética era un mito y comparó el consumo actual con el 2001/2002. Omitió decir que en las últimas décadas se entregó el grueso de la producción hidrocarburífera a las multinacionales, que hacen enormes ganancias con nuestros bienes comunes.
En otro momento, hablando de la política hacia el campo, se nombraron los logros y, a pesar de tanto discurso antisojero para la tribuna, la mandataria reivindicó la producción de soja, la extensión de la frontera verde –que destruye bosques nativos y comunidades- y el papel destacado de las empresas que aportan tecnología (Monsanto es la principal de ellas). Seguramente preparaba el terreno para la Ley de Semillas, que pretende obligar a todos los productores a utilizar los productos de la multinacional norteamericana.
Como tercer aspecto saliente podemos analizar la política hacia los reclamos de los trabajadores y sectores populares. Se volvió a insistir en estigmatizar a los docentes, criticándolos por los paros. Incluso se fue más allá, defendiendo el presentismo que se quiere imponer en la paritaria nacional. Palabras más, palabras menos, la presidenta dijo que si este gobierno había mejorado tanto la inversión en educación y seguía habiendo problemas en la calidad educativa, la responsabilidad era de los docentes. Ilustró con anécdotas de sus maestras de primaria, aunque no dijo si trabajaban un cargo o doce horas por día, ni comparó el poder adquisitivo de sus salarios con el que tienen hoy los educadores.
El complemento de este ataque, fue un marcado rechazo a la protesta social. Al mejor estilo “doña Rosa” Cristina se despachó “no puede ser que diez tipos te corten una calle” y tomó como ejemplo la jornada de cortes por el desprocesamiento de los petroleros de Las Heras, defendiendo la condena a esos trabajadores. Lo cierto es que en esa jornada no hubo diez tipos sino miles de personas, en todo el país. Y que esos trabajadores fueron condenados sin pruebas, para intentar detener los conflictos en esa provincia (la suya) contra el impuesto al salario y la precarización laboral.
A tono con estas palabras, el kirchnerismo prepara un proyecto para “regular” la protesta social, mientras pretenden una reforma del Código Penal que traerá más impunidad. No parece muy nacional y popular insistir con que los trabajadores y el pueblo sigan “poniendo la otra mejilla”.
Aunque salieron a tratar de mostrarse diferentes, la verdad es que los Massa y el PJ no kirchnerista, la nueva Alianza FAP-UCR y Macri quieren ir para el mismo lado. Todos aplaudieron el pago a Repsol, todos quieren seguir con las privatizadas. En donde gobiernan, estos sectores descargan tarifazos y ofrecen aumentos en cuotas y por debajo de la inflación. No tienen nada que ver con las necesidades de los de abajo, ni con la unidad latinoamericana, ni con la liberación. Con matices, todos defienden los negocios de las corporaciones capitalistas. Ni el gobierno ni estos sectores van a resolver los problemas que seguimos sufriendo.
Por eso, hay que apoyar los reclamos docentes, de la salud y estatales por salario y condiciones de trabajo; continuar las batallas contra Monsanto, la Barrick y demás contaminadores/saqueadores; los reclamos contra la impunidad de ayer y hoy; la defensa de la educación, la salud y todo lo público; la lucha por los derechos de las mujeres y la diversidad. Pero también encarando la construcción de una alternativa política, un movimiento que una a toda la izquierda política y social, acordando un programa anticapitalista y antiimperialista para darle salida a la crisis. Una alternativa que participe en todas las luchas y procesos de organización sindical, estudiantil, barrial. Y que tenga internas abiertas para que las elecciones no sean una traba.
El MST Nueva Izquierda pone a Alejandro Bodart, Vilma Ripoll, demás referentes del país y toda su militancia al servicio de esta tarea. Y llama a todos los/as luchadores/as que quieran pelear por ellas a que se organicen en nuestro partido para hacerlo juntos.