Karina, su pareja y 6 hijos, asesinados en Merlo
Cuando el viernes 9 de mayo los medios de comunicación anunciaron la muerte de seis personas por el terrible incendio de una casilla en un barrio de Merlo, todas las mujeres nos entristecimos y nos indignamos.
Ese crimen no fue la sorpresiva obra de un “drogadicto y enfermo psiquiátrico”, como intentaron mostrar Scioli, la justicia y la policía: fue el último emergente de la violencia de género que desde hace años venían sufriendo Karina Flamenco y sus 6 hijos.
María Karina Flamenco vivía junto a su actual pareja y sus 6 chicos, de 4 a 13 años -uno de ellos discapacitado-, en un contexto de pobreza y marginalidad agobiantes. Su barrio, El Pericón, es el más pobre de todo Merlo. Su casa, apenas una casilla de chapas. Para alimentarse, iban a un comedor de la iglesia evangélica.
Karina no tenía trabajo y su pareja, Gastón, era vendedor ambulante. Sus 4 hijos más grandes iban poco a la escuela, porque tenían que salir a pedir monedas en la estación de Once. A veces tampoco iban al colegio porque la ex pareja de Karina, el “Memo” Méndez, padre de uno de los chicos, los seguía…
El Estado, cómplice
Hace cuatro años o más que Karina y sus hijos eran víctimas de violencia de género por parte de Méndez: golpes, amenazas, la violaba delante de los chicos. “Vivían con miedo”, dijo uno de los abuelos.
Karina hizo más de 25 denuncias, en la fiscalía, la comisaría de la Bonaerense y el 911. Incluso había conseguido una orden judicial de restricción de hogar. Pero ninguna autoridad pública garantizaba que esa orden se cumpliera y los ataques de Méndez eran cosa de todos los días. Lo sabían en la escuela, en el municipio que conduce Raúl Othacehe, en la iglesia y en el barrio.
Sin embargo, las instituciones del Estado no hicieron nada para evitar este femicidio y sus otros 7 asesinatos vinculados:
Según la policía de Merlo, allí “no constaban denuncias, sólo llamados al 911”. En realidad ya ni vigilaban la casa, porque los consideraban “problemas de pareja”.
En marzo, Méndez fue detenido por golpear a Karina. Pero en la Justicia, el fiscal Alejandro Jons resolvió liberarlo sin indagarlo ni revisar si había antecedentes o denuncias.
El poder político en todos sus niveles también es responsable, por omisión. No actuaron para ayudar a Karina a salir de la pobreza, la marginalidad y el círculo de la violencia de género.
Como lo dijo en el entierro Julia, la mamá de Gastón: “Señor juez, señor fiscal, si hubiesen escuchado a Karina hoy no estaríamos acá, con los ocho cajones de mi familia”.
Nuestras propuestas
Ante este femicidio que sacudió al país, hay tareas inmediatas y otras a mediano y largo plazo:
Lo primero de todo es lograr justicia y que se condene a perpetua al asesino.
Además habría que echar al comisario de la 3ª y al jefe de la Departamental de Merlo, a los funcionarios municipales del área social y hacerle juicio político al fiscal Jons. Todos ellos desprotegieron a Karina y a su familia.
Pero para que estos hechos tan tremendos no se repitan, debemos exigir que se vote urgente una Ley de Emergencia en Violencia de Género, tanto nacional como provincial, como la que nuestro diputado Alejandro Bodart presentó en la Ciudad de Buenos Aires. Con presupuesto suficiente para abrir refugios para las mujeres y sus hijos, campañas masivas de prevención y subsidios para la reinserción laboral y habitacional. Si hubiera refugios, Karina no hubiera terminado encerrada en su casilla, sin poder salir y a merced del violento.
También hacen falta cambios de raíz en las instituciones, para imponer control social. Por ejemplo, que los jueces, fiscales y comisarios se elijan por voto popular para que así le rindan cuentas al pueblo y no al poder político, y que haya control de los vecinos y las organizaciones de mujeres a las comisarías.
Estas medidas apuntan a un cambio político más de fondo. La muerte de Karina y su familia es otra consecuencia de este sistema capitalista y patriarcal, que oprime a la mujer, desvaloriza su palabra, no la ampara ni le da salida para su vida.
Necesitamos un gobierno de los trabajadores, que termine con la pobreza y la marginalidad, para que los chicos vayan a la escuela y no a mendigar. En definitiva, un gobierno que termine con la explotación de la clase trabajadora y con la opresión de las mujeres. Acercate al MST y a Juntas y a la Izquierda para pelear por estos objetivos. Por Karina y por todas.
Vilma Ripoll y María Damasseno MST – Juntas y a la Izquierda