Entramos en la recta final del primer semestre del año y se han confirmado las conclusiones centrales de la etapa abierta luego de la derrota electoral de 2013. Por un lado el fin de ciclo K, al agotarse como proyecto político y modelo económico y comenzar un giro hacia un ajuste ortodoxo para responder a la llegada de la crisis internacional. Por el otro la presentación en sociedad de proyectos burgueses de recambio, desde el viejo PJ y el «progresismo/radical», aunque todavía en formación y jugados a evitar un desbarranque K para mantener la gobernabilidad. Y en tercer lugar el aspecto más cualitativo: una búsqueda por izquierda con expresión electoral y disposición a la lucha contra el ajuste, demostrando un gran espacio para forjar una nueva dirección sindical pero fundamentalmente para poner en pie una alternativa política unitaria de izquierda.
Durante estos meses se fue remarcando ese giro conservador cada vez más consolidado en la política del gobierno nacional. Hablamos de un rumbo sostenido en las medidas económicas y en las políticas. Comenzando por un ataque más directo a los trabajadores y sectores populares: más inflación, freno en la industria, millones de pobres, trabajo en negro y precarización y techos salariales, agravando la emergencia de los problemas estructurales no solucionados, como la crisis energética, del transporte o la desocupación. Y redoblando los acuerdos con las corporaciones, con más pago de deuda y romances con multinacionales como Monsanto, Chevron, Barrick Gold y con las grandes empresas como Roggio en el país. Asimismo una vuelta de tuerca en el ataque a las libertades democráticas y la represión, como los proyectos de leyes «antipiquetes», la confirmación de Milani o el reciente pacto con el PRO para votar en la legislatura porteña quitarle a la Capital los Espacios de la Memoria.
Desde abajo la bronca se ha multiplicado. También la decisión de salir a la calle a dar pelea por las demandas obreras y populares. La histórica huelga docente, con su capítulo bonaerense y el más reciente de Salta –junto con las protestas de estatales y trabajadores de la salud- pateó el tablero del techo salarial. Luego vino el parazo del 10 y quedó absolutamente claro que la inmensa mayoría de los trabajadores rechazan las políticas de la Rosada, que también acompañan gobernadores de todo pelaje y el gobierno porteño.
Todas estas demostraciones de fuerza de los de abajo se hicieron a pesar de los dirigentes sindicales. Caló y Yasky defienden al gobierno, mientras Moyano y Barrionuevo trabajan para fortalecer al PJ antiK. Por eso, a pesar de que el gobierno no ha respondido a los reclamos y crecen las suspensiones y despidos en la industria, los primeros no hacen nada y los segundos tardaron un año en convocar un nuevo paro y en lugar de darle continuidad a la pelea llaman a marchar por la seguridad pensando en 2015. Doble tarea: sostener la gobernabilidad, descomprimiendo la caldera social y a la vez abonar al proyecto del viejo PJ.
Por eso vamos a seguir viendo luchas y movilizaciones por salario y condiciones de trabajo en distintos sectores y lugares del país, pero habrá que batallar duramente para tratar de lograr medidas nacionales como las que hacen falta, ya que estos dirigentes están apostando a mantener todo como está y empujar al pueblo a canalizar su bronca en la votación presidencial del año que viene.
En este marco la CTA puede jugar un papel destacado, a condición de corregir déficits y jugarse con todas sus fuerzas a movilizar a los trabajadores.
El inmovilismo voluntario de los sindica- listas vendidos no es un hecho aislado. Todo lo contrario. El conjunto del régimen ha decidido cuidar al gobierno para que aplique todo su paquete de ajuste y medidas antipopulares y llegue a las elecciones habiendo efectuado gran parte del «trabajo sucio». Por eso, más allá de algún cacareo en los medios, los Massa, Macri, De la Sota o la nueva alianza FA-UNEN van a acompañar o facilitar donde gobiernan los trazos gruesos de la política oficial. Nadie se va a quejar por el pago el Club de París, ni la entrega del petróleo en Vaca Muerta, ni nada. También, aunque se cuiden en los modos, sostendrán la criminalización de la protesta, con ley antipiquetes incluida.
Es una combinación que se va a ir acentuando: sostener al gobierno para que llegue a 2015 y postular salidas por derecha. Esto confirma dos cosas a la vez. En primer lugar que el gobierno está muy debilitado y en el marco del fin de su ciclo, sigue estando planteada la posibilidad que aterra a los de arriba de otro Argentinazo con una salida anticipada del gobierno. En segundo término, que ninguna de las variantes de recambio impulsadas por el sistema tienen soluciones para el pueblo trabajador.
En este escenario, se aceleran los tiempos electorales en todo el país. Podría decirse que «estamos a un mundial de la campaña electoral», y tal vez nos quedemos cortos. Habrá que prepararse para una caravana de elecciones municipales y provinciales adelantadas y luego para las nacionales, con los prólogos de las internas obligatorias. Lo que arriba describimos profundiza la ruptura de grandes franjas con el kirchnerismo, decepcionadas porque no fue lo que esperaban o porque ven cómo el mismo gobierno va contra medidas que le valieron el reconocimiento de sectores medios, de trabajadores o de jóvenes. Honestos votantes o militantes de ese espacio buscan otro proyecto político para llevar adelante la lucha consecuente contra las corporaciones, la vieja política y por la unidad latinoamericana. La confluencia entre estos sectores, los que ya se venían alejando de la centroizquierda tradicional por su giro derechoso y quienes vienen acompañando a la izquierda desde antes conforma un enorme espacio político, que crece al compás de la crisis.
Hablamos de un sector de masas, que mira a la izquierda como una posibilidad de cambio real. Esto coloca como tarea presente la construcción de una alternativa política que pueda disputar con los partidos del sistema y pelear por el gobierno.
Para ir en ese camino hay que lograr la unidad amplia y plural de toda la izquierda política y social. Esta unidad tiene que darse en las luchas y para batallar en las elecciones. Y como hay distintos proyectos en la izquierda, para favorecer la expresión de cada uno y buscando evitar cualquier traba con la confección de las listas de candidatos, venimos insistiendo con la necesidad de que los distintos partidos vayamos juntos a las internas y que sea la gente la que ordene las candidaturas. Así se lo hemos dicho a las fuerzas del FIT y también a las corrientes que integran la CTA, Marea Popular, el PCR y otros sectores de la izquierda.
Lamentablemente las demás fuerzas no han aceptado esta propuesta, persistiendo en visiones sectarias. Por eso vamos a redoblar nuestro llamado en las próximas semanas. Alejandro Bodart, Vilma Ripoll, nuestros referentes en todo el país y toda la militancia del MST Nueva Izquierda se juegan por entero y se ponen a disposición de esta tarea. Queremos que no haya ningún motivo que pueda evitar que todos los que peleamos por un cambio de fondo estemos unidos y comencemos a construir una opción de gobierno para los trabajadores y el pueblo. Llamamos a todos los luchadores que compartan este llamado a sumarse a nuestro partido para fortalecer esta propuesta.