Hace algunos días, Clarín publicó un extenso reportaje a Serge Latouche, economista francés y teórico del “decrecimiento”. Este autor que se ubica a priori en el campo del anticapitalismo es referencia para activistas socioambientales y remite a figuras respetadas como Vandana Shiva e incluso investigadores e intelectuales que en Argentina abonan a causas tales como la lucha contra el modelo de los agronegocios. Por eso, como además de unidad en la acción para resistir la agresión de las corporaciones tenemos que debatir propuestas de salida alternativa al modelo extractivo desde la Red Ecosocialista queremos hacer nuestro aporte ideológico y político a esa discusión.
Latouche en la entrevista de Clarín del 29 de junio pasado expresa una serie de definiciones y resalta las experiencias del trueque en la Argentina del 2002, reivindica como salida para enfrentar el consumismo desenfrenado las redes de comercio justo y las cooperativas agroecológicas autónomas, como así también otras variantes de micro-experiencias “alternativas al mercado” en coexistencia con el mercado. Pero lo central de las tesis de este autor las expresa en un libro muy conocido que se titula “Sobrevivir al desarrollo” (Icaria, Barcelona, 2007). En él hace una amalgama entre crecimiento y desarrollo, y después entre desarrollo y capitalismo. Por eso, su anticapitalismo termina siendo una negación de todo desarrollo humano. De hecho, en ese libro Latouche dice que el desarrollo –en general- “es una empresa que pretende transformar en mercancía la relación entre los hombres y la naturaleza”. Esa lógica no es la del “desarrollo en general”, sino la del capitalismo en particular.
Es decir: el sistema que produce “cosas” para ser vendidas y crea necesidades artificiales para fomentar el hiperconsumo y realizar ganancia capitalista vendiendo esas “cosas” se llama capitalismo. Histórica y específicamente determinado. No decirlo supone condenar toda producción social anterior y entonces habría que repudiar a los inventores de la rueda, de la agricultura que no producían “cosas vendibles” sino útiles socialmente y entrarían en la misma bolsa que las corporaciones capitalistas actuales. Ergo: habría que lamentar no habernos quedado en la etapa de cazadores-recolectores. Decir entonces que el “único desarrollo existente es el capitalismo” y por tanto, condenar en bloque todo desarrollo es como decir que “la única justicia es la burguesa”, o “la única cultura es la capitalista” o la “única democracia es la actual”. Un sofisma completo y por tanto equivocado.
¿Autolimitación, austeridad y cambio individual o transformación anticapitalista colectiva?
La teorización de Latouche no es inocente ni gratuita en el orden político. Tiene derivaciones concretas: hay que luchar contra todo desarrollo social, ya que todo desarrollo es “producción de mercancía e impacto ambiental”, por tanto hay que autolimitarse, consumir menos individualmente, etc. Una especie de filosofía de la austeridad personal e individual. El problema con este razonamiento es que enfoca como centro del problema a superar los patrones de conducta individuales en el terreno –incluso- del consumo y desvía la atención de la órbita social y colectiva de la producción general y recién a partir de ahí de los modos de distribución y consumo. Está ausente el debate sobre el poder capitalista, el rol de las corporaciones, de los partidos que desde los gobiernos gerencian esos intereses y cuál sería la estrategia desde las grandes mayorías para revertir la situación. En síntesis: el “decrecimiento” como orientación política conduce a una militancia concentrada en el cambio individual en coexistencia con el desarrollo capitalista depredador y contaminante. Finalmente, Latouche termina planteando una recomendación conservadora para la urgencia que amerita el despojo y la contaminación capitalista.
Luchar por un desarrollo alternativo al capitalismo y ecosocialista
Frente a esta posición y en el debate sobre qué hacer frente al avance de las fuerzas destructivas del capitalismo pensamos que hay una salida de tipo social y colectiva para las mayorías sociales. Hay que expropiar todos los resortes fundamentales de la producción social a los capitalistas: las fábricas, la tierra, los bancos, el comercio, la energía, las comunicaciones, el transporte, etc. Todo ese dispositivo social tiene que pasar a manos de los que trabajan y reorganizar globalmente el modelo de producción, distribución y consumo. Para empezar hay que planificar la producción en base a las necesidades sociales mayoritarias. Hay que sustituir la producción de “cosas vendibles” por “cosas útiles socialmente”. Esto, de arranque, derivará en la eliminación lisa y llana de ramas productivas enteras como la industria armamentística o de la publicidad capitalista. A la vez industrias tan contaminantes como la automotriz, se reducirá a partir de promover estatalmente y con control de trabajadores y usuarios el transporte público. Si modificamos el sistema de producción de alimentos –absurdo, kilométrico, contaminante- basado en la ganancia del agronegocio por otro basado en un uso agroecológico del territorio, con circuitos cortos de comercialización, todo se reduce: los costos sociales y ambientales. En el mismo sentido, iniciar una reconversión energética global: de los hidrocarburos a energías limpias y renovables. Y por supuesto: como el sujeto social central de esta orientación son los trabajador@s es clave garantizar una reconversión laboral general, reparto de las horas de trabajo y reducción de la jornada laboral con salario acorde a las necesidades básicas de ingreso. Esto garantiza tiempo libre social y estimula la intervención política de los productores directos que asociados de forma libre y democrática, planifican, gestionan y controlan toda la producción y distribución social.
Ahora bien: estos cambios profundos son posibles en base a un nuevo poder político que exprese esta orientación y que en base a una sostenida movilización social se proyecte a escala continental y mundial. Para eso hay que construir fuerza política y masa crítica. Es posible un desarrollo alternativo al capitalismo basado en una perspectiva de producción social anclada en las necesidades mayoritarias no sometidas a la dictadura de la ganancia capitalista y con racionalidad ecosocialista. Esa es la aproximación que planteamos. Este es el debate que entendemos crucial para el movimiento socioambiental.
Mariano Rosa, coordinador nacional de la Red Ecosocialista