“Yo hincho para que Scioli gane las elecciones” dijo Luiz Inácio Lula da Silva y en esa frase de apoyo al candidato kirchnerista muestra que el fin de ciclo no es exclusivo de nuestro país. Es que en tierras brasileras, el gobierno del Dilma y el PT atraviesan una dura crisis, donde se cruza la recesión económica con las múltiples denuncias por corrupción en las altas esferas del estado.
El Partido de los Trabajadores, surgido de las luchas de la poderosa clase obrera paulista, se ha transformado en el comandante de un verdadero subimperialismo regional, promoviendo el extractivismo y volcando la crisis sobre las condiciones de vida de millones de trabajadores.
No se trata de gobiernos populares que demuestran su fracaso, sino de gobiernos y experiencias políticas que prometieron un camino diferente y poco a poco desnudaron su verdadera faceta.
Está en marcha en todo el continente un proceso de fin de ciclo, de las distintas experiencias, surgidas del riquísimo proceso de lucha de clases de la última década y media. Esa vieja ley que explica que aquello que no avanza, termina retrocediendo, muestra toda su vigencia desde Caracas hasta Buenos Aires y desde Río de Janeiro hasta la Paz, los que alguna vez decretaron el final del ALCA en Mar del Plata hoy son los pagadores seriales de la deuda externa y los garantes del proyecto IRSA, los impulsores de la megaminería contaminante y la siembra directa. Ese proceso continental es el que está en crisis y ha permitido que variantes más conservadoras puedan recuperarse y disputar. Pero el final no está escrito aún y los trabajadores y los pueblos resisten y es posible que al calor de esas resistencias se templen opciones que disputen desde la izquierda.
En nuestro país, son justamente esas falsas alternativas conservadoras como el rejunte encabezado por Macri que es Cambiemos o la mezcla entre mafias sindicales y peronismo fashion que encabeza Massa. Esta es sin dudas la explicación fundamental de que Scioli, hijo del menemismo, educado por el duhaldismo y sostenido por el kirchnerismo, se mantenga al frente en las encuestas aunque difícilmente pueda coronarse en octubre y deba ir a una segunda vuelta.
Inundaciones, fraudes, corruptelas y negociados, los tres candidatos del ajuste navegan mirando para otro lado, siguiendo el libreto de los managers de la campaña y tratan de que sus equipos económicos hablen lo menos posible, para que no sea tan evidente que más allá de los matices, defienden una misma receta: devaluación, ajuste para los de abajo y vía libre para que los de arriba sigan saqueando.
Claras como nunca las variantes del establishment, es momento de encarar desde la izquierda el desafío de superar la fragmentación para poder ser alternativas para los miles que van perdiendo sus ilusiones y confianzas en las variantes populistas y no quieren saltar de la sartén al fuego.
La corriente internacional a la que pertenecemos viene aportando desde hace tiempo a esa pelea, construyendo unitariamente en Brasil desde el PSOL, la mayor expresión de la izquierda en dicho país. Impulsamos en Venezuela la combativa Marea Socialista, que se enfrenta a la proscripción y batalla por una salida a favor de los trabajadores. En Perú somos parte del reagrupamiento de sectores populares que enfrenta a Ollanta.
En nuestro país, con una profunda crítica por su sectarismo y autoproclamación, decidimos impulsar el voto al FIT a nivel nacional en octubre. Este voto lleva cargada una intención muy clara, señalar una vez más la necesidad de generar una gran confluencia de la izquierda, que supere el testimonio y surja como referencia política de los trabajadores y el pueblo. Lamentablemente hasta ahora los compañeros siguen priorizando su disputa interna y la descalificación a quienes pensamos diferente. Seguiremos insistiendo, llevando esta propuesta a cada estructura de trabajadores, a cada facultad y colegio, a cada barrio popular, y estamos seguros de que en ese camino tonificaremos nuestras fuerzas.
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