En San Juan se está jugando una disputa nacional. Más precisamente en Jáchal e Iglesia, dos pequeñas poblaciones al pie de la cordillera. En el feudo de la Barrick los vecinos en asamblea resisten contra el cerco, la represión y las amenazas de la ofensiva mediático-política. Todo vale para el poder político, garante de los negocios mineros. Sea Scioli o Macri el próximo presidente, el panorama hace prever más extractivismo y el movimiento socioambiental deberá encarar nuevos desafíos.
Crónica de los últimos cuarenta y cinco días. Derrame de cianuro. La información circula por whatsapp a partir de un mensaje de un obrero de la mina a su familia. Se multiplica. Confusión en los vecinos de Iglesia y Jáchal. El poder político local y provincial primero niega todo, después manipula y oculta. La gente se empieza a movilizar. La empresa reconoce el derrame. “Nada grave” dice. Primero fueron 14 mil litros. Horas después ya eran 124 mil y al otro día más de un millón.
En el año 2000 el Parlamento Europeo registró como “el mayor desastre ecológico de la época” un derrame de cien mil litros de agua cianurada en el Río Danubio. En San Juan la Barrick derramó más de un millón y sin embargo, el gobierno de Gioja, el candidato oficialista Scioli y todo el sistema político tradicional insisten con la megaminería como “motor de desarrollo nacional” y presentan a la corporación canadiense como emblema de “seguridad ambiental”. No son representantes del pueblo. Son los gerentes en el estado de Peter Munk.
Nuestras vidas valen más que sus ganancias
La lucha contra la megaminería es desigual. Son empresas multinacionales que actúan como propietarias de la cordillera. El poder político a toda escala habilita esa lógica neocolonial. Sin embargo, hay dos “mapas” de la megaminería. Por un lado el de los yacimientos que se multiplican dramáticamente en todo el corredor andino, configurando una suerte de paisaje lunar con sus enormes cráteres depredatorios. Pero también hay un “contramapa” de la resistencia. Decenas de asambleas de vecinas y vecinos, jóvenes y abuelos, obreros y pequeños productores de a pie que cavan la última y más importante trinchera de dignidad frente al saqueo contemporáneo.
En Jáchal e Iglesia cientos se reúnen semana a semana en la plaza central y deliberan de forma directa sobre cómo enfrentar a la Barrick y a Gioja. Es el más sano alimento para el optimismo de los que luchamos por otro San Juan posible y necesario. Son la verdadera vanguardia en defensa del agua y la vida. La megaminería no es una necesidad social. Volvemos a insistir: que se prohíba en San Juan y toda la Argentina.
Por Jáchal, por Iglesia: el 12 de noviembre “Argentina sin Megaminería”
La tarea número uno del movimiento socioambiental hoy pasa, en nuestra opinión, por nacionalizar el reclamo sanjuanino contra la Barrick. No es un problema provincial. El resultado de esta disputa puede marcar la tendencia más general. La semana pasada hubo una violenta represión en el bloqueo autoconvocado a Veladero. Los asambleistas, mayoritariamente mujeres, entre ellas Sofía Gatica, fueron brutalmente golpeadas y detenidas. Por eso es crucial extender a todo el país el reclamo contra la megaminería, pilar del capitalismo extractivo en Argentina. En esa perspectiva, un arco muy plural de organizaciones socioambientales, gremiales y políticas, resolvimos impulsar una gran Jornada por Jáchal e Iglesia y contra la megaminería en todo el país. Habrá que construir en cada lugar la modalidad de protesta, pero lo central es que el poder económico y político registre que seguimos resistiendo. Y que gane quien gane las elecciones, la seguimos hasta que se vaya la Barrick.
Mary Garrido, desde San Juan