A 26 años de la caída del muro de Berlín. La historia continúa

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El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín luego de casi 30 años de existencia. La magnitud y consecuencias de este hecho abrieron debates cuya correcta comprensión sigue siendo hoy un elemento fundamental para analizar la dinámica de la situación mundial. 

A lo largo de los 26 años transcurridos desde 1989 se han realizado diversas interpretaciones sobre aquellos acontecimientos y el proceso que entre 1989 y 1991 marcó el final de la URSS. Pese a su variedad, coinciden en marcar la importancia de este proceso histórico.
Nuestra corriente ha interpretado que a partir de este hecho se abrió una nueva etapa de la lucha de clases a nivel mundial. Es decir, se produjo un importante cambio en la correlación de fuerzas entre las clases, con la apertura de situaciones políticas y sociales cualitativamente distintas a las del período anterior.
El cambio se expresó en las revoluciones democráticas que derrotaron y destruyeron, por la vía de la movilización de las masas, a la casta burocrática que gobernaba la URSS y los estados del Este.
Esa casta sostenía sus privilegios materiales sobre la base de la apropiación del poder político mediante regímenes de partido único, sin libertad de expresión y discusión, sin libertad de organización, y pactando con el imperialismo una coexistencia pacífica que en los hechos signficaba el boicot a las luchas obreras y de los pueblos oprimidos del mundo.
La derrota de este aparato político sacudió los cimientos del mundo “bipolar”, desestabilizando la situación política mundial, y generó una ola de sentimiento antiburocrático que no se limitó a Europa del Este sino que descolocó a gran parte de los aparatos políticos tradicionales que habían actuado como chalecos de fuerza del movimiento de masas.
Por este motivo hemos interpretado la caída del muro y la ex URSS como un cambio esencialmete favorable en la correlación de fuerzas entre las clases.

Coyunturas, tendencias y contradicciones

La historia enseña que los grandes hechos, cambios y tendencias subyacentes, no se realizan de manera lineal sino profundamente contradictoria. León Trotsky denominó “ley del desarrollo desigual y combinado” a este fenómeno. Recuperar sus enseñanzas nos permite interpretar la realidad en su riqueza de contradicciones, evitando, por un lado, caer en la tentación del mecanicismo que deriva de un esquema general los acontecimientos puntuales y, por el otro, evitando perdernos en un laberinto de acontecimientos y coyunturas particulares donde no existen conexiones ni tendencias generales.
Hemos señalado la tendencia general positiva para los cambios revolucionarios abierta a partir de la caida del muro de Berlín. Pero decir esto, sin más, sería equivocado ya que implicaría no ver las contradicciones efectivas en los acontecimientos, subsumiendo la coyuntura en la generalidad.
Ante el proceso de movilización que derrumbó el muro y el “socialismo realmente existente”, la ausencia de una dirección revolucionaria que tuviera peso de masas para incidir sobre los acontecimientos, abrió el camino a la restauración del capitalismo en los estados del Este bajo la presión del imperialismo, la iglesia, las direcciones traidoras y el propio accionar de la burocracia soviética, y a una coyuntura donde los efectos positivos de este proceso se vieron matizados.
La apertura de un enorme mercado para la explotación de los paises imperialistas permitió aliviar temporalmente la caída tendencial de la tasa de ganancias, dando impulso a las políticas de contrarrevolución económica inauguradas por el tandem Thatcher-Reagan, más conocidas como neoliberalismo. En esto jugó un papel central la restauración capitalista en China bajo la dirección de la burocracia del Partido Comunista Chino luego de la derrota del alzamiento de Tiananmen, con la incorporación al mercado mundial de millones de trabajadores superexplotados.
Por otro lado, la disolución del “socialismo real” abrió paso a una ofensiva ideológica que sostenía el “fin de la historia” y la derrota definitiva de toda alternativa al capitalismo. El fin de la “bipolaridad” parecía inaugurar un mundo dominado por el imperialismo norteamericano. Las viejas corrientes socialdemócratas giraron fuerte y abiertamente hacia el “libre mercado” transformándose en social-liberales.
Se desarrollaron nuevas corrientes reformistas que, adaptándose al discurso dominante, sostenían que el horizonte de posibilidades de transformación se limitaba al capitalismo y de lo que se trataba era de humanizarlo.
También emergió el horizontalismo, que, compartiendo espacios políticos con los nuevos reformismos, por ejemplo, el Foro Social Mundial de Porto Alegre, se diferenciaba de éstos con una retórica anticapitalista, pero desde una perspectiva en la cual las relaciones de clase pasaban a segundo plano (o directamente desaparecían), y negaba al poder del Estado como herramienta de transformación, privilegiando la construcción de alternativas locales de “autogobierno”, sin disputarle a la clase dominante el poder del Estado. La combinación de todos estos factores generó fuertes contradicciones subjetivas.

La caida del muro… de los capitalistas

Dicho todo esto es necesario señalar que perder la perspectiva general en un laberinto de contradicciones es tan equivocado como no verlas. Los elementos materiales que alimentaron las contradicciones en el plano subjetivo han ido cambiando. La restauración del capitalismo en la ex URSS, Europa del Este y China no logró revertir la crisis crónica del capitalismo mundial. Hoy estamos cercanos a cumplir una década de fuerte crisis de la economía capitalista que explotó en 2008 y hoy se expresa en los supuestos nuevos motores del desarrollo mundial, los llamados BRICS. El mundo “unipolar” que se veía tan amenazante, ha resultado ser un mundo mucho más inestable para los capitalistas, y la capacidad de control del imperialismo yanqui se ha visto fuertemente golpeada.
Estos cambios han abierto una nueva etapa, que arranca de las conquistas logradas con el desmantelamiento del aparato burocrático del stalinismo, y comienza a superar las contradicciones de la anterior. Fundamentalente, a partir del estallido de la actual crisis, se viene derrumbando la idea de que el capitalismo es el único sistema social posible. Al contrario, comienza a predominar la conciencia a escala masiva y mundial de que es el capitalismo el que no funciona.
Las nuevas experiencias politicas que hoy enfrentan la crisis surgen en un mundo con una vanguardia profundamente antiburocrática que toma los derechos democráticos como bandera central, combinando la lucha contra los regímenes políticos con la lucha contra el sistema capitalista. Esta conciencia democrática y antiburocrática es una herencia fundamental de la caída del Muro, que puede empalmar políticamente con las corrientes que desde hace decadas sostenemos la necesidad de construir un socialismo democrático desde abajo. Depende de nosotros construir las herramientas políticas para que ello suceda.

Luis Meiners

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