La cinematográfica detención del ex secretario de Obras Públicas José López, desató una fuerza centrífuga en el Frente para la Victoria. Un salto de calidad en la crisis de un proyecto que generó entusiasmo en franjas amplias de jóvenes y trabajadores y hoy emigran con indignación.
El affaire López fue un golpe en la línea de flotación del kirchnerismo. Un proceso de desintegración que avanzó desde la derrota electoral del 10 de diciembre, creció con las causas que se sucedieron y también alimentado por las necesidades del actual gobierno.
La desazón y la indignación crecen por abajo no solamente por el carácter bizarro y sin filtro de los hechos que se destapan. Sino porque los dirigentes intentan despegarse, emigran del FPV y cierran filas con el aparato del viejo PJ comandado por Gioja y Scioli.
Ya a comienzos de año el bloque del FPV-PJ en el Senado conducido por Pichetto se apartó de la disciplina K y en Diputados desertaron 15 legisladores encabezados por Diego Bossio. Las rupturas fueron en la dirección de una «oposición responsable» que permitió aprobar el pago a los buitres y demás medidas de ajuste de Macri.
En los meses posteriores aparecieron los videos de la Rosadita y cayó preso Lázaro Báez, se inició la causa Hotesur y las imputaciones llegaron a la propia Cristina. Varios ex funcionarios más fueron procesados por el financiamiento ilegal de la campaña de 2007, la venta del dólar futuro y otras causas que se siguen acumulando.
El escándalo de López encendió la mecha. Los diputados del Movimiento Evita y otros abandonaron el bloque del FPV, y el presidente del PJ Gioja convocó una reunión del Consejo Nacional del partido para determinar la ruptura de la mitad de los 70 diputados que quedan y formar un nuevo bloque, o interbloque, peronista alejado de la identificación con el kirchnerismo.
Este reacomodamiento, al igual que los de marzo, aporta a la conformación de una oposición colaboracionista con el gobierno de Macri. Apuntando, junto a la burocracia sindical, a sostener la gobernabilidad para bancar a un gobierno tempranamente cuestionado por el brutal ajuste y su corrupción sistémica y de guante blanco.
No mirar hacia atrás
Los miles de jóvenes y trabajadores que creyeron que las banderas de la nueva política, el antiimperialismo y los derechos humanos venían de la mano de un nuevo proyecto como el kirchnerismo, hoy ven cómo esos dirigentes, dejan a Milagros sala podrirse en la cárcel, cierran con el aparato pejotista o apelan a remanidos argumentos para defender lo indefendible negando la realidad. Como Hebe que tildó a López de «traidor» o los mentores de Carta Abierta aseverando que él «no es el arquetipo K». ¿Tampoco lo serían otros dirigentes procesados como De Vido, Jaime, Boudou o Aníbal Fernández?
El kirchnerismo durante años adoptó un discurso progresista y al amparo de una situación internacional favorable ilusionó a muchos que honestamente creyeron que era el movimiento del cambio posible, que canalizaba las aspiraciones de la rebelión de 2001. Mientras duró la bonanza de ingresos, se pudieron recuperar algunas conquistas. Pero se desaprovechó ese crecimiento al no realizarse cambios de fondo en el modelo capitalista y gobernar con la misma estructura política del viejo y corrupto PJ. Lo que se pudo conseguir se comenzó a perder porque cuando vino la crisis capitalista internacional la descargaron sobre los de abajo. Abriéndole el camino al gobierno de Macri, que gobierna de manera directa para las corporaciones.
Con los dirigentes actuales residuales del FPV no hay nada para hacer. Tampoco volviendo al PJ para garantizar la gobernabilidad de Macri y preparar su recambio.
A quienes hayan apostado al kirchnerismo como proyecto para enfrentar a las corporaciones y al imperialismo, y les proponemos confluir para construir algo nuevo desde la izquierda para enfrentar en serio al macrismo, derrotar su política de hambre y entrega y avanzar en el cambio que se necesita.
Guillermo Pacagnini