Las imágenes del bicentenario macrista retrotraen a lo más rancio del pasado conservador derechista del país. Todas las referencias que puso en movimiento el gobierno nacional apuntan a instalar un clima de época de restauración conservadora. Clericalismo, militarismo y monarquía. Oligarquía 2.0
La estrategia de PRO-Cambiemos está clara desde el minuto cero. Al servicio de la normalización capitalista del país, de recuperar tasa de ganancia, recortar derechos, garantizar ventajas a las corporaciones y precarizar a la juventud, desenvuelve toda una batería de recursos tácticos en esa dirección. La disputa por instalar un clima de época coherente con esa orientación es parte de la lucha política, ideológica. El marxismo enseña que ningún poder es sólo coerción: también es consenso, naturalización de la desigualdad en base a la difusión de un sistema de creencias, de valores, falsos desde el punto de vista de los intereses de la mayoría social. El PRO apela a todo eso, desde el principio para allanar el camino a su política capitalista reaccionaria, de contraofensiva permanente sobre el pueblo. La tarea es desmovilizar, atomizar, confundir. Para eso fue desde el principio el marketing de los globos, la despolitización, los discursos vacíos, los eslóganes plagiados de los peores libros de autoayuda. El libreto Durán Barba, el guión, la hoja de ruta de la política como publicidad de fast food. Pero también, la privatización de la educación, los derechos sociales como gasto y la meritocracia liberal como filosofía. Todo esto, en los actos del bicentenario mostró su peor faceta.
La restauración del “orden y el progreso”
Señales sobraron este 9 de julio de esa línea restauradora. Primero el rey decadente, corrupto y cazador insensible. Pleitesía como Figueroa Alcorta a la infanta de Borbón en el primer centenario. El discurso penoso, pero de contenido profundo reescribiendo la historia de los patriotas del 16 presentándolos como “angustiados” por romper con la metrópoli, en un enfoque ubicado a la derecha de la más conservadora historiografía mitrista. El desfile patriótico con la presencia en CABA, muy cerca del campo de Polo claro, de militares genocidas mostrándose con aires de desafío. El caso de Aldo Rico es paradigmático: carapintada, golpista y hacedor con Alfonsín de la Obediencia Debida y el Punto Final para tanto torturador y asesino impune. “Se respira otro clima”, dijo este facho todavía vigente. Pero no termina ahí la cosa: en Tucumán, en el acto oficial, desfilaron columnas de ex-integrantes de los cuadros del Operativo Independencia, bajo comando del genocida Bussi. Eso sucedió este fin de semana, así como lo leen. Y claro, cómo no, siempre del lado del poder económico, esa vieja reaccionaria que es la iglesia católica. El arzobispo de Tucumán reivindicó “la tradición judeocristina” como “pilar de Occidente” en la misa con Macri y el rey cazador. Al final, el presidente explicó que todo se encuadra en la política de reconciliación que está llevando adelante para unir a los argentinos. Es la disputa por formatear el sentido común social, mayoritario, que aísle a los que protestan y allane el avance neoliberal.
Jugando con fuego
El macrismo pivota todo el tiempo entre la necesidad capitalista de ajustar ganancia, tasa de rentabilidad y una relación de fuerzas sociales que le pone límites, sobre todo cuando se mete con los trabajadores y la juventud. Quiso meter tijera en la universidad y tuvo que recular, un verdadero movimiento educativo resistió y ganó: 1 a 0. Ahora transita las turbulencias de un tarifazo que está en veremos, pero que no va poder aplicar como presumió. En el plano democrático, este país atravesó no una sino dos revoluciones democráticas muy fuertes: la primera en 1982, contra la dictadura genocida, que marcó a fuego el “milicos nunca más”, “represión nunca más”. Eso sigue, no murió. Y en la juventud tiene una fuerza dinámica. La segunda revolución contra todo lo viejo, fue el Argentinazo del 2001. La rebelión contra el bipartidismo y la institucionalidad burguesa de conjunto, el “que se vayan todos”, sigue ahí, latente, como un aprendizaje de conciencia que no sepultó la década pasada y que el macrismo con su pertinaz provocación reaccionaria y ajuste social contribuye a reanimar, a resurgir. Por eso, nuestra generación, trabajadora, estudiante, hija de esas dos revoluciones no se va a bancar mucho más esta ofensiva. La clave es no solo construir conciencia de la necesidad de responder en unidad para resistir, sino que como desafío político generacional tenemos la tarea de construir proyecto político alternativo, militando desde abajo para preparar una salida a la casi inexorable crisis en que va a desembocar este proyecto capitalista sin anestesia, de CEO’s al comando del estado. Ese camino distinto es construyendo organización anticapitalista, feminista, ecosocialista, revolucionaria y democrática, en cada lugar de trabajo, facultad o colegio. Con el MST estamos concentrados 100% en esa tarea, prioritaria, para el período que transitamos. Y lo hacemos con las puertas abiertas a mucha más rebeldía, ideas propias y vocación de transformar, de dar vuelta. Pensalo, es ahora.
Mariano Rosa