El pasado 4 de abril un ataque de la aviación siria utilizando gas sarín, causaba ochenta y seis víctimas civiles en la ciudad de Khan Sheikhun. Dos días después 59 misiles Tomahawk lanzados por la armada yanqui destruían las instalaciones de la base aérea de la que partió el ataque químico. Dos hechos que abrieron una grave crisis internacional.
El sirio es un pueblo que con la «primavera árabe» comenzó una gran lucha democrática y que se vio rápidamente sumergido en una guerra civil en la que intervienen distintas potencias imperialistas y poderes regionales, cuyo único objetivo es evitar que su revolución triunfe y disputarse el control sobre amplias zonas del país en guerra.
Antes de producirse esta masacre, con la excusa de combatir al ISIS, Al Assad había logrado una inédita confluencia de fuerzas, muchas de las cuales le eran adversas hasta hace pocos meses. Es que el dictador sirio contaba con el apoyo original de Rusia, Irán y el Hezbollah fundamentalmente. EEUU, la Unión Europea y Turquía, apoyaban a distintas facciones de su oposición, con el objetivo de presionarlo para que abandonase el poder y lograr una salida de recambio dentro del régimen. Ahora, todos apoyan a Al Assad, permitiendo sus ataques militares a todas las fracciones opositoras.
Envalentonado luego de haber recu-perado de manos rebeldes uno de los bastiones de la lucha contra su gobierno, la ciudad de Aleppo, Al Assad decidió volver a utilizar el armamento químico contra la población de Khan Sheikhun, en una zona rebelde que no es dominada ni por el ISIS, ni por el frente Al Nusra (el Al Qaeda de Siria), en una jugada que busca desmoralizar a sus opositores y demostrar su impunidad.
Hasta el día de hoy tanto el gobierno sirio como su aliado ruso niegan su participación en la masacre, arguyendo que Al Nusra o el ISIS, tendrían también armamento químico. Lo cierto es que ninguna de estas formaciones tiene aviación desde la cual realizar el ataque. Ya Al Assad había perpetrado otra masacre con armamento químico en la zona de Gouta en el año 2013. En esa oportunidad, Obama amenazó con bombardear Siria, y no lo hizo luego de acordar con Rusia y otras naciones, para que la ONU inspeccionara y Al Assad destruya su arsenal químico. Hoy es muy claro el rol encubridor de la ONU que no hizo nada (más que meras declaraciones y sanciones menores), para evitar que el asesino conservara parte de su letal arsenal.
Trump, que había criticado aquel intento de Obama de bombardear a Al Assad, con la política que luego fue llamada «America first», optó en un primer momento por apoyar la política de Putin, y dejar correr al dictador. Ya el gobierno turco, tradicional enemigo del gobierno sirio, había cambiado su política. Declarando su apoyo a Al Assad invadió, con la excusa de combatir al ISIS, las regiones al sur de su frontera en disputa con las tropas kurdas.
El giro en la política de Trump
Fue el primer ataque militar norteamericano en 6 años de guerra civil contra el régimen sirio. No fue sorpresivo. Se hizo luego de avisar a Rusia (y a Al Assad) de su inminencia y significó un cambio muy importante en el anterior discurso de Trump.
Gran parte del imperialismo cerró filas detrás del ataque: desde Hillary Clinton y los demócratas, la plana mayor de los republicanos, la mayoría de los gobiernos europeos, una gran parte de los Macri y compañía latinoamericanos, salieron a sostener la acción, realizada en el mismo momento que Trump estaba negociando con el presidente chino Xi Jinping (sostenedor del régimen de Al Assad). Solo unos pocos trumpistas de la primera hora quedaron en orsay.
Muchos sostienen que esta intervención militar directa yanqui, a la que debemos sumar el envío de una flota a las costas de Corea del Norte, significa un cambio cualitativo en su estrategia política, ya que sus ataques militares directos eran sobre regiones más marginales, como la guerra civil yemení o en el ataque al ISIS en Mosul.
El cambio se produce en un momento en el cual la administración Trump está dejando lugar a los sectores más representativos del establishment yanqui, encabezados por su yerno, Jared Kushner hijo de una familia demócrata multimillonaria, desplazando así, a los sectores más «ultras» como el asesor Steve Bannon, recientemente separado del Consejo de Seguridad Nacional. El ataque en Siria fue la primera «victoria» de un gobierno que viene de tumbo en tumbo desde que asumió hace más de 100 días.
Una lucha encarnizada entre la revolución y la contrarrevolución
El cambio de táctica de Trump no puede explicarse por un «arranque humanitario». La región está lejos de ser controlada y estabilizada. La catástrofe humanitaria sigue arrojando a Europa y el mundo una carga cada vez más grande de refugiados, de una guerra civil que ya se ha cobrado casi 400.000 víctimas. La Unión Europea ya les cerró sus fronteras y Trump lanzó sus poco populares decretos anti migrantes.
Han logrado reducir la influencia y los bastiones del ISIS en la región y le han propinado un golpe importante a la rebelión. Pero existen una gran cantidad de regiones rebeldes no controladas por Al Assad y la revolución kurda es una amenaza tanto para Al Assad como para los planes del presidente turco Erdogan, que tiene 20 millones de kurdos dentro de sus fronteras que se oponen a sus planes hegemónicos y fascistoides.
Los bombardeos yanquis, los rusos, como los de las distintas potencias europeas, han jugado un rol nefasto para la lucha del pueblo sirio. Cuando en el 2012 la rebelión contra Al Assad estaba en su apogeo y el régimen estaba contra las cuerdas, la intervención del Hezbollah y el régimen iraní primero y el ruso después, lograron evitar su debacle.
La crisis mundial, en la cual los intentos contrarrevolucionarios no logran aplastar definitivamente a los procesos de lucha y consolidarse, están empujando a los yanquis a la intervención militar directa en forma creciente. A Trump lo obliga a cambiar su discurso y salir a representar claramente las políticas del establishment que gobierna EEUU. Y en ese proceso se aumentan peligrosamente los roces y disputas inter imperialistas.
La primera reacción rusa fue mandar una fragata misilística a proteger a Al Assad y romper su protocolo de avisos previos de las incursiones aéreas que tenía con EEUU. Amenazar con nuevos bombardeos contra las zonas dominadas aún por la oposición a Al Assad y declarar junto a Irán y el Hezbollah, que responderán a otro ataque norteamericano.
En la reciente reunión del G7 la crisis siria fue un tema central de análisis entre las grandes potencias y el Secretario de relaciones exteriores yanqui, Rex Tillerson, viaja a Rusia con la misión de convencer a Putin, para que le suelte la mano a su aliado Al Assad. Algo improbable, más cuando el giro de Trump no aparece ligado a un plan de fondo para contener el proceso en curso.
Por la autodeterminación del pueblo sirio
No hay manera de terminar con los genocidas como el gobernante sirio, de terminar de expulsar a esos engendros fascistas como el ISIS, si no es respetando la autodeterminación del pueblo de Siria. Solo él podrá resolver de manera triunfante su revolución democrática y terminar con las masacres cada vez más feroces de miles y miles de inocentes. Es por eso que, más que nunca, los que estamos por la libertad, el respeto a la autodeterminación y la independencia de los pueblos de los imperios y sus gobernantes genocidas aliados, debemos pelear porque se termine la intervención imperialista en la región y así el pueblo sirio y de Medio Oriente pueda tener las manos libres, para derrotar a todos sus dictadores y agentes de la contrarrevolución capitalista de sus países.
¡Basta de bombardeos y tropas imperialistas en Siria y Medio Oriente!
¡Fuera el genocida Al Assad!
¡En defensa de la autodeterminación y la lucha democrática del pueblo sirio!
Gustavo Giménez