El posibilismo es anestesia en la potencialidad juvenil para dar vuelta todo, para cambiar todo lo que haya que transformar. Nos dicen que no se puede tener derechos sociales y libertades totales. Nos rebelamos contra esa ideología falsa y reaccionaria. Ahora encaramos la lucha electoral por nuestras causas contra la casta y sus jefes capitalistas. Eso significa ser de izquierda: rebeldxs contra la nefasta cultura de lo posible.
Adaptarse a lo posible, lo presuntamente posible. Esa es la idea fuerza que está en la raíz de una posición política con la cual polemizamos fuerte. De forma explícita milita con esta idea el proyecto del FPV en línea con todo el llamado progresismo continental de la última década. Básicamente no se podría aspirar a determinados derechos por utópicos e irrealizables «por mucho tiempo». Por razones varias: porque las corporaciones están fuertes y la derecha también, porque además, la «gente no da». Es decir: la correlación de fuerzas sociales y la conciencia colectiva lo máximo a lo que llega es a algunas tibias medidas parciales en el marco del capitalismo.
Animarse a pensar un escenario de ruptura con el capitalismo es «utopía». Aunque eso signifique simplemente luchar por derechos sociales tan elementales como trabajo, salario suficiente y tiempo libre. Claro, entonces como «no se puede», cuando proyectos con esta orientación gobiernan, tampoco lo intentan, porque «no da». Resultado: la profecía autocumplida de «no se pudo». Esa dinámica explica el retroceso político de esta corriente de ideas a partir de no animarse a ir más allá de la adaptación reformista al capitalismo actual.
¿No se puede terminar con la precarización en el Estado?
Una forma aberrante de explotación laboral es la precarización en el Estado, que se presume de garante de derechos. Como patronal, el Estado, lejos de la neutralidad que el liberalismo político explica, tiene una orientación de clase categórica. Recluta jóvenes a los cuales precariza bajo distintas formas: contratos a término, monotributo o directamente en negro. Así, por fuera de los convenios de trabajo, paga menos salario, niega derechos laborales y ajusta con la variable de la juventud trabajadora.
El macrismo además despide trabajadorxs. Pero lo hace sobre la base del sembrado terreno de precariedad consolidada por la gestión estatal del FPV que tenía como enclaves de mayor precarización los ministerios de trabajo a todo nivel. Entonces, ¿se puede o no terminar con la precarización estatal? Nosotrxs decimos que hace falta erradicar esa semi-exclavitud moderna y planteamos cómo:
Pase a planta por ley de todxs lxs trabajadorxs bajo las distintas formas de precariedad.
Reparto de horas disponibles en el Estado en jornadas de 6 hs, 5 días por semana con un ingreso salarial de referencia que tome la canasta familiar como piso. Hoy en CABA, por ejemplo, es de $ 25.000.
Para financiar esta medida, que fortalece los servicios sociales que presta el Estado, proponemos un impuesto especial a las corporaciones y la suspensión del pago de la deuda externa.
No hay obstáculos en la realidad para ejecutar estas medidas. Se trata de tener una orientación política que construya las relaciones de fuerza necesarias para ese objetivo.
¿Y en la actividad privada cómo se hace con la precarización?
En nuestra opinión al fijar prioridades toda sociedad garantiza medidas para concretarlas. Si el trabajo para todxs, en condiciones de ingreso suficiente y jornada reducida es un derecho, hay que hacerlo posible también en la actividad privada.
En este caso hay que integrar en la misma legislación que lo estatal, la prohibición de toda forma de precarización en el mercado laboral privado. Eso implica blanqueo automático, implica erradicar las agencias -nefastas- de colocación y exigir el cumplimiento de todos los capitalistas. ¿Qué pasa si hay patrones que dicen que no pueden, que no les van a cerrar los números? Muy simple: que dejen que el Estado y lxs trabajadorxs se hagan cargo. Los patrones no son indispensables para producir, tal como lo prueba la experiencia de más de 200 fábricas recuperadas y gestionadas por sus propixs trabajadorxs después de la bancarrota capitalista del 2001. La intervención estatal en este caso, tendrá que orientarse a auxiliar a las empresas bajo gestión obrera para garantizar un piso de derechos: 6 hs, $ 25.000, semana reducida.
¿Qué hubiera pasado si el no se puede hubiera ganado en la historia?
Los capitalistas, el 1 % que manda, tiene formas ideológicas e instituciones multiplicadoras de veneno para la conciencia. Cuando penetra en franjas de la juventud, inmoviliza los cambios sociales. Mientras redactaba este artículo, pensaba lo curioso que hubiera sido nuestro devenir histórico si este paradigma tan conservador ganaba hegemonía.
Pienso entonces que San Martín jamás hubiera encarado la «utópica» táctica político-militar de cruzar los Andes y tender a unificar continentalmente la lucha contra el imperio español. Por lo tanto, seríamos colonia o protectorado o algo así. Pienso en las luchas del movimiento obrero, a finales del XIX y principios del XX, por las 8 hs. Si hubiera primado el posibilismo, nunca se hubiera logrado esa conquista. Imagino al movimiento feminista, por el sufragio, por el derecho a votar, tan burgués, tan elemental, tan «utópico» en su contexto. Pero se pudo, se hizo posible -por suerte- lo necesario. Pienso en el Mayo Francés, en los «azos», en el Che. En todos los combatientes del no se puede. Ellos son nuestro espejo. Nos proponemos encarar como desafío generacional esa perspectiva, tan elemental, tan obvia, pero tan urgente de rescatar en estos tiempos de castas privilegiadas y capitalismo en decadencia. Todo lo que hace falta, hay que luchar por hacerlo posible. No es un slogan de marketing vacío. Es una estrategia.
Mariano Rosa