Las jornadas rebeldes de diciembre archivaron las intenciones de una reforma laboral “a la brasileña”. Obligado a recalcular, Macri vuelve a la tesis original de la reforma en cuotas. Los trabajadores tenemos que prepararnos para el segundo round de esta pelea.
El cambio de coyuntura, forzado por la bronca popular y las movilizaciones de diciembre, ha obligado a Macri a reformular su hoja de ruta. No hace lo que quiere, sino lo que puede. Intentó su “reformismo permanente”, tuvo que volver al “gradualismo” y ahora le estalló una crisis descomunal. Más ajuste, vuelta al FMI y una nueva versión de la reforma laboral en cuotas son sus ejes centrales. Insisten en hacernos pagar la crisis, aunque han tomado nota que la “baja del costo” la van a tener que ganar con confrontación en las calles. En esta agenda el Gobierno va a ensayar desdoblar el proyecto original en diversas leyes y tratar de avanzar en acuerdos con la burocracia traidora para modificar los convenios por lugar, al estilo petroleros de Vaca Muerta. La crisis del PJ y la burocracia cegetista los obliga a negociar, para avanzar en aquellos temas colocados bajo el paraguas de los acuerdos de gobernabilidad.
Los tips del segundo round
La ley ómnibus, mal que le pese a Macri y los empresarios, ha quedado en veremos. Han tenido que conformarse con avanzar por ahora en un proyecto con tres ejes: el llamado “blanqueo laboral”, la creación de la Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías de Salud y la implementación de un Sistema de Prácticas Formativas, elegante nombre para las pasantías al estilo noventista.
Esta propuesta va en línea con las declaraciones de Héctor Daer, quien recordó que la CGT obrera venía “tratando 3 temas de los 4 que toma el paquete (de reforma laboral) que se propuso: el blanqueo laboral, la formación profesional y la agencia de tecnología médica”.
Claro que, aunque posterguen varios de los puntos más groseros del proyecto original, estos tres ejes cercenan derechos adquiridos de los trabajadores y benefician a las patronales. Veamos. a) El blanqueo no implica el fin de la precarización laboral. Con más de 4 millones de trabajadores en negro, propone que los empleadores los registren a cambio de una condonación de deudas, acciones penales, infracciones y multas. Es decir premian a las patronales y las indultan por años y años de trabajo negrero y esclavo.
b) La verdad aflora con la segunda medida, la capacitación y las pasantías. Aunque plantean no superar los 12 meses de duración ni las 30 horas de trabajo semanales, implica trabajo juvenil precario y/o mano de obra ultrabarata, que reaviva el sistema imperante en los años 90.
c) La creación de la agencia de salud implica un reclamo de la CGT para evitar la judicialización de tratamientos rechazados por las obras sociales y emparchar los negociados que vienen llevando a la ruina. Asimismo, es el organismo que va a fijar la canasta básica de prestaciones, no sólo para las obras sociales sino, para el proyecto de la CUS (cobertura universal de salud) con la que pretenden liquidar el sistema público y avanzar hacia el arancelamiento y la privatización. Esa agencia es la que determinará una limitada canasta de pobreza, en reemplazo de las prestaciones que hoy son universales y para todos.
Hasta acá no había problemas pero el gobierno, que camina por la neblina de una fuerte crisis política y económica, se enredó al anunciar también cambios en la legislación de contrato de trabajo metiendo por la ventana algunos de los puntos ríspidos que estaban en la ley de diciembre.
¿Se complica el acuerdo con la burocracia?
El planteo de cambiar la base de cálculo de las indemnizaciones, instalar el “fondo de cese laboral” y cercenar el principio de irrenunciabilidad por el cual actualmente un trabajador no puede ser forzado a renunciar a sus actuales condiciones laborales, le complicaron las cosas a Macri y su banda de Ceos.
La burocracia cegetista, que además necesita reacomodarse y mostrar los dientes, y la oposición parlamentaria que empieza con sus especulaciones electoralistas, salieron a criticar. No hay que olvidar que todos acordaron con el proyecto original que naufragó en diciembre y el tridente de leyes recién enviadas ni que estos puntos ríspidos se pondrán en la mesa de negociaciones. No hay que depositar ninguna confianza en la burocracia traidora y menos en la oposición pejotista que le viene votando las leyes al macrismo.
Hay que preparar la pelea en las calles, como hicimos en diciembre, para derrotar este nuevo intento con la movilización.
Unidad para enfrentar el plan antiobrero
Pese a la falta de unidad y organización en un plan de lucha conjunto, las movilizaciones de diciembre demostraron la disposición a la lucha y fueron el elemento determinante para que Macri tenga que recalcular su hoja de ruta.
Por eso, como venimos planteando desde nuestra Agrupación Nacional Clasista Antiburocrática, se necesita la mayor unidad de acción de todos los sectores que vienen diciendo oponerse a las reformas y al ajuste. Y un plan de lucha en serio, con medidas nacionales progresivas, paros y movilizaciones que tengan continuidad para pararle la mano. Hay que preparar y reclamar reuniones de activistas, plenarios abiertos y asambleas para discutir cómo enfrentar los despidos, romper el techo salarial reabriendo paritarias libres con aumentos actualizados automáticamente por inflación real y rechazar la nueva versión “en capítulos” de la reforma laboral. La coordinación de los sectores antiburocráticos y todos los que luchan, es la clave para reclamar con más fuerza a las centrales el plan de lucha y poder enfrentar con éxito el plan de Macri. Hay que retomar los plenarios regionales y un gran plenario nacional para que se discuta y la base resuelva un plan de lucha con la envergadura que se necesita. La confluencia de la izquierda clasista, a la que se vienen negando las fuerzas del FIT, es un paso imprescindible para concretar esa política de amplia unidad. La crisis anticipa la confrontación que se viene y los luchadores necesitamos prepararnos para ser el motor de la pelea que se necesita.
Guillermo Pacagnini