Hasta el 22 de agosto, una misión del FMI revisará las cuentas del país para monitorear el cumplimiento de los objetivos planteados en el acuerdo “stand by” firmado semanas atrás. Luego del primer desembolso del organismo, de U$D 7.500 millones, los “técnicos” meterán mano en los números, poniendo especial atención en las metas de reducción del déficit fiscal, pero también las pautas inflacionarias, la política monetaria y distintos indicadores económicos.
Pasaron 14 años desde las últimas incursiones del FMI en el país, en el medio pasó el ciclo de crecimiento económico más grande de las ultimas décadas y sin embargo, aquí estamos de nuevo, con la espada de la crisis sobre nuestras cabezas y los enemigos de cualquier desarrollo independiente monitoreando de forma directa a sus socios menores.
Luego de reunirse con Caputo y Dujovne, en el “lunes negro” donde el dólar supero los $30 y el riesgo país (ese índice tan ligado al FMI y a la crisis) alcanzo los 700 puntos, los responsables económicos del gobierno lanzaron algunas medidas y anunció para intentar controlar lo que parece incontrolable, sobretodo porque el origen de la “tormenta” tiene fuertes componentes económicos, muchos de ellos internacionales, pero son los vientos de la crisis política y la lucha de clases los que la vuelven impredecible. La pregunta que no logra responder ninguna misión, ningún analista y ningún opinador profesional es: Podrá el macrismo llegar hasta el final o habrá helicóptero?
Ajuste sobre ajuste
Los técnicos del FMI y los funcionarios del gobierno coinciden en que el centro del acuerdo “stand by” tiene que ver con cumplir las metas de reducción del déficit fiscal, lo que en buen romance no es ni más ni menos que el desarrollo del brutal ajuste en curso, una verdadera guerra contra lxs trabajadores y el pueblo.
En este punto, los datos oficiales y privados coinciden en que el gobierno hizo a fondo la tarea, superando las expectativas en el primer semestre y poniéndose “a tiro” de lograr la reducción del 2,7% anual contemplada en el acuerdo. ¿El resultado? 50% de la población bajo la línea de pobreza, miles de despidos por día (entre 1600 y 2400 según quien cuente), recesión económica marcada, inflación desbocada. Como no podía ser de otra manera, lo que significa un éxito para el gobierno y el FMI, es una tragedia para el pueblo que vive de su trabajo, para los millones de jubilados y pensionados que perdieron cerca del 10% del poder adquisitivo de su salario, para las escuelas públicas sin clases o funcionando con serios riesgos para docentes y estudiantes.
Tal como lo decimos desde siempre, ningún acuerdo con este tipo de organismo viene acompañado de ventajas y mejoras para el pueblo, la sinergia generada entre Cambiemos y la banda de Lagarde prepara una bomba social de proporciones y no hay misión que se encargue de esa tragedia.
Pero lejos de la tranquilidad, el gobierno tiene grandes problemas por delante, en primer lugar con la inflación, ya que el acuerdo plantea un tope del 32% anual y esta meta, en cualquier análisis serio, va camino a ser superada con creces. El otro, aunque relacionado, tiene que ver con la política financiera y monetaria, cuestión crítica en los últimos días. El dólar, profundamente atado a las movidas de EEUU, que se encuentra en plena guerra comercial, escaló hasta los $30 pesos y no parece dispuesto a detenerse. Pero más allá del contenido internacional de la presión cambiaria, lo que se refleja en la corrida es una profunda desconfianza en el gobierno, sus medidas y su capacidad de afrontar los compromisos millonarios que está asumiendo. A esto se le suman los cuadernos, los aportantes truchos y una batalla mediático judicial que puede abrir la caja de pandora de la corrupción que en el país, como en todos los países, es estructural y clasista y no se atiene a uno u otro partido.
En definitiva, el acuerdo con el fondo es un auxilio momentáneo, un placebo que esconde la crisis terminal del sistema de saqueo y ajuste impulsado por el mejor equipo de los últimos 50 años, equipo que lamentablemente juega en contra nuestro.
Al carajo con el Fondo
En un logro inédito, el gobierno de Macri logro que la deuda externa se ubique entre el 75% y el 87% del PBI, una brutalidad que está acompañada de una porción casi igual de fuga de capitales. Un saqueo descarado, una estafa que además nos cuesta salud, educación, trabajo y hasta vidas.
Por eso, de esas medidas solo podemos esperar lo peor y contrariamente a lo que hacen la CGT o el PJ, que miran para el costado mientras el macrismo avanza, tenemos que salir con fuerza a enfrentarlo, con la mayor unidad en las calles, empezando por rechazar el acuerdo con el FMI y exigiendo la ruptura total con esos parásitos internacionales.
Hay que recuperar los resortes de la economía, para ponerlos al servicio de un desarrollo independiente y de mayorías. Derrotar el plan económico del gobierno es un primer paso en ese sentido, lo mismo que la nacionalización completa de los bancos y el comercio exterior, la expropiación de toda fabrica que cierre o despida, la aplicación de un aumento salarial de emergencia y el desarrollo masivo de obra pública, controlada por trabajadores y comisiones de vecinos para evitar las corruptelas. Estas y otras medidas pueden iniciar una transformación al servicio de las mayorías populares, del pueblo que vive de su trabajo y empiezan por romper cualquier relación con el FMI y otros organismos e impulsar un frente de países deudores para plantarnos frente a las potencias. Imposible y utópico es creer que por el camino de Cambiemos no terminaremos en el fondo, pero en el fondo del pozo.