Es imprescindible, en cualquier homenaje y sobretodo en este caso, comenzar por desarrollar los hechos que marcan a fuego una fecha en el calendario vivo de las luchas por conquistar un mundo diferente, más bello y libre, socialista.
Digamos entonces que el 4 y 5 de septiembre de 1975 la triple A nos dió un golpe que aún hoy nos duele profundo. Ocho militantes, jóvenes, trabajadores, compañeros, fueron torturados y asesinados en La Plata, 43 años después de ese terror, siguen vivos en cada lucha.
La masacre
Roberto «Laucha» Loscertales, Adriana Zaldúa, Hugo Frigerio, Lidia Agostini y Ana María Guzner Lorenzo llevaban el fondo de huelga que habían recolectado, junto a otros compañeros del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) para los trabajadores de Petroquímica Sudamericana (hoy Mafissa) que mantenían una dura lucha.
En pleno centro de la ciudad de La Plata, un comando de la Triple A los secuestra y, luego de llevarlos a una comisaría, los terminan fusilando en «La Balandra» un predio en Berisso.
Golpeado por el horror sufrido, pero sin perder el sentido de por qué se cometía, el Partido responde recorriendo los lugares de trabajo, facultades y oficinas púbicas para denunciar el salvaje asesinato.
Tres compañeros más son secuestrados durante una de esas recorridas, saliendo del local partidario: Oscar Lucatti, Carlos «Dicky» Povedano y Patricia Claverie aparecen, horas después, también fusilados.
Esta «Masacre de La Plata» expone con claridad las dicotomías de la etapa, por un lado la solidaridad, el compañerismo, la lucha por los derechos de los trabajadores, la empecinada obsesión de querer cambiar el mundo. Por el otro, la barbarie. Una barbarie que empezó a gestarse al interior del Partido que, como se repetirá muchas veces en el futuro, había prometido la «justicia social, la independencia económica y la soberanía política» y solo entregaba represión y muerte, al servicio de los intereses del capital. Pocos meses faltaban para el Golpe del 76, pero las bandas fascistas, los comandos sindicales y estudiantiles actuaban impunemente a la sombra del gobierno peronista.
Con la firme convicción de la causa justa, con la apasionada confianza en la clase obrera y con una red de compañeros insertos en sus luchas, la militancia del PST las enfrentaba coherentemente. A muchos de ellos, esa coherencia, les llevó la vida.
Pero este no es un homenaje por su muerte, sino por su vida, por su legado, por su tradición, nuestra tradición.
La tradición, un arma cargada de futuro
Todos los testimonios sobre los compañeros asesinados en La Plata están cruzados por un hilo conductor, distintas personalidades, edades y ocupaciones, todos revolucionarios militantes, que no solo se atrevieron a enfrentar la creciente represión sino que polemizaron fuerte con las tendencias que se imponían en la vanguardia por aquellos años, las organizaciones guerrilleras.
Formados en una tradición que el Morenismo supo imponer en los orígenes del Troskismo autóctono, no hay posibilidades de construir un partido de la clase obrera sin ser parte de sus luchas, de su vida cotidiana y también de sus derrotas.
Esa tradición, sostenida con la fuerza militante de varias generaciones, en distintas etapas políticas es lo que hace que hoy, el trostkismo se encuentre entre las tendencias más influyentes de la izquierda en nuestro país, mientras otras corrientes se hayan asimilado al régimen democrático burgués o simplemente hayan desaparecido.
Ese anclaje estuvo y está combinado dialécticamente con la posibilidad de responder a las expresiones más avanzadas de la vanguardia, dialogar con ella e intentar tender puentes entre esta y el desarrollo de una dirección revolucionaria en el seno de la propia clase obrera.
En aquellos años, cuando las luces y sombras de la revolución cubana y la potente figura del Che se extendía por el continente, un puñado de cuadros y varios cientos de militantes tuvieron el coraje de sostener una perspectiva que defendía la conquista de la dirección política de la clase obrera y no su remplazo, la disputa con las tendencias burocráticas y fascistas en el terreno mismo de los sindicatos, universidades y colegios.
Esa potencia buscaba derrotar a los asesinos a sueldo del Capital, que veían en un grupo de trabajadores y estudiantes solidarios y abnegados, el germen de una máquina capaz de derrotarlos. No se podían comprar, no se podían convencer, no se detenían ante los golpes, la eliminación física fue el camino elegido entonces, pero ni esa medida pudo apagar la llama, aunque si provocó una masacre que aún hoy muestra sus consecuencias, sobretodo en el nivel de conciencia política de nuestra clase, la burocratización extrema de las organizaciones sindicales, etc.
Las formas políticas han cambiado, la etapa que atravesamos es muy diferente, sin embargo, quienes sostenemos la pelea por transformar radicalmente nuestra sociedad, contamos con un arma fundamental para reponernos a las dificultades y ser optimistas, aún en las peores coyunturas: esa enorme tradición de lucha obrera y socialista.
Nuestro mejor homenaje, luchar con rabia hasta triunfar
43 años pasaron de esos crímenes y muchos más desde que la corriente que orgullosamente continuamos dió sus primeros pasos en su construcción. Las nuevas generaciones que sostenemos las banderas del socialismo y la revolución enfrentamos nuevos desafíos políticos, vivimos en tiempos de crisis mundiales, de revoluciones feministas y disidentes, de postales frecuentes de la barbarie capitalista.
Tenemos un desafío que nos convoca, no se trata de poner flores en una tumba o simplemente entonar algún himno solemne, sino dejar todo por la utopía de la revolución socialista. Siendo cada día más y mejores revolucionarixs, redoblando nuestra participación en las luchas obreras, encontrar en esas luchas los espacios para transmitir nuestras ideas, ser dignxs de la confianza de nuestra clase y saber que no elegimos un camino sencillo, que pasaremos muchas pruebas, algunas muy duras, pero es en ese camino en el que lograremos templar una herramienta que finalmente triunfe.
Frente al posibilismo y la «post verdad» o la alternativa liberal capitalista, reivindicamos la pelea por el socialismo, por una vida que merezca ser vivida, donde la muerte no representa más que un momento más y no sea utilizada como el punto final sangriento impuesto por una clase miserable y decadente.
Por eso este homenaje es a la vida y militancia de aquellos compañeros que hace 43 años, miraron al horror a los ojos y, seguramente con miedo y mucho dolor, supieron que a pesar de morir, vivirían en la herramienta que supieron construir. Este es un homenaje a sus risas, a sus intervenciones en las asambleas, a sus errores y dudas, a su profunda humanidad, a su última actividad juntos apoyando una lucha justa de nuestra clase.
Desde las barricadas del presente les gritamos, con el puño en alto ¡Hasta el socialismo siempre!
Martín Carcione