Transitamos la 6° semana del más largo conflicto universitario desde la caída de la dictadura genocida. Un reflejo de la vitalidad del movimiento estudiantil y la base docente más consecuente. Entramos en momentos de definición. Este artículo propone un conjunto de reflexiones y propuestas de acción política para una estrategia refundacional.
Como explicamos en otro artículo de esta edición, la defección política de las federaciones docentes enroladas en el kirchnerismo y el PJ bloquea el triunfo categórico de este movimiento. FEDUN (CGT) y CONADU (CTA Yasky), firmaron un acuerdo salarial que con sumas en negro ronda el 25 %. Esa cifra supera el 10 % ofrecido inicialmente por el gobierno nacional, pero está por detrás de la inflación prevista del 42 %. El caso es que la potencia del proceso de lucha en su punto más alto nacional daba una relación de fuerzas para acorralar totalmente al macrismo. Y si de posibilidades económicas hablamos, baste calcular que la duplicación del presupuesto universitario equivale a 13 días de intereses y capital de deuda externa. Vale decir: el destino de los recursos públicos se podía definir en las calles dominadas por el movimiento educativo. En ese mismo momento las cúpulas dirigentes de las federaciones mencionadas resolvieron renunciar a la pelea. CONADUH continúa la huelga hasta el próximo viernes, pero el sector mayoritario de la misma nunca preparó activamente este previsible escenario de claudicación y por lo tanto, abonó el terreno para justificar su propio repliegue.
Los quinta-columna: las fuerzas del Vaticano, garantes de la gobernabilidad de Macri y el FMI
En la jerga de la lucha de clases, “quinta columna” es la forma de designar a quienes desde la propia trinchera trabajan para el campo rival. La línea de las conducciones docentes que firmaron el acuerdo con el macrismo se expresa en el movimiento estudiantil a través de sus agrupaciones. Patria Grande – La Mella; todas las que orbitan en el espectro kirchnerista y el PCR (CEPA, ALDE en Santa Fe), militaron activamente desde el principio, por una rápida salida negociada. Desde el arranque insistieron con un frente único comandado por los rectores y decanos (con la bandera de la “unidad”); después opusieron a las tomas efectivas, “vigilias simbólicas”; a las inter-facultades, “festivales” y a la coordinación nacional real para luchar, el acuerdo burocrático de superestructura. La fuerza de la movilización y radicalidad estudiantil los fue obligando a ir más allá de su programa, método y perspectiva. Pero, hay que asumir que son la expresión estudiantil del bloque político que, por estrategia reformista y consejo papal, actúan como contención por izquierda y garantes en el movimiento estudiantil de la gobernabilidad de Macri y el FMI. Hay que denunciar y combatir esta orientación y las organizaciones que las respaldan. Son quinta-columna en nuestra trinchera. Son el eslogan “hay 2019” y la propuesta de renunciar ahora a luchar, para “votar bien” el año que viene.
El FIT no pasó la prueba
En la izquierda estudiantil no hay ninguna corriente hegemónica nacionalmente. El retroceso de PO en la FUBA, incluso, tiende a consolidar ese panorama. Por lo tanto, el frente único en la izquierda es obligatorio. La previsible claudicación de las conducciones enroladas en el PJ y el kirchnerismo y sus satélites estudiantiles, exigía desde el comienzo una inteligencia común entre las fuerzas nacionales de izquierda y el activismo independiente dispuesto a todo, para asegurar que el movimiento de lucha desenvuelva todo su potencial. Sin embargo, el balance de lo actuado hasta ahora deja un saldo distinto. El PO penduló todo el proceso entre la inacción política y la unidad acrítica con Patria Grande – La Mella. Dos momentos fueron clave: en el acto de la Marcha Educativa gigantesca del 30 de agosto, fue la única corriente de izquierda que tuvo orador en un evento copado por el kirchnerismo. Su intervención fue de total adaptación “por izquierda” a un escenario en el que hasta ¡la Franja Morada habló! El PO no denunció ese hecho, ni la claudicación que preparaban CONADU y FEDUN, ni dio ninguna orientación de lucha al movimiento. Una semana después –tardíamente- ante la insistencia del activismo y corrientes como la nuestra, se convocó en Plaza de Mayo una Asamblea Inter-estudiantil. Todo el evento fue –o intentó- ser maniatado por un acuerdo del PO con Nuevo Encuentro y Patria Grande. Una especie de “acto de lucha” y no una real instancia de coordinación. Ya sobre el final de la semana pasada, el desvelo de PO recayó en el poroteo electoral de FUBA y la contabilidad de delegados para recuperar esa membresía hoy en disputa.
El PTS, por su parte, basculó todo el conflicto entre el propagandismo abstracto, sin línea concreta para la lucha y la obsesión electoralera de marketing propio. Nunca planteó ninguna medida pensando en el conflicto de conjunto y la perspectiva de ganar. Todas las acciones propuestas tuvieron que ver siempre con acciones mediáticas, de autopromoción de sus candidatos, sin incidencia en las relaciones de fuerza del proceso de lucha. Las acciones descolgadas en el Obelisco, o las forzadas votaciones para validar sus propias campañas de partido, nunca contribuyeron al movimiento de lucha. Y ya para completar la performance, mocionaron con PO en la asamblea de Filo (UBA), su Centro “emblema”, levantar la toma –lo cual fue derrotado por la acción de nuestra corriente y el activismo independiente. En UNLaM (Matanza), también rivalizaron –en tándem con PO- contra nuestro planteo de toma. En resumen: el FIT bloqueó cualquier posibilidad de hacer surgir un polo de conducción del proceso, consecuente y alternativo.
Otra izquierda para otra estrategia de universidad (y de país)
A lo largo de estas seis semanas de lucha, el MST propuso una política para masificar, coordinar y radicalizar las tendencias más positivas del movimiento de lucha. Planteamos toda clase de iniciativas al FIT y el activismo independiente:
- Desde el inicio, interclaustros
- Interfacultades para coordinar
- Tomar por tiempo indefinido las facultades
- Convocar y preparar un Congreso Nacional de Lucha de estudiantes y docentes.
Lo hicimos partiendo de una definición política práctica: para ganar el presupuesto que hace falta, hay que echar a Macri y el FMI. Esto significa que el modelo que prioriza pagar deuda externa es antagónico al derecho a estudiar, a la universidad pública y gratuita y al salario docente que empate la inflación real. Entonces era clave –y lo seguirá siendo- el frente único y darle perspectiva de unidad obrero – estudiantil a la disputa. En las crisis capitalistas ninguna lucha es parcial, todas son políticas y de fondo, porque cualquier derecho está en riesgo y pelear por asegurarlo, cuestiona el poder capitalista de turno. Más concreto todavía: el Presupuesto 2019 que materializa el acuerdo con el FMI y el PJ ya acordó, incluye un ajuste de 550.000 millones de pesos. La defensa de la universidad pública y el salario, requiere recursos. Es decir, implica una orientación en sentido contrario al de Macri, el FMI y el PJ. Triplicar el presupuesto cuestiona el acuerdo con el FMI y, por lo tanto, impugna políticamente todo el modelo. Por eso, el MST eleva el reclamo educativo al plano estratégico de luchar porque Macri y el FMI se vayan de la educación, y el país. Para la transición también levantamos una salida de fondo: convocar a elecciones, pero no para cambiar personas eligiendo un presidente (o presidenta). Elecciones para una Asamblea Constituyente que reorganice el país –incluyendo la educación- sobre nuevas bases. Estas causas presuponen una organización militante que las multiplique y respalde. El MST con su Juventud Socialista en toda la Argentina activa por esas banderas de cambios sistémicos. En estos términos decimos: construir otra izquierda para refundar el movimiento estudiantil y luchar por otra perspectiva para el país. Por una educación feminista, laica y (eco) socialista en una Argentina sin curas, capitalistas y casta política.
Mariano Rosa