Luego del triunfo en las elecciones presidenciales de Brasil del candidato protofascista Bolsonaro es necesario hacer un análisis profundo de cómo se lo enfrenta, para que ese proyecto no se desarrolle en nuestro país vecino y no logre influenciar en la región.
Lo primero que hay que decir es que, a pesar de su triunfo electoral, su proyecto no está consolidado. Lo muestran las idas y vueltas en sus primeras medidas antes de asumir. Su proyecto fascistoide de gobierno no implica que el régimen político ya lo sea: eso estará por verse. Tendrá que enfrentar la fuerza de las movilizaciones callejeras y derrotar a la clase trabajadora, cuestión que hasta este momento no se ha logrado.
Si bien lo que aparece como más notorio es el triunfo político de estos sectores de derecha, como Bolsonaro, la realidad es que en el propio Brasil así como en el mundo se vive una situación de polarización social muy importante. Por ejemplo enormes movilizaciones se han realizado por “ele não”, algunas las más grandes en la historia de muchas ciudades, y estudiantes han impedido la entrada de sectores fachos en universidades.
Pero acá tenemos que detenernos, porque este movimiento que se expresa en las calles no tiene una dirección política clara, y para poder enfrentar y derrotar este proyecto fascista hace falta una dirección, que ya quedó demostrado que no puede ser el PT que gobernó y fracasó. Con esos sectores se puede compartir la lucha unitaria en las calles, pero el debate central es el proyecto político que impulse y la certeza de que lleve hasta el final medidas de ruptura con las recetas capitalistas imperialistas. Por eso la organización que debe transformarse en la referencia de la población que sale a luchar contra Bolsonaro tiene que ser de izquierda, una izquierda consecuente, que proponga cambios de fondo, que enfrente y proponga cambiar de raíz este sistema que profundiza la desigualdad social.
Esta tarea no sólo está planteada en Brasil: acá en nuestro país tenemos que avanzar también por ese camino. Podemos preguntarnos si Macri y Bolsonaro son lo mismo, y seguramente vamos a respondernos que no. Pero a su vez no podemos dejar de ver otro elemento, y es que si no construimos una fuerte opción al macrismo, que a la vez sea independiente del kirchnerismo y el PJ, será este gobierno de derecha, apoyado en el proyecto político que se gesta en el país vecino, el que va a intentar avanzar más con sus políticas reaccionarias.
La tarea entonces desde la izquierda es superar al falso progresismo, que ha sido el que le abrió las puertas a los sectores de derecha y que si siguen siendo la alternativa más «visible» sólo lograrán fortalecerla. Porque fueron esos sectores, el PT en Brasil o los K acá, los que no rompieron con el imperialismo ni el capitalismo, gobernaron durante largos años con corrupción, defraudaron o traicionaron al movimiento de masas y por eso son los responsables de que hoy crezcan expresiones fascistas, apoyadas por sectores de la gran burguesía a fin de aplicar mayores niveles de explotación y saqueo.
Ante esta realidad compleja, no podemos perder más tiempo. En lo inmediato hay que trabajar para lograr una gran campaña política en contra del avance fascista en la región, coordinando internacionalmente para fortalecer las acciones que se realicen en Brasil. Y en el marco de que en las próximas semanas nuestro país será sede del G20 y recibirá tanto a Trump como a Bolsonaro, entre otros personajes nefastos, tenemos que hacer un gran evento de unidad continental contra el presidente de ultraderecha recién electo.
Tomaremos estas jornadas para darle mayor impulso a la construcción política que hace falta, para enfrentar de verdad a la derecha, en el continente y en todo el mundo.
Celeste Fierro