Se cierra un año de luchas y avances en el proceso de nueva dirección del movimiento obrero, en donde ANCLA, nuestra corriente sindical, se ha fortalecido. Para el 2019 tenemos importantes desafíos.
Aunque ha amortiguado la crisis política, Macri no logró garantizar la paz social que necesitaba para avanzar con el ajuste. Con la colaboración del PJ y la burocracia sindical, encauza la situación hacia el plano electoral, acolchonando la peor crisis política desde que asumió. Pero el endeudamiento sin fin, la estanflación y la pobreza récord generan malhumor social y la impotencia para bajar el “costo laboral” de las patronales y garantizar el déficit cero para el FMI siguen generando desconfianza. Se cierra un año de luchas y se abre otro de nuevas peleas.
A modo de balance
El movimiento obrero culmina un año donde fue un actor central en el enfrentamiento a los planes de Macri La crisis no sólo se explica por la debilidad estructural del gobierno y el fracaso de sus políticas, sino en esencia por la resistencia que tuvo picos de confluencia como las jornadas de diciembre de 2017 y los dos paros nacionales arrancados a la CGT, decisivos para empantanar puntos clave del ajuste y las reformas estructurales. Si no hubo un retroceso mayor o una derrota de los planes del gobierno es por el rol de las direcciones políticas y de la burocracia, aunque su crisis se agudizó. La necesidad de cumplir con el acuerdo con el FMI anuncia que vamos a confrontaciones duras. El tema salarial motivó más de la mitad de los conflictos y la mayoría de los del sector público. Además hubo peleas ante despidos y suspensiones, no solo para reducir planteles sino para eliminar activismo e izquierda. En el sector privado predominaron las suspensiones y reprogramaciones.
La burocracia, en su peor crisis
La crisis de la burocracia es notable y, pese a los favores al gobierno al negarse a centralizar toda pelea y evitar que la movilización progrese y se unifique, no pudo vertebrar un acuerdo social sólido y duradero que enchaleque las luchas. La CGT, que a la defensiva se había unificado por arriba, se volvió a fracturar, reflejando las presiones por abajo, la crisis del peronismo y los roces interpatronales frente a un modelo económico en crisis. Hoy hay dos sectores, uno con eje en los gordos y bien oficialista, y otro que posa de opositor: el 21F (moyanismo y sectores transportistas, Corriente Federal encabezada por la Bancaria) que articulan con la CTA kirchnerista. Reflejan también los coletazos de la crisis del PJ, que hoy es un conglomerado de facciones en pugna por la cuestión electoral. Este año también se consumó, con elecciones separadas, la nueva división de la CTA al compás de la crisis de ATE, su gremio madre. Esta crisis en la superestructura burocrática libera fuerzas y pone al rojo la necesidad de poner en pie una nueva dirección, una nueva central, un nuevo modelo sindical democrático y de lucha. Aún prima la crisis de la vieja dirigencia, pero surge una camada de nuevos activistas de izquierda que ganan terreno y nuestra corriente sindical ANCLA viene impulsando esta necesaria renovación.
Crece un recambio sindical desde abajo
Pese a la burocracia surgió un nuevo activismo joven, radicalizado, rebelde, con las mujeres muchas veces al frente y que en los reclamos incluye perspectiva de género. Fueron las y los que empujaron las peleas emblemáticas: quienes enfrentaron la represión y el aislamiento de la burocracia en el Posadas, quienes resistieron en el INTI, quienes lograron las reincorporaciones del Turbio, quienes mantuvieron y lograron reabrir Télam, las enfermeras que protagonizan una rebelión histórica por sus derechos y el activismo docente y estatal que cuestiona a la dirigencia de sus gremios.
Un avance en la coordinación del sindicalismo combativo
La novedad es el paso en la coordinación del clasismo que se empezó a dar. Fue parte de nuestra política doblegando la política del FIT y los sectores centristas que se negaban una y otra vez. Un primer logro fue el Encuentro del Posadas en febrero pasado. Fue un evento importante que sirvió al conflicto y rompió una dinámica de encuentros fracasados por el sectarismo y las políticas falsamente hegemonistas de las fuerzas del FIT. Hubo marco para el debate pese a las diferencias y disputas, en primer lugar con el PTS, y eso permitió votar resoluciones y un pequeño polo que impuso una columna independiente el 21F, traccionando al PO que venía de un acuerdo oportunista con los verdes de ATE-CTA. Lamentablemente el PTS se negó a desarrollar este Encuentro, demostrando que debieron hacerlo solo para reubicarse en el Posadas ante el despido de su dirigente.
Luego en junio vino el Plenario del Sindicalismo Combativo, en base a un acuerdo esta vez con el PO e IS que puso en pie un evento destacado en Lanús. Un polo que atrajo un sector del activismo y algunas agrupaciones combativas y de izquierda. El Plenario, que tuvo repercusión entre los luchadores, consensuó un programa progresivo y generó una agenda de acciones, como las del paro general, y una mesa para darle continuidad. Hay debates, pero en el marco de un proceso que hasta ahora se mantiene y tiene desafíos como las reuniones periódicas de su mesa nacional, donde ANCLA tiene un rol fundamental, y convocar a plenarios regionales en otros lugares del país. Hay diferencias, por ejemplo con IS que tiende a rebajar el programa con una fuerte presión sindicalista para mantener sus ubicaciones como en ferroviarios, o con el PO que tiene una visión burocrática de los aparatos sindicales y esconde a la izquierda detrás del “sindicalismo clasista”. Igual, el plenario es un importante paso adelante. Su desafío es transformarse en un polo para lo nuevo y esa es nuestra disputa. Aun así, tiene una gran limitación: la falta de correlato unitario a nivel político. El rol del PTS en este sentido es de lo más retardatario: boicotea el encuentro y profundiza la división, llegando incluso a favorecer a la burocracia con su política como lo hizo al dividir en ATEN y provocar que se pierda el sindicato.
El fortalecimiento de ANCLA y los próximos desafíos
Tenemos varios retos. Primero, seguir impulsando la mayor unidad de acción para enfrentar el ajuste. En esa línea, el exigir a las conducciones burocráticas que llamen a medidas de lucha se combina con denunciar su modelo burocrático y de sujeción política del movimiento obrero a los partidos patronales. Nuestras prioridades pasan por ligarnos a los sectores más radicalizados y combativos, fortaleciendo la organización de la juventud y apostando a desarrollar el Plenario del Sindicalismo Combativo, sosteniendo a la vez que debería avanzar en la necesaria unidad política. El modelo sindical que defendemos se basa en la independencia total del Estado y en la decisión democrática de las bases para luchar. Por eso proponemos derogar la Ley 23.551 e ir por un cambio de fondo del modelo sindical. Queremos un modelo con proporción de género, integración de las minorías y revocatoria de mandato, finanzas controladas por la base y dirigentes que vuelvan a laburar tras dos mandatos. A su vez, desde ANCLA creemos fundamental construir un sindicalismo ligado a un proyecto político de los trabajadores, con un programa para transformar el país y no solo para obtener algún aumento salarial o mejores condiciones. Además de las luchas, para lograr estos objetivos tenemos instancias importantes como las elecciones nacionales de ATE o las de UEPC en Córdoba, donde trabajaremos por conquistar la mayor cantidad de espacios de lucha y organización, arrebatándolos de las manos de la burocracia. Vamos también por el fortalecimiento de nuestras agrupaciones “Alternativas” en los gremios estatales y privados y el crecimiento de nuestra corriente nacional: la Agrupación Nacional Clasista Antiburocrática (ANCLA). Manos a la obra.
Guillermo Pacagnini